Hace unos pocos años, por estas fechas, cruzamos el Golfo de Corinto por el Puente de Rio-Antírio, cuyo nombre oficial es Charilaos Trioloupis, en honor a un antiguo primer ministro de Grecia. La excepcional obra de ingeniería une la península del Peloponeso con el resto de Grecia, cerca de las ciudades de Patras y Lepanto, respectivamente.
Mientras recorríamos los cerca de tres kilómetros de distancia entre las dos orillas en dirección a la Grecia continental, disfrutamos de las vistas del Golfo de Corinto a nuestra derecha y del Golfo de Patrás a la izquierda que se abre al Mar Jónico. Entre ambos, el pequeño Golfo de Lepanto, que recibe su nombre de la pequeña localidad de Lepanto, en griego Naupacto. Esta pequeña población dio su nombre a la mayor batalla naval de la Historia, a la gran victoria de España y sus aliados, a un trascendental triunfo de la sociedad cristiana sobre el Islam: "Lepanto".
En Lepanto se enfrentaron dos visiones completamente distintas del mundo, divergentes y opuestas en lo político, en el terreno militar, en lo económico, en las costumbres, etc. Las consecuencias de aquel enfrentamiento, de aquella victoria que terminó con el futuro sombrío de Occidente, llegan todavía hasta la actualidad.
La población de Naupacto está situada a modo de un gran anfiteatro sobre la ladera de una colina, que alcanza el mar con un bello puerto en forma de bahía, protegido por murallas. Desde el alto del castillo, se tiene una extraordinaria vista desde la que se distingue la ciudad de Corinto al este. Enfrente, al otro lado del estrecho, las llanuras del Peloponeso y a la derecha la impresionante silueta del puente de Río-Antírio, que marca la divisoria con el Golfo de Patrás.
Sobre las murallas medievales que conforman y protegen el pequeño puerto, encontramos la estatua de Cervantes, como marino en la batalla de Lepanto. Un homenaje de esta ciudad al que, posiblemente, sea el más universal de los combatientes en la gran batalla.
Concretamente hoy se conmemora el aniversario de la batalla naval de Lepanto, 7 de octubre de 1571. La trascendental derrota naval turca, significó el final del peligroso expansionismo militar del Imperio Otomano hacia Occidente, que se inicia con la toma de Constantinopla en 1453 por el sultán Mohamed II que, ante el asombro del mundo y consciente de la importancia de aquella ciudad en la historia como capital del Imperio Romano de Oriente, se declaró “Kayzer-i Rum” (César de Roma), además de impulsar como ideología política, el denominado “Nizam ul Alem” (el Orden Mundial), estrategia que se basaba en el concepto de conseguir el dominio político y miliar global.
Desde aquel momento, España asume la contención ante la embestida otomana, dando lugar a un choque brutal de culturas e intereses. Los turcos consideraron a los españoles como su gran oponente y rival y siempre siguieron muy de cerca las actividades españolas, no sólo en el Mediterráneo, sino también en el Océano Índico y en el norte de África. Cortaron y reprimieron cualquier relación española con países de su retaguardia, además de establecer delicadas alianzas con los enemigos cercanos a España, en aquel tiempo: Francia, Inglaterra y algunos principados alemanes.
Los primeros encuentros armados suceden durante el reinado de Fernando el Católico, a finales del s. XV, con motivo de las campañas militares turcas sobre Rodas y Otranto. Desde aquellos momentos, la situación de guerra fue permanente entre turcos y españoles.
A principios del s. XVI, la presencia otomana en Occidente es constante y cada vez más peligrosa. Atacan las costas de Italia, invaden Hungría, llegando a las puertas de Viena, conquistan Túnez y Chipre, se apoderan de Trípoli, asedian Malta …
La oposición resultó escasa y débil. Una armada de cruzados organizada por Venecia fue derrotada en Prevence en el año 1538, y la campaña de Carlos V en Argelia resultó un desastre. La hegemonía en el Mediterráneo era indiscutiblemente para la flota turca.
