domingo, 29 de octubre de 2017

Por España, todo por España.

Hoy es un día para dar a conocer “la anterior proclamación”. Aquella violenta, pero sin duda valiente, audaz, temeraria y expuesta a mil represalias. La actual retorcida, empalagosa, pero, sobre todo, cobarde, muy cobarde.

Para ello, recurrimos a un magnifico artículo de D. Luís E. Togores, historiador y director del Departamento de Humanidades de la Universidad Ceu San Pablo de Madrid, publicado hace unos días en el extraordinario blog del General Dávila: generaldavila.com.








Companys en el acto de proclamación de la Independencia de Cataluña

El cemento que sujeta la historia es, desgraciadamente, la sangre y al horizonte de los españoles, de todos los españoles, aquellos que lo quieren ser y de los que no, se acercan una negra tormenta cargada de tintes rojizos. Esto no es nuevo en la historia de España y tampoco en las naciones de nuestro entorno y seguro que en el futuro se repetirán situaciones parecidas dentro del espacio europeo y del mundo occidental.


Hace 83 años, durante los años "idílicos" de la democrática II República Española, se produjo una crisis en muchas cosas semejante a lo que ahora estamos viviendo los españoles. El 6 y 7 de octubre de 1934 el gobierno de la Generalidad, aprovechando el estallido de una insurrección armada en varias partes de España, especialmente sangrienta en  Asturias, proclamó unilateralmente la independencia de Cataluña.

El presidente Companys, jefe de un gobierno monocolor de ERC, se sublevó contra el gobierno democrático de la hacía menos de tres  años nacida II República Española. El director de La Vanguardia, Agustín Calvet, afirmó, tras escuchar la declaración de independencia de Companys por radio:

Mientras escucho me parece que estuviera soñando. Eso es, ni más ni menos, una declaración de guerra. ¡Y una declaración de guerra —que equivale a jugárselo todo, audazmente, temerariamente— en el preciso instante en que Cataluña, tras siglos de sumisión, había logrado sin riesgo alguno, gracias a la República y a la Autonomía, una posición incomparable dentro de España, hasta erigirse en su verdadero árbitro, hasta el punto de poder jugar con sus gobiernos como le daba la gana! En estas circunstancias, la Generalidad declara la guerra, esto es, fuerza a la violencia al Gobierno de Madrid, cuando jamás el Gobierno de Madrid se habría atrevido a hacer lo mismo con ella.



  El Ejército ante el Gobierno de Cataluña

El entonces capitán general de Cataluña, un catalán de ideas moderadas que luego moriría fusilado por los Nacionales en 1937, el general Domingo Batet llamó al jefe de los mozos de escuadra, Pérez Farrás, para que se presentase en la capitanía general y se pusiese a sus órdenes. Éste le respondió que sólo obedecía a Lluis Companys. Batet, inmediatamente, llamó al jefe del gobierno español, Alejandro Lerroux, y siguiendo sus órdenes proclamó el estado de guerra conforme estipulaba la Ley de Orden Público de 1933.


En la ciudad aparecieron las primeras barricadas mientras que por la calle circulaban grupos armados de independentistas catalanes. Los insurrectos se atrincheraron en el edificio de La Generalidad, defendida por un centenar de mozos de escuadra; en la Comisaría de Orden Público de la vía Layetana se atrincheró el Consejero de Gobernación Dencàs junto a un grupo de militantes armados de ERC; varios núcleos de resistencia armada aparecieron en otros edificios oficiales de la ciudad como los locales de Fomento del Trabajo Nacional también en la vía Layetana.

A las once de la noche del día 6, una compañía de infantería y una batería de artillería llegó a la Rambla de Santa Mónica, cuando su capitán se disponía a leer el bando de proclamación del estado de guerra sufrieron  una agresión con armas de fuego resultando muertos un sargento y heridos otros siete soldados. La repuesta fue el bombardeo con artillería del edificio desde donde les disparaban, produciendo la acción del Ejército cuatro muertos. Los agresores se rindieron a la una y media de la madrugada del día 7 de octubre.

Unas horas antes, hacia las diez de la noche del día 6, una compañía de artillería había ocupado la actual Plaza de San Jaime, produciendo un choque armado entre los mozos de escuadra y los militares, huyendo éstos a refugiarse al Ayuntamiento de la ciudad en el que se acababa de votar una moción presentada por el alcalde de Barcelona Carles Pi i Sunyer de adhesión al Gobierno de la Generalidad. El asedio se amplió con la llegada de una compañía de ametralladoras. ​

​A las seis de la mañana del día 7, diez horas después de la proclamación de la independencia, Companys comunicaba al general Batet su rendición. Esa noche, el consejero de Gobernación Dencás huyó del Palacio de la Generalidad por las alcantarillas sin hacer resistencia alguna  a los soldados españoles.

A las siete de la mañana del 7 de octubre las tropas entraron en el Palacio de la Generalidad y detuvieron a Companys, a su gobierno, al presidente del Parlamento y varios diputados, para luego proceder a la detención del alcalde de Barcelona y de varios de sus concejales. En las calles de Barcelona reinaba ya la calma. La revuelta había costado 46 muertos y más de tres mil detenidos. Los militares que se habían sublevado, el comandante Pérez Farrás y los capitanes Escofet y Ricart fueron condenados a muerte, siendo su pena conmutada por la cadena perpetua por el presidente de la República Alcalá Zamora.​ El presidente y el gobierno de la Generalidad fueron juzgados por el Tribunal de Garantías Constitucionales y fueron condenados por rebelión militar a treinta años de prisión, que cumplirían, unos en el penal de Cartagena y otros en el del Puerto de Santa María. El 23 de febrero de 1935 fueron puestos en libertad provisional el alcalde de Barcelona y los concejales detenidos.


La autonomía catalana fue suspendida indefinidamente por una ley aprobada el 14 de diciembre a propuesta del Gobierno español y la Generalidad de Cataluña  fue sustituida por un Consejo de la Generalidad con un presidente denominado gobernador general de Cataluña.

La historia se puede repetir. Las gran duda es si los independentistas de hoy tendrán el valor de los de 1934 y el gobierno de Madrid la misma decisión que tuvo Lerroux. ¿Rajoy será capaz, si la situación lo exige, de enviar a nuestra Fuerzas Armadas?

Una cosa sí nos asegura la historia, las medidas tomadas por el gobierno español en 1934 no causaron el odio y el aislamiento internacional de España. Los gobiernos de Europa continuaron manteniendo relaciones con España sin inmutarse, ya que TODOS actuaban y actuarán de manera similar ante crisis parecidas. No creo necesario recodar los treinta años, si treinta años, de guerra civil abierta que sostuvieron los distintos gobiernos de Londres en la etapa final de su lucha contra el IRA para mantener la soberanía de Gran Bretaña sobre Irlanda del Norte, ni su decisión para enviar a su Ejército y Armada a luchar contra Argentina por las insignificantes islas Malvinas. No paso nada.



Luis E. Togores
Historiador. director del Departamento de Humanidades de la Universidad CEU San Pablo de Madrid
Blog: generaldavila.com







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