El pasado 19 de septiembre la ciudad de Nápoles fue nuevamente testigo del “Milagro de San Gennaro”, obispo de Benevento, martirizado durante la persecución de Diocleciano y patrono de la ciudad napolitana. Cada año la sangre de mártir, recogida en una ampolleta y custodiada en la Capilla Real del Tesoro de la Catedral de Nápoles, se licua en su festividad ante los fieles que acuden al templo.
Este acontecimiento está estrechamente ligado con la historia de la ciudad y descrito desde el siglo XIV, donde ya se hace referencia al fenómeno de la licuefacción, relacionándolo con la protección que ejerce el santo sobre la metrópoli de Nápoles, librándola de calamidades, pestes, guerras y, cómo no, de los permanentes y temidos efectos de las periódicas erupciones del Vesubio.
Nápoles y el Vesubio son los protagonistas de una de las ensenadas más conocidas y bellas del mundo: la Bahía de Nápoles. Una bahía que el desequilibrado emperador Calígula llegó a cruzar a caballo. Cuentan que un augurio había anunciado a Cayo Julio César Germánico, Calígula, que le sería tan difícil llegar a emperador, como atravesar a caballo la Bahía de Nápoles.
Para refutar el negativo oráculo, Calígula, siendo ya monarca, reunió cuatro mil embarcaciones unidas con cuerdas, a las que preparó serrando proas, popas, e instalando tablones y arena para realizar un extravagante desfile desde el puerto de Puteoli, al norte de Nápoles, a la finca que poseía en la localidad de Bauli: 2 kilómetros de puente que cruzó al frente de toda la caballería y de veinte mil infantes, como si hubiera regresado de una gran batalla convertido en dios.
Anécdotas aparte, la historia de la ciudad de Nápoles es una de las más antiguas y ricas de toda la Península Itálica y única en el mundo por los pueblos que la ocuparon. Su origen es griego, pero fue dominada por romanos, ostrogodos, bizantinos, normandos, angevinos, aragoneses, españoles, franceses y austriacos, hasta su incorporación al Reino de Italia tras la unificación a mediados del s. XIX.
El establecimiento griego en la bahía se produce en el siglo VIII aC. Emigrantes griegos procedentes de la isla de Eubea, fundaron en la isla de Ischia la que, probablemente, fuera la primera colonia griega de Occidente: Pithecusa. Un siglo después, se instalarán en el continente, sobre el Monte Echia, cercano a la costa, frente al islote volcánico de Megaris, donde actualmente se erige la fortaleza llamada Castell dell’Ovo. Este último establecimiento griego recibirá el nombre de Parténope o Palépolis (ciudad vieja).
No podía faltar la explicación mitológica en la fundación de este primer asentamiento en el continente. En la mitología griega, Parténope, Leucosia y Ligia eran las tres sirenas que, desde las rocas de la isla de Capri, en plena bahía napolitana, intentaron con su bello canto atraer y seducir al héroe de Troya, Ulises.
Siguiendo los consejos de la hechicera Circe, Ulises, al acercarse con su barco a Capri, taponó los oídos de sus hombres, mientras él se ataba al palo mayor para conseguir escuchar y disfrutar de los admirables cantos, sin sucumbir a ellos. La menor de las tres sirenas, Parténope, enamorada del héroe griego y frustrada por no conseguirlo, triste e impotente, se suicidó ahogándose en las aguas de la bahía. Su cuerpo llegó hasta la costa y allí mismo surgió el asentamiento griego que llevó su nombre: Parténope. Pasados los años, cerca de ésta primera ciudad se fundó otra nueva, que se bautizó como “ciudad nueva”, Neápolis.
Pero Nápoles no sería Nápoles sin su sorprendente bahía, ni los lugares, pueblos y ciudades que se asoman a ella: los Campos Flegreos, los pueblos vesubianos, Pompella y Herculano, la turística Castellammare di Stabia, la península Sorrentina, con la encantadora y atractiva ciudad de Sorrrento asomada a los acantilados y bajo la protección de los Montes Lattari, las islas de Capri, Procida e Ischia y, cómo no, el Vesubio.
El Vesubio (1.281 m.) se encuentra situado a nueve kilómetros al este de Nápoles y a muy poca distancia de la costa. Su imagen destaca de manera majestuosa en el fantástico paisaje de la bahía, especialmente cuando se ve desde el mar, como hemos podido confirmar. Su apariencia es de una montaña “jorobada”, al encontrarse a 5 km los restos de un gran cono denominado Monte Somma (1.149 m.), que se originó en la conocida y brutal erupción del año 79 dC, que dejó sepultadas varias ciudades, entre ellas, las célebres Pompeya y Herculano, verdaderas joyas arqueológicas.
Pero retornemos a Nápoles. El trayecto desde el aeropuerto de Capodichino a la ciudad resulta una experiencia totalmente inesperada. La basura y la mugre se acumulan en cualquier lugar y esquina, mientras te envuelve el caos circulatorio que produce la sorprendente anarquía en la conducción, aunque, hay que reconocer, que los napolitanos son verdaderos expertos en la gestión.
Desde el año 1995 el centro histórico de Nápoles ha sido declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Es el más grande de Europa y posee la particularidad de conservar su original diseño, además de incluir restos arqueológicos del mundo griego y romano. Una treintena de museos, cientos de estructuras civiles y religiosas tanto medievales como modernas, más de 300 iglesias, incluyendo su maravillosa catedral, cuatro fortalezas, etc., ocupan la mayor parte de este centro histórico.