Las costas e islas españolas no se libraron de la amenaza, sufriendo importantes ataques las poblaciones de Mallorca y Menorca. Ante este peligro, la sociedad española se movilizó. Se construyeron galeras y organizaron flotillas de barcos guardacostas; se formó una milicia ciudadana de defensa, se edificaron por todo el litoral torres de vigilancia que servían para avistar con prontitud de la presencia de navíos enemigos y de esta manera organizar de inmediato a los vecinos para la defensa. Muchos pueblos de la costa se retiraron a las alturas y la frase, ¡Moros en la costa!, es un recuerdo actual de aquel tiempo de peligro e inseguridad permanente en nuestro litoral.
Ante esta insostenible situación, tarde o temprano tendría que producirse un gran enfrentamiento que implicara la definitiva caída de Occidente o el fin de la expansión turca. Y eso último fue lo que ocurrió el 7 de octubre de 1571, en la costa griega, en el Golfo de Lepanto.
“Hijos, a morir hemos venido, o a vencer si el cielo lo dispone. No deis ocasión para que el enemigo os pregunte con arrogancia impía ¿dónde está vuestro Dios? Pelead en su santo nombre, porque muertos o victoriosos, habréis de alcanzar la inmortalidad”. Esas fueron las palabras que Don Juan de Austria, almirante de la fuerza aliada, dirigió a los españoles antes del encarnizado combate. A pesar de la aplastante superioridad turca en tropas y navíos, la victoria española no se debió a la disposición táctica cristiana, como se suele señalar, ni a las ingeniosas maniobras a lo largo de la batalla.
Las naves españolas consiguieron la victoria gracias a su gran potencia de fuego, muy por encima de la turca, tanto en la artillería de los navíos, como en el fuego de las armas individuales de la infantería embarcada: los conocidos como Tercios Viejos (Nápoles y Sicilia).
El empleo de los Tercios, enrolados para esta gran ocasión, fue también decisivo en el combate, tal es así, que desde entonces el embarque de infantería fue habitual en los navíos de guerra, pasando a ser el abordaje la táctica favorita de los barcos españoles, por encima del combate artillero que se limitaba a desarbolar y paralizar al buque enemigo, para pasar después al abordaje.
Otra baza importante en el triunfo final español, fue el hacinamiento de combatientes en las naves turcas, motivado por las levas urgentes que se realizaron para la batalla. Este hecho, supuso que los disparos cristianos, tanto de arcabuz como de artillería, produjeran cuantiosas bajas en los puentes de las galeras turcas.
Curiosamente, después de esta decisiva victoria, el Reino de España y el Imperio Otomano continuaron en una situación jurídica de beligerancia al no haber llegado a ningún acuerdo de paz posterior. No hubo interés por ninguna de las dos partes; mientras los turcos no priorizaron en las relaciones diplomáticas con los países europeos, los monarcas españoles siempre fueron reacios al establecimiento de relaciones pacíficas con los países musulmanes.
Actualmente, las relaciones entre el mundo musulmán y occidental están muy complicadas. Creemos que, mientras no evolucionen ciertas mentalidades medievales, buscar un cambio positivo en las relaciones entre dos sociedades tan dispares resultará imposible.
- Batalla de Lepanto (Anónimo).
- Puente Río-Antírio.
- Cuatro vistas del puerto de Lepanto.
- Golfo de Corinto.
- Batalla de Lepanto. Antonio de Brugada.
- Batalla de Lepanto (detalle). Andrea Michelli.
- Mapa del lugar enfrentamiento (web oficial Luis Zueco).
- Don Juan de Austria (Anónimo).
- (1) Fanal de La Loba, galera capitana de Don Álvaro de Bazán..
- (2) Fanal de la galera de Mohamet Bey, apresada por Bazán.
- Batalla de Lepanto. Juan Luna Novicio.
- Galera La Real en Lepanto. José Ferre Clauzel.
- Batalla de Lepanto. Juan Luna Novicio.
- Galera La Real en Lepanto. José Ferre Clauzel.
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