En las celebraciones que ya se realizaban durante la Semana Santa al final del primer milenio, incluso antes, se efectuaba un rito que formaba parte importante de la liturgia cristiana: el Oficio de Tinieblas.
El propio Jesucristo impulsó la obligación de rezar con habitualidad. De esta manera y a lo largo de los siglos, la oración diaria se estableció con asiduidad como deber cristiano, recibiendo el nombre de Oficio Divino u Opus Dei, aunque es conocida comúnmente como Liturgia de las Horas. Dicha Liturgia sufrió numerosas reformas y modificaciones a lo largo del tiempo en los distintos territorios cristianos, o en su contenido, según las particulares reglas de las distintas órdenes religiosas, quedando confinada con el paso de los siglos, casi en exclusiva, a la vida monástica.
Vídeo realizado por Antonio García Ceballos (Matracas y Carracas Mansilla – 2014)
Esta Liturgia comienza con el rezo de maitines (poco después de medianoche) y laudes (antes del amanecer). Estos dos oficios se anticiparán durante la Semana Santa a su horario normal y, tras los rezos de completas (sobre las 21 horas), el Miércoles, Jueves, Viernes y Sábado Santo, se sustituirán por una ceremonia más especial destinada a conmemorar la muerte de Cristo. Este rito se conocerá como Oficio de Tinieblas, del latín tenebras, falta de luz, oscuridad.
En esos días la Humanidad quedaba sumida en la penumbra, en las tinieblas, hasta el día de la Resurrección, por lo que todos los fieles se incorporaban para celebrar la Pasión y Muerte de Jesucristo: el Miércoles se rememoraba la Pasión, el Jueves la Agonía, el Viernes la Muerte, y el Sábado se realiza la conmemoración de las Exequias y Sepultura.
Durante el Oficio, aparte del elemento visual y de reunión, eran vitales dos componentes: el ruido, que luego veremos, y el Tenebrario. Éste era y es un candelabro de gran tamaño, normalmente de madera, con forma triangular que recuerda la Santísima Trinidad, y que contiene quince velas, siete a cada lado y una, la más elevada, en el ángulo central. Con sus múltiples variantes locales, en el Oficio de Tinieblas el candelabro o Tenebrario es uno de los protagonistas.
No existen piezas destacadas de Tenebrarios en León, como ocurre en otras ciudades, pero resulta curioso su parecido con el tradicional árbol o ramo leonés de Navidad, de tanta tradición. Como hemos señalado, los Tenebrarios poseen, normalmente, quince velas que representan a los once Apóstoles (excepto Judas), las tres Marías (Salomé, Magdalena y Cleofás), y la vela de la cúspide que simboliza a Cristo (conocida como vela María). Sin embargo, en algunas tradiciones, la vela del vértice era considerada como la representación de la Virgen María, la figura del Nuevo Testamento que siempre creyó en la Resurrección.
Durante el Oficio el templo se mantiene en penumbra y, según se van cantando los Salmos correspondientes (68, 69, 70), se apagan, de derecha a izquierda y de abajo a arriba, todas las velas, creando un clima de tinieblas. Al finalizar, y cuando se han apagado catorce de las velas, se canta el Miserere (Salmo 50 -51-) y se oculta el Tenebrario en la parte posterior del altar, representando así la entrada de Cristo en la sepultura, pero también la espera de la Iglesia hasta la llegada de la Luz que renacerá el Domingo de Pascua. La ocultación del Tenebrario era el momento en que se producía el ruido ensordecedor en el templo, protagonizado por los fieles que utilizaban para ello todo tipo de utensilios e instrumentos, pero también mediante aplausos, aullidos o gritos, en los que no faltaban los juramentos.
La prohibición del uso de metales para las manifestaciones religiosas y populares durante la Semana Santa, y por consiguiente la inutilización de las campanas en dichas fechas, originó el uso de varios artilugios sonoros de madera de origen judío y musulmán: carracas, matracas, tabletas, etc.
Como hemos señalado, al finalizar el Oficio de Tinieblas, tras el canto del Miserere y la ocultación del Tenebrario, los fieles gritaban y golpeaban los bancos o el mobiliario con las manos, mazos o cualquier otro utensilio, además de utilizar los instrumentos señalados, cuyo ruido trataba de representar las convulsiones de la naturaleza que relatan los Evangelios y que siguieron a la Crucifixión: “… la tierra tembló y se partieron las piedras y los sepulcros se abrieron ...”.
Pero no solo las carracas, matracas, matracones, mazos, tabletas, etc., se utilizaban para estas ocasiones. Los monaguillos y sacristanes sustituían sus campanillas por tabletas o carracas, los fieles procesionaban con los mismos instrumentos y, desde las espadañas y torres de las iglesias y catedrales, se convocaba a los fieles con grandes matracas, una vez “muertas” e inmovilizas las grandes campanas. El mutismo de las campanas debía ser especialmente llamativo en el paisaje sonoro de antaño, fundamentalmente en el medio rural, donde carillones y campanas tenían, además de su tradicional uso religioso, una significativa finalidad social, marcando el ritmo de vida cotidiano.
El Concilio Vaticano II levantó la prohibición del uso de las campanas durante la Semana Santa. Esta innovación enterró poco a poco el uso de este tipo de instrumentos, así como el Oficio de Tinieblas. Los pequeños instrumentos quedaron en desuso y las grandes piezas situadas en el interior de los campanarios fueron arrinconadas y la mayoría de ellas arruinadas.
Tenemos referencia de la existencia de una gran matraca en nuestra Catedral que poca gente recordará ya su escandaloso sonido, mientras volteaba en el interior de la torre norte de la Catedral. Constaba de unas palas giratorias con unos mazos que golpeaban repetidamente sobre las palas, al hacer girar la estructura. Este especial sonido, aumentado por su situación en lo alto de la torre, posiblemente hace ya más de sesenta décadas que no se escucha en la ciudad.