Una fracción importante de ese espacio urbano lo domina el Quartieri Spagnoli (Barrio Español). La calle principal que cruza el barrio es la conocida Vía Toledo, en memoria del español D. Pedro Álvarez de Toledo, quien fuera virrey a mediados del s. XVI. Esta larga arteria, que parte muy cerca de Castell Nuovo y el puerto y llega hasta Piazza Dante, es el eje de un gran entramado de estrechas calles perpendiculares, con ambiente y casas muy populares, donde se percibe, más que en ningún otro sitio, el sucio, caótico, pero sorprendente Nápoles.
Después de visitar la hermosa Piazza del Plesbicito, con su columnata semicircular, cercana a las impresionantes Galerías Umberto I, el Teatro San Carlos y el Palacio Real, pasamos por el popular Storico Gran Caffè Gambrinus, uno de los locales napolitanos más conocido, y por el que han pasado personajes célebres, artistas, políticos e intelectuales desde mediados del s. XIX, incondicionales de las tertulias de la época, mientras degustan un exquisito caffé lungo acompañado con alguna que otra sfogliatella. A pocos metros la turística Vía Toledo que nos introduce en el Barrio Español. Disfrutamos de sus típicas calles adyacentes, donde fácilmente te sorprenden rincones y pequeñas plazas, como en la Piazzetta Duca D’Aosta, en la que pudimos disfrutar de unas birras alla spina (cañas).
En el Barrio Español sorprenden los colores, la atmósfera ruidosa, las calles angostas, las tiendas que sacan sus productos a la calle, las heladerías, los edificios calamitosos de paredes y balcones desconchados que se sujetan con metros y metros de redes para evitar accidentes, los rincones convertidos en vertederos de chatarra, las banderolas, los cubos rebosantes de basura, las fachadas viejas y sucias saturadas de pintadas, la ropa tendida, ...
Pudimos comprobar en Vía Toledo la existencia todavía de los míticos cantantes ambulantes, conocidos como posteggiatori, mantenedores de la típica canción napolitana, y comprobar, en varias de sus calles, una de las más conocidas imágenes napolitanas: la ropa tendida entre las casas y en las fachadas (panni stesi). Según cuentan, se puede descubrir ropa tendida todo el año, llueva o haga sol, existiendo la siguiente expresión en la jerga popular napolitana:: “¿Ma sti pann nun s’asciuttano maje?” (¿Pero, esta ropa no se seca jamás?).
Sobre la tan manida peligrosidad de la ciudad de Nápoles, creemos que la ciudad ofrece para el visitante los mismos riesgos que otra gran ciudad turística: timadores, carteristas, amigos del tirón, etc., si bien, no hay que olvidarse de que Nápoles es la capital de la Camorra, con lo que manifiestamente existe diferencia con el resto de ciudades, al ser un centro del crimen organizado. No se debe obviar.
Es muy conocida la panorámica de la bahía desde el Castillo de San Telmo, pero posiblemente la imagen más conocida de Nápoles y de su bahía, es la que se disfruta desde Posillipo, colina y barrio residencial al oeste de la ciudad, desde el que se distingue claramente la isla de Capri, los Montes Lattari de la Peninsula Sorrentina, el Monte Somma y el Vesubio, y el cercano perfil de la costa de la ciudad, dominado por el islote de Megaris donde se instala el Castell dell’Ovo, frente al conocido Borgo de Santa Lucía. Es el conocido Borgo Marinari o barrio marinero, construido en el s. XIX, para asentar a las familias de los pescadores. Actualmente esta zona está ocupada por el puerto y el club náutico, y repleto de restaurantes y locales de moda.
Teodoro Cottrau, compositor italiano del s. XIX, realizó una de las obras musicales más famosas que se conocen, que tiene como protagonista la bahía, Nápoles y su Borgo de Santa Lucia. La letra de la canción alude a un pescador napolitano que navega con su barca por el golfo, mientras divisa a lo lejos, con nostalgia y admiración, su barrio costero. Es la música por excelencia de la bahía napolitana.
Cuentan de Nápoles, criterio que compartimos, que despierta en los visitantes reflexiones rotundas y emociones fuertes. No te deja indiferente: o la odias o la amas. Plinio el Joven, testigo y cronista de la erupción del Vesubio, y enamorado de la ciudad, comentó ya en el s. I dC.: “Ve a Nápoles y después muere”.
Las emociones que origina visitar Nápoles no han cambiado mucho. El periodista y diplomático asturiano del siglo pasado, Luís Amado Blanco, escribía: «Te quiero como eres, Nápoles. Te quiero como eres. Sucia, limpia, maravillosamente absurda, empuñetada y pendenciera».
-Bahía de Nápoles desde el Castillo de San Telmo. Oliver-Bonjoch.
-Licuefacción sangre de San Gennaro. 19 de septiembre de 2014, Catedral de Nápoles.
-Tabola Strozzi, Nápoles, Museo Nazionali. S. XV, flota aragonesa entrando en Nápoles.
- Herbert James Draper. Ulises y la sirenas.
-Bahía de Nápoles desde el Castillo de San Telmo. Oliver-Bonjoch.
-Licuefacción sangre de San Gennaro. 19 de septiembre de 2014, Catedral de Nápoles.
-Tabola Strozzi, Nápoles, Museo Nazionali. S. XV, flota aragonesa entrando en Nápoles.
- Herbert James Draper. Ulises y la sirenas.
- Ulises y las sirenas. VíctorLouis Mottez.
- El Vesubio en la bahía.
- Quartieri Spagnoli (Barrio Español).
- Storico Gran Caffè Gambrinus / Piazza Plebiscito.
- Castell Nuovo.
- Piazzetta Duca D’Aosta (Barrio Español).
- 27-09-2014. Vía Toledo (posteggiatori).
- Quartieri Spagnoli.
- 27-09-2014. Bahía desde Posillipo.
- Video: Santa Lucia / Hisham Qaddomi.
- Video: Santa Lucia / Hisham Qaddomi.
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