Lope Félix de Vega Carpio es uno de los más significativos y trascendentales dramaturgos y poetas de nuestra literatura, además de ser uno de los más fecundos escritores de la literatura universal.
Es autor de nueve epopeyas, siete novelas, cuatro de ellas cortas y un número impresionante de comedias ya que llegan a atribuírsele más de 1500, siendo el primero en dividir las mismas en tres actos. Pero donde se considera que destaca verdaderamente es como poeta. Se le considera autor de 3000 sonetos que, sin duda, junto a las comedias, le otorgan la "inmortalidad" ya que nadie a conseguido en la confección del soneto la delicadeza, el refinamiento y una musicalidad perfecta.
No podemos dejar de comentar de su paso por León, concretamente por La Bañeza y Astorga en la “huida” de casa durante su adolescencia. Tras la muerte de su padre y junto con un amigo con las mismas inquietudes, huyen de la casa familiar en Madrid y comienzan una aventura para ver mundo y alejarse de la protección paterna. Llegó a pie hasta Segovia donde compró, o compraron, un caballo ruin que les llevo hasta La Bañeza y luego a Astorga donde les desaparecieron por completo las ansías aventureras y decidiendo volver a la comodidad de la casa familiar, regresando a Madrid por el mismo camino por donde habían venido.
Hace hoy 385 años y tras llevar varios días enfermo, el lunes 27 de agosto de 1635 fallece a las 5 de la tarde en su casa, en el nº 11 de la calle de los Francos, actualmente la madrileña calle Cervantes, en el conocido Barrio de las Letras.
Las honras fúnebres con las que el Ayuntamiento madrileño había acordado homenajear al poeta, fueron prohibidas por el Consejo de Castilla, presionado por las altas esferas eclesiásticas que no llegaron a perdonar a Lope de Vega la vida libertina que, siendo ya sacerdote, había llevado en sus últimos años.
Sin embargo, al entierro, efectuado al día siguiente acudió todo el pueblo de Madrid y, según se cuenta, su sepelio fue tan espectacular como su contradictoria vida, apasionada y turbulenta: “… comparable a un vendaval, a una intrincada y ferocísima selva, a un encrespado mar en el que vemos zozobrar continuamente sus ilusiones y sus propósitos de enmienda”.
Ese momento de desgarrada emoción en el que se refleja el instante en que sor Marcela despide el cadáver de su padre desde una de las puertas enrejadas del convento de clausura, es el que muestra la pintura realista del pintor decimonónico Ignacio Suárez Llanos, "Sor Marcela de San Félix, monja de las Trinitarias Descalzas de Madrid, viendo pasar el entierro de Lope de Vega, su padre” (1862), actualmente en la pinacoteca del Senado. Tal suceso no debió suceder realmente como imagina el artista, ya que, al tratarse de un convento de clausura, el cadáver sería contemplado por su hija y el resto de religiosas desde alguna de las ventanas con celosías con las que contaba el edificio.
El cadáver de Lope de Vega fue enterrado en la iglesia de San Sebastián, en la calle Atocha, por decisión de su protector el conde de Sessa, que entregó una cantidad a cuenta para sufragar los gastos del funeral y entierro. Esta cantidad, con el tiempo, resultó insuficiente y varios años después, al no abonarse la cantidad restante por los herederos del conde, los restos de Lope fueron llevados al osario común de la parroquia que hoy se encuentra bajo una de las capillas de la iglesia, en la que Real Academia Española de la Lengua erigió hace años una hornacina en honor al poeta.
Cuentan que sobre su mesa de trabajo se encontró su último poema. Se
trataba de una silva moral titulada Al Siglo de Oro, todo un homenaje
póstumo al esplendor cultural de España del que él fue ilustre y glorioso protagonista: poeta del cielo y la tierra.