Narciso Casas en su libro “Historia y Arte en las Catedrales de España”, señala que la matraca de la Catedral de León, fue trasladada al depósito de San Isidoro por falta de espacio. Hace unos años, y gracias a la existencia de una antigua fotografía, los alumnos del Centro de Oficios de León han podido realizar una réplica exacta que ha sido cedida al Museo Etnográfico de Mansilla de las Mulas, y que se podemos ver y oir en el vídeo realizado por D. Antonio García Ceballos (Matracas y Carracas Mansilla – 2014), del que se muestra un fragmento.
En ese mismo Museo se celebró en el 2010 la exposición, “Matracas y Carracas. Los sonidos olvidados de la Semana Santa”, con una enorme variedad de tipos expuestos. Estos instrumentos cumplen con una línea común: la carraca normalmente está formada por una rueda giratoria dentada que al voltear choca con una placa o lengüeta de madera fija, provocando un sonido característico; la matraca suele contener varias palas de madera que giran alrededor de un eje, haciendo que golpear los mazos que llevan anclados sobre las palas; la más sencilla es la tableta, una pequeña pala que lleva un fragmento de madera sujeto con cuerdas, que al agitarse produce un sonoro traqueteo.
Después del Concilio Vaticano II y a la “modernidad” que se impuso con posterioridad, afectaron de manera decisiva a numerosas costumbres antiguas, tanto sociales como religiosas, considerándolas como viejos hábitos que deberían desaparecer o modernizarse. Esa misma modernidad, con el paso del tiempo, ha tratado de recuperar toda la olvidada cultura popular y religiosa anterior, revitalizando costumbres, tradiciones, música, utensilios, etc.
Una de esas prácticas renovadas es el Oficio de Tinieblas, que aunque no se realiza completo ni todos los días por lo tedioso de su continua salmodia, al menos recupera ciertos aspectos que evocan la ceremonia, con la presencia del Tenebrario y su icónico apagado, y la revitalización de los clásicos instrumentos que rememoran esos sonidos olvidados de la Semana Santa.
León no se ha quedado atrás y en varios pueblos de la provincia, entre los que destaca Mansilla de las Mulas, se ha vuelto a celebrar el rito de Tinieblas. En la capital y en la antigua iglesia de Santa María la Real, desde hace unos años y cada tarde del Jueves Santo, la Cofradía leonesa del Santo Cristo del Desenclavo, revive la ancestral tradición.
Cofradía del Santo Cristo del Desenclavo
Oficio de Tinieblas y Procesión del Santo Cristo de las Injurias
Santa Marina la Real
“Puede que sea una verdadera muestra de exaltación de la Fe la que se produce en el interior del Templo de Santa Marina la Real cada tarde de Jueves Santo. Se trata del Oficio de Tinieblas. Folklore popular absorbido de la tradición litúrgica desde tiempos remotos, se muestra en todo su esplendor entre los muros de la antigua iglesia jesuita. Son las voces de los Hermanos varones los que entonan, junto al Consiliario, en el Altar Mayor, el Canto de los Salmos 68, 69, 70 y el clásico Miserere. La forma del Miserere se recopiló en la forma tradicional cantada de la localidad leonesa de Tendal de la Sobarriba por la primera Junta de Seises; un ejemplo más del compromiso que adquirió la Cofradía con la conservación y restauración de las tradiciones del pueblo leonés. Al finalizar cada uno de los versos de los Salmos, un Hermano irá apagando una vela del Tenebrario, colocado expresamente en el centro del Altar. La luz se irá difuminando hasta que expire la última llama igual que lo hizo Jesús, y el Gólgota tembló. Así fue y así tiembla también el interior de Santa Marina mediante el estruendo de las carracas y las matracas en medio de una absoluta oscuridad.
La tierra y el luto salen del sagrado templo una vez jurado el voto de silencio. Los sonidos secos envueltos por el llanto que produce la Ronda anuncian los pasos débiles del Santo Cristo de las Injurias cargando su madero al hombro. Hasta 2012 le precedía con mirada atenta y suplicante el Ecce Homo o Cristo Atado a la Columna, soportando sus heridas y humillaciones, pero consolado y arropado por el púrpura de las Hermanas Braceras. Hasta el año 2002, también procesionó la Virgen de la Sexta Angustia y Nuestra Señora de las Candelas, portada por las hermanas de la Cofradía; imágenes que a día de la fecha se han suprimido de esta procesión por varias razones. En el caso del Cristo atado a la columna, por su delicado estado de conservación que aconsejó la retirada en tanto no se procediera a su restauración.
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Delante de cada trono las Banderas, carracas, matracas e incensarios acompañan el sonido de las horquetas golpeando el pavimento del barrio de las Altas Torres. Es destacable el empleo de estos dos típicos instrumentos leoneses del folklore popular, la carraca y la matraca, que antiguamente se empleaban en las procesiones y que con el paso del tiempo se han ido dejando de lado. Varias de las que tiene la Cofradía fueron adquiridas también en distintas localidades de la zona de La Sobarriba, datando, incluso, algunas del siglo XIX.”
- Tenebrario. Oficio de Tinieblas. Cofradía del Santo Cristo del Desenclavo. Santa Marina la Real, León.
- Matraca torre norte Catedral de León. Vídeo: Antonio García Ceballos (Matracas y Carracas Mansilla – 2014).
- Tenebrario.
- Matraca Catedral de León.
- Reproducción matraca torre norte Catedral de León.
- Cartel exposición.
- Cartel VII Rito de Tinieblas 2016. Mansilla de las Mulas.
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