La tradición de los desfiles procesionales de la Semana Santa no tienen un punto
de partida definido, no comienzan en un momento determinado. Son el resultado de
un proceso largo y muy cambiante a lo largo del tiempo, influido en sus inicios
por la tradición pagana que tenían en los procesiones su manifestación de culto
público, como conducto para exteriorizar la devoción y adoración hacia sus
dioses, o para conmemorar las celebraciones y fiestas estacionales, tan unidas a
su propia subsistencia, como la celebración de la llegada de la primavera.
Los ancestrales cortejos, denominados “pompas”, exaltaban el fondo festivo y lúdico de las comitivas, en las que era habitual la presencia de carromatos o carrozas engalanadas, coros, músicos y danzantes. Las procesiones cristianas, aunque tiene su origen en las tradiciones paganas, se remontan a los primeros siglos de nuestra Era. Se suelen realizar desfiles de un lugar sagrado a otro, con el fin de promover la devoción de los fieles participantes.
Conocemos la más antigua descripción de la celebración de la Semana Santa. Corresponde al testimonio que realiza la piadosa Etheria, natural probablemente de la tebaida leonesa, que en su peregrinación a Tierra Santa en el s. IV dC., detalla las ceremonias que se realizaban en Jerusalén durante el Viernes Santo. La peregrina leonesa ofrece un curioso dato: “son parecidas a las que se realizan en mi tierra”. Este testimonio confirma que, aunque parece que las procesiones podrían tener su origen en Tierra Santa donde se conmemoraban los acontecimientos dela Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo en el mismo lugar en el que sucedieron, en el noroeste peninsular ya existían celebraciones parecidas a las que se llevaban a cabo en Jerusalén.
Este tipo de ceremonias, posiblemente reflejaban dos tipos de actos: las escenificaciones y las procesiones, que se realizarían durante el Jueves y Viernes Santo. Estos actos, que ya tienen entidad al final de la Edad Antigua, se ven reforzados y fomentados en la Península en plena Edad Media, concretamente en el siglo XIII, con la publicación del Código de las Siete Partidas del rey Alfonso X, texto en el que se recomienda y se promueven las representaciones que, “recuerden la memoria del pasado”, referente a la Pasión y Muerte de Cristo: el lavatorio, la oración en el huerto, la flagelación, el camino al Calvario, la crucifixión, etc.
Con el fin de la Edad Media, se realiza un giro significativo en las manifestaciones de la Semana Santa. Hasta ese momento, las imágenes y la devoción popular presentaban un Cristo glorioso, en majestad, protector, rey del mundo y triunfalista, como se comprueba en la iconografía existente en las pinturas o en las imágenes que ocupan las portadas de nuestras catedrales. Tras la Edad Media, la miseria y el hambre que se extiende por toda Europa y, sobre todo, la peste, transmutan las representaciones triunfales en otras donde se aprecia un Cristo esclavizado, resignado y torturado, que inspira un sentimiento dramático, incluso y en ocasiones, tétrico y macabro.
La irrupción periódica de las terribles epidemias de peste negra por Europa, origina procesiones de penitencia donde surgen los alumbrantes, flagelantes o disciplinantes, que se trasladaban de pueblo a pueblo, portando estandartes e imágenes con escenas de la Pasión, mientras que, desnudos hasta la cintura, se azotan incansablemente. A su llegada a los pueblos, estos grupos realizaban representaciones sacras sobre escenas de la Pasión, además de las conocidas y famosas Danzas Macabras, donde la muerte era la protagonista. Estas procesiones, con el tiempo, se fueron convirtiendo en espectáculo y a partir de los siglos XVI-XVII, con motivo de los dictámenes del Concilio de Trento, las procesiones de penitentes se trasformaron con el fin de fomentar el culto a las imágenes sagradas y como apoyo a la enseñanza de la doctrina católica.
A raíz de esto, nacen, sobre todo en España, las extraordinarias escuelas de tallas religiosas en madera, que combinan dramatismo, dulzura y perfección anatómica. La imagen del Cristo humano, sumiso y atormentado, se arropa con toda una parafernalia barroca de objetos ostentosos: estandartes, indumentarias lujosas, luminarias, etc., pero manteniendo la representación de los diversos episodios de la Pasión, dando lugar así a un segundo cambio importante en las costumbres que llevará a las manifestaciones actuales de la Semana Santa.
Surgen así lo que se conoce como “pasos” escultóricos, escenas sobre la Pasión compuestas por tallas de madera que en las procesiones son trasladadas a hombros por los miembros de las cofradías. Es también en este momento, cuando aparece con fuerza la rivalidad entre cofradías. A las compañías denominadas “cofradías de sangre”, intituladas de la Vera Cruz, promovidas por los franciscanos y que extendían la práctica pública de la flagelación, surgen las patrocinadas por los dominicos partícipes en la fundación de las cofradías de Jesús Nazareno, o la de la Virgen de las Angustias y Soledad.
Los procesos desamortizadores de mediados del siglo XIX, hacen prácticamente desaparecer cofradías y representaciones. Las procesiones de Semana Santa pervivieron solamente y con muchas dificultades, en algunos puntos de León, Andalucía, Castilla y Murcia, pero a partir de la segunda mitad del siglo XIX, debido principalmente a una reactivación del comercio que provoca el auge de una clase burguesa tradicional y de la consolidación de una monarquía conservadora, se produce la revivificación de las celebraciones en algunas ciudades, abandonando los componentes medievales y, de alguna manera, reinventando y trasformando los significados y funciones tradicionales de la Semana Santa.
- Procesión del buey Apis. Frederick A. Brigman.
- Primavera. Procesión de las Cerealias en Roma. Lawrence Alma-Tadema.
- Procesión Semana Santa Sevilla. Valeriano Dominguez Bécquer.
- Semana Santa, calle Génova, Sevilla. Alfredo Dehodencp.
- Procesión disciplinantes. Francisco de Goya.
- Martinez Montañés contemplando salida de Nuestro Padre Jesús de la Pasión. Joaquín Turina y Areal.
- Sevilla: Viernes Santo. Manuel Cabral, 1862.
- Cristo Vera Cruz de Puente Genil, procesión de sangre, tarde Jueves Santo.
- Sevilla, Semana Santa: Los Nazarenos. Sorolla 1914.