Los antecedentes de la Semana Santa, que en principio pudiera pensarse que son perfectamente conocidos, se pierden en la noche de los tiempos. Resulta fundamental su entronque con las antiguas festividades hebreas que a su vez enlazan con los antiguos cultos mágicos y supersticiosos que tienen su origen en las celebraciones de la llegada de la primavera.
Nos trasladamos a Oriente Medio. Las conmemoraciones ancestrales que celebran el inicio de la primavera, se identifican especialmente por dos ceremonias o ritos que, en principio, no tienen nexo de unión: el pan ácimo y la sangre del cordero. Son dos rituales que pertenecen a dos mundos y culturas completamente distintas, a dos sociedades: una agrícola, la primera, y nómada la segunda.
La ceremonia del pan ácimo refleja la preocupación de los primeros agricultores que, tras obtener la primera cosecha de la temporada, procuraban no mezclarla con la levadura de la cosecha anterior. Era un acto de renovación. La nómada muestra el ritual de las tribus de pastores, que coincidía con el brote de los pastos en primavera y el nacimiento de las primeras crías. En ésta celebración se sacrificaba un cordero con el fin de conseguir fecundidad y prosperidad, a la vez que derramaban la sangre alrededor de su tienda o refugio con el fin de evitar la entrada del mal.
Con el paso del tiempo las tradiciones del pan sin fermentar y la sangre del cordero se funden en el pueblo judío, como consecuencia de la penetración en la región agrícola de Canaán de tribus nómadas procedentes del norte. Estas tradiciones ya se mencionan en la Biblia como vínculo de origen, cultura, creencias y simbolismo que identifica al hombre hebreo con la actitud de sus antepasados, haciéndole partícipe de un espíritu común a través del tiempo.
El rito nómada de la sangre protectora se volverá religioso y la ceremonia de origen agrícola del pan ácimo, se tornará en acontecimiento histórico, adquiriendo una nueva dimensión (La huida de Moisés y los hebreos de Egipto que, sin tiempo para terminar de preparar el pan, emprenderán el largo viaje hacia la tierra prometida consumiendo pan ácimo). Es el cambio milagroso de la totalidad de un pueblo de la servidumbre y la esclavitud, a la vida y la libertad. A partir de aquel momento el pueblo judío celebrará la Pascua (Pésaj), que viene a significar “tránsito” o “paso”.
Sin embargo, la fecha de celebración siempre fue imprecisa y variaba en el día de la semana y entre las propias comunidades judías. Con la confección de un nuevo calendario, que tampoco es puesto en práctica por la totalidad de los hebreos, la celebración de la Pascua se realizará en el que será el primer mes del año bíblico, el día 14 del mes nisán, (Ex. 12,2 y Lv. 23, 5-6). En la actualidad, el pueblo judío celebra la Pascua el primer día de luna llena, tras el equinoccio de primavera.
En cuanto a la celebración de la Pascua por parte de los cristianos, tiene su inicio y entronque en la fiesta hebrea. La pasión, muerte y resurrección transcurren durante la celebración de la Pascua judía, y Cristo, con la celebración de la “última cena” antes de su pasión y muerte, instituye la conmemoración cristiana partiendo de la ceremonia propiamente judía, en la primera luna llena de primavera contando con los primitivos elementos hebreos, pero trasmitiendo un nuevo mensaje: pan=cuerpo y vino=sangre, “haced esto en recuerdo mío” (Lc. 22,19).
No es de extrañar, que los primeros cristianos continúen celebrando la Pascua del Señor al mismo tiempo que los judíos, en la noche del plenilunio del primer mes de primavera. El papa Víctor, en el s. II, se aleja de la coincidencia hebrea y traslada la fiesta al domingo de la semana de la primera luna llena, con el fin de celebrar la Resurrección.
En el Concilio de Nicea del 325 d.C, se acordó definitivamente que la Pascua, el Domingo de Pascua o Resurrección, se celebraría siempre después del equinoccio de primavera, el domingo tras el primer plenilunio, cuya fecha viene a oscilar entre el 22 de marzo y el 25 de abril (este año el 16 de abril).
Se considera la Semana Santa como la fiesta cristiana por excelencia. Es en Tierra Santa donde se inician los actos evocando la pasión, muerte y resurrección de Cristo, instaurando una liturgia específica y generando las primeras procesiones, no con imágenes como en la actualidad, sino utilizando las propias reliquias de la Pasión.
Interesante resulta el testimonio de la peregrinación que en el s. IV, entre los años 381 al 384, realizó a los Santos Lugares una religiosa de ascendencia noble y notable cultura. Oriunda del noroeste español, posiblemente de la zona leonesa de Bierzo, Eteria se muestra en sus escritos como una mujer inquieta, de ilimitada curiosidad y profundamente religiosa. En su viaje a Tierra Santa detalla la liturgia y las celebraciones que se realizan en aquella época por las calles y alrededores de Jerusalén. La peregrina comenta que: “Son parecidas a las que se realizan en mi tierra”. Este dato curioso que ofrece la religiosa, confirma que ya en el s. IV existían por la zona leonesa procesiones o manifestaciones religiosas que conmemoraban en la calle la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo: son los primeros antecedentes de la Semana Santa tal y como hoy la conocemos.
Salvo alguna importante excepción que ha llegado hasta ahora, en el s. XIX el Estado y la Iglesia consiguen eliminar algunas escenificaciones religiosas, aunque no se logra postergar por completo de la Semana Santa las procesiones, principales actos de la misma.
Estas procesiones ponen en las calles tallas muy realistas sobre episodios de la pasión, muerte y resurrección, que se transportan sobre barrocos pasos o tronos, y que se conservan muy vivas principalmente en Andalucía, León y Castilla, adaptadas a una nueva época y alejadas de muchos de sus componentes trágicos y medievales.
- Semana Santa León 2017.
- Pascua judía.
- Última Cena. Leonardo Davinci.
- Sello conmemorativo de viaje monja Eteria a Tierra Santa.
- "Dios de la Madera" (Montañés) contemplando la salida procesional
de Nuestro Padre Jesús de la Pasión. Juaquín Turina.
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