Hace algún tiempo publicamos una entrada sobre el “interior de las iglesias” (http://www.fonsado.com/2011/01/el-interior-de-las-iglesias.html), tomando como inicio los grabados que realizó Francisco Javier de Parcerisa del interior de nuestra catedral a mediados del s. XIX. En uno de ellos se aprecia la nave central en dirección oeste, hacia el coro, con el bello rosetón occidental al fondo y la mágica desintegración de la luz del mediodía al atravesar sus vitrales. Dos de las figuras principales que aparecen en el grabado, una mujer y un joven arrodillado, dirigen sus oraciones, curiosamente, de espaldas al altar mayor.
No vamos a entrar en la “desorientación” de estos fieles, pero si en algunos curiosos comportamientos, prácticas y usos de los feligreses durante los oficios religiosos de antaño pero, sobre todo, en la patente ausencia de mobiliario y desnudez de las naves de los templos a lo largo del tiempo.
En la actualidad nos resulta sorprendente imaginar el interior de catedrales, basílicas, iglesias o ermitas sin ningún tipo de mobiliario. En los primeros siglos los devotos ni siquiera se sentaban durante la predicación y cuando lo hacían, siempre por indicación del sacerdote o ministro, se sentaban en el suelo. En esta tesitura era posible y frecuente el movimiento o “traslado” de los fieles durante la celebración, asunto impensable hoy en día donde el sacerdote se ha convertido en el único actor de la “representación”, mientras los asistentes se sitúan estáticos en el puesto elegido y siempre con la vista fija en el celebrante.
A partir de los siglos XIV-XV se introduce en escasos templos algún reclinatorio casi siempre destinado a personajes destacados. Esta costumbre se impondrá más adelante en los templos protestantes con el fin de que los fieles pudieran sentarse durante los sermones que, a veces, duraban horas. La práctica irá adueñándose muy lentamente de las iglesias católicas, sobre todo después de la Contrarreforma (siglos XVI-XVII), que dará gran importancia a la “proclamación de la Palabra”.
A partir del XVII-XVIII comienzan a imponerse lentamente los grandes bancos con reclinatorio y respaldo alto, aunque en España, todavía en el siglo XIX e incluso a comienzos del XX, la mayoría de las iglesias permanecerán sin ningún tipo de amueblamiento, salvo algún que otro sencillo confesionario, los rocambolescos púlpitos o los impresionantes retablos, que se sitúan principalmente en el altar mayor para después ocupar las capillas laterales y, más adelante, cualquier punto en los lienzos laterales de las naves.
En alguna de estas representaciones también se pueden distinguir las distintas clases sociales, la vestimenta, el fervor religioso, la presencia de inválidos, de vendedoras, de amas de casa que acuden con su cesta o amamantan niños, … y hasta la tranquila presencia de algún que otro perro en aquellas inmensas naves que, vagabundeando o al lado de su dueño (Iglesia de San Isidro de Madrid de Pérez Villamil), asiste también a misa.
Existe un curioso testimonio de las costumbres y comportamiento de la clase alta en las iglesias, realizado por la condesa de D´Aulnoy en su obra “Un viaje por España en 1679”. La escritora francesa relata la conducta de hombres y mujeres de la clase alta madrileña en el interior de los templos:
"Las mujeres que frecuentan las iglesias acostumbran oír dos, tres y hasta una docena de misas; pero tan distraídamente que muestran bien a las claras estar pensando en otra cosa. Llevan manguitos de a media vara, hechos con la mejor marta cebellina, que no habrán costado menos de cuatrocientos o quinientos escudos; y los han de subir para sacar las puntas de los dedos. Usan también abanicos, tanto en verano como en invierno, y ni aun durante el santo sacrificio cesan de darse aire con ellos. Se sientan sobre las piernas y toman incesantemente rapé, pero sin mancharse, porque en esto, como en lo demás, son sus maneras correctas y pulcras. Durante la elevación de la sagrada forma, hombres y mujeres se golpean el pecho hasta una veintena de veces, con tanto estrépito que parece armada una riña. Los galanes se apresuran a rodear la pila de agua bendita apenas termina el oficio, para ofrecerla a las damas de su agrado, con algún piropo suplementario, al que saben ellas corresponder sobria y discretamente. El nuncio del Papa acaba de prohibir esa costumbre, conminando a los infractores con pena de excomunión.".
Como vemos la ausencia de mobiliario es patente. Damas y caballeros emplean las iglesias para, de alguna manera, relacionarse socialmente gracias a la inexistencia de mobiliario que no “obliga” a situarse en un mismo lugar durante el tiempo del oficio. Esta “libertad” hará muy factible la movilidad por la nave así como facilitará las relaciones entre los asistentes, al no estar obligados a permanecer estáticos ocupando un lugar determinado en un reclinatorio o en un banco.
En la anterior entrada, como ya comentamos, se mostraban ejemplos de interiores de templos, pintados magníficamente por artistas españoles del XVIII-XIX. Hoy queremos mostrar estampas cercanas, fotografías de los templos leoneses que, aunque muy escasas, reflejan fielmente el interior de nuestras iglesias y el comportamiento y aptitud de los leoneses en los oficios litúrgicos a finales del XIX y comienzos del siglo XX.
Comenzamos con nuestra catedral, la catedral de Santa María de Regla, de la que, como vimos, existe algún que otro grabado de su interior y alguna fotografía de finales del XIX y comienzos del XX.
De los primeros años del XX es esta fotografía del interior de la catedral. Se aprecian unas hileras de simples bancos corridos y enfrentados en perpendicular al altar mayor, situados entre éste y el crucero.
Fotografía de la misma época, con escasas y sencillas bancadas a disposición de los fieles, situadas entre el crucero y el altar mayor.
Curiosa fotografía del interior de la catedral. Los fieles se congregan arrodillados ante el trascoro donde no existe ningún tipo de mobiliario. Es un día de Semana Santa de principios del XX. En los laterales se han colocado grandes cortinajes, lo mismo que en el arco de medio punto en la parte central del trascoro. Un sacerdote celebra la Eucaristía en el centro de la puerta. En el arco, sobre el altar, una representación pintada de la Sagrada Cena.
Pérez Villamil realizó este hermoso grabado del trascoro de nuestra catedral, nada menos que en la primera mitad del siglo XIX. Varios lugareños, con ausencia total de mobiliario, unos de pie otros arrodillados, siguen un oficio religioso o simplemente rezan. Pero también es lugar para charlar, como los dos varones que figuran en primer plano.
Estas dos fotografías están realizadas por Winocio Testera alrededor de 1900. Corresponden al interior de la Basílica de San Isidoro y, como puede observarse, aún en esos años no existía ningún tipo de mobiliario, salvo la doble puerta de entrada y un confesionario en la nave del Evangelio.
San Isidoro unos años después aparece con varios bancos y reclinatorios. Poco a poco el interior de las iglesias se va llenado con mobiliario irregular y de colocación aleatoria: bancos sencillos sin respaldo, otros con respaldo y reclinatorio, o reclinatorios individuales. Estas sillas-reclinatorios solían dejarse permanentemente en la iglesia por su dueño. La más popular estaba fabricada con enea y se utilizaban tanto para sentarse como para arrodillarse.
Una imagen del interior de San Miguel de Escalada, la joya mozárabe del siglo X. La fotografía esta fechada en los primeros años del siglo XX y en la que se puede apreciar la carencia por completo de mobiliario.
Más antigua es esta fotografía de San Miguel tomada por J. Laurent a finales del XIX. El único mobiliario existente es un pequeño púlpito en la nave del Evangelio. Destacar los cortinajes existentes en el iconostasis.
Santa María de Arbás a primeros de siglos XX. A excepción de un candelero y el púlpito de metal, ningún mobiliario.
Monasterio de Gradefes. Únicamente retablos, candeleros y un par de pequeños bancos enfrentados.
Esta última fotografía corresponde a la iglesia leonesa de San Martín. Posiblemente sea una toma realizada algunos años antes de 1900. La imagen es contundente. Mientras el cura hace su prédica subido al tradicional púlpito, los fieles, reflejo de una sociedad leonesa aldeana y agraria, escuchan atentamente las palabras del clérigo.
El templo carece de mobiliario. En primer plano, únicamente se aprecia una pequeña y sencilla banqueta de enea al lado de una mujer que, parece, estar sentada sobre otra igual. La mayoría de las mujeres se sientan en el suelo sobre las piernas cubriéndose con aparatosa y humilde vestimenta. Los hombre en pie al fondo.
- Catedral de León. Parcerisa.
- Interior de catedral. Pérez Villamil.
- La confesión. Pietro Longhi.
- Capilla de San Isidro en la iglesia de San Andrés de Madrid. Pérez Villamil.
- Idem. Pérez Villamil.
- Condesa de D´Aulnoy .
- “Un viaje por España en 1679”. Condesa de D´Aulnoy.
- Misa solemne en una iglesia andaluza. Joaquín Fernández Cruzado.
- Varias iglesias de León y provincia.
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