martes, 27 de noviembre de 2012

El Conde Rebolledo



López de Sedano, colector e historiador del s. XVIII, dejó escrito sobre D. Bernardino de Rebolledo lo siguiente: «Fue el Conde de Rebolledo, según muestra su retrato, de hermosa presencia y gran gentileza personal, alto y gallardo de cuerpo, el rostro hermoso, blanco, grueso y prolongado, aspecto grave, majestuoso y halagüeño, los ojos vivos, los labios gruesos, el cabello largo y abundante.»

Sedano hablaba de esta manera de D. Bernardino de Rebolledo y Villamizar, poeta, soldado y diplomático leonés, heredero del condado que el rey Ramiro I, a comienzos del s. IX, otorgó al primer conde de Rebolledo, de nombre Rodrigo.

Bernardino nace, al parecer, en la casa que en la actualidad ocupa el nº 8 de la Plaza del Mercado, plaza que se abre tras los ábsides de la tradicional iglesia de Nuestra Señora del Mercado, nombre que desde el siglo XVI recibió el antiguo templo dedicado al principio a Santa María del Camino, donde será bautizado el 31 de mayo de 1597. Sus padres D. Jerónimo de Rebolledo y Dª. Ana de Villamizar y Lorenzana, procedían de familias ilustres leonesas, siendo su padre señor de Irian, villa cercana al río Órbigo (Soto y Amio). 

Curiosamente en el pequeño atrio existente bajo la torre de la Iglesia del Mercado, a unos siete metros de altura, cuelga del techo un exvoto, muy deteriorado, en forma de navío, que está rotulado en sus laterales con dos nombres: 
http://cosinasdeleon.com/el-barco-de-la-iglesia-del-mercado/

Posiblemente se trata de una ofrenda a la Virgen del Camino de D. Jerónimo de Rebolledo por salir ileso de la batalla de Lepanto en 1571, 16 años antes del nacimiento de D. Bernardino. Esta costumbre, muy habitual en ciudades costeras europeas, menos en España, no es frecuente encontrarla en una localidad del interior como es este caso (existe una interesante página de consulta sobre "ofrendas de barcos".

Así todo, observando la forma del barco, la hechura de las velas, la ausencia de remos y una batería de cañones en la primera cubierta, más bien parece una nave de finales del XVII o ya del s. XVIII, y no una de las galeras propias de finales del siglo XVI que combatieron en Lepanto, haciéndonos dudar de que se trate de un exvoto realizado tras la gran victoria naval sobre los turcos.


D. Bernardino creció en un ambiente militar. No tardó en seguir la estela marcada por sus antepasados y con solo 14 años continuó los pasos navales de su padre, dirigiéndose a Italia en 1611 y comenzando su espléndida carrera militar como alférez en una compañía de Marina en las galeras de Silicia y Nápoles. Allí, desarrollará su aprendizaje y servicio de armas bajo el mando del Príncipe Filiberto de Saboya y D. Pedro Leiva que, con el paso del tiempo, le llevará a ostentar los títulos de: Conde de Rebolledo y del Sacro Romano Imperio, Señor de Irian, cabeza y pariente mayor de los Rebolledos de Castilla, Caballero de la Orden de Santiago, Caballero de la Orden sueca de Amaranta, Comendador y Alcayde de la Tenencia de Villanueva de Alcaudete y Puebla de Don Fadrique, Capitán de Infantería de Marina y de Caballos Corazas Españoles, Coronel de un Regimiento de Alemanes, Gobernador y Capitán General del Palatinado Inferior, Teniente de Maestre de Campo General de los Estados de Flandes, Maestre de Campo de un Tercio de infantería española, General de Artillería, Ministro plenipotenciario en Dinamarca y Ministro del Supremo Consejo de Guerra.


Durante dieciocho años permaneció en el Mediterráneo. Dieciocho años de combates permanentes, hostigamientos continuos con turcos y berberiscos, participando en expediciones, combates, sitios y apresamientos, llegando a conseguir la capitanía de una galera de Sicilia.


Si importante fue su participación militar en el mar, sería en los conflictos del continente donde alcanzaría sus mayores éxitos militares. En 1629 y siguiendo las banderas del Marqués Ambrosio de Spínola en la Guerra de Sucesión de Mantua, participa en la toma de Niza y los sitios de Pontestura y Casale, donde es gravemente herido en un brazo por una arcabuzazo.

Después del conflicto italiano, con el Cardenal Infante Don Fernando se dirige a Flandes en 1630, donde participa en sucesos célebres como la expugnación de Wertal, el paso del Mosa, el socorro de Maestricht y en la conocida jornada de Güeldres. Ya en 1636, a los 39 años, el Cardenal-Infante le nombra Teniente de Maestre de Campo de los ejércitos de Flandes y le encarga la misión de solicitar personalmente el apoyo militar de Alemania.

En ese momento se descubre a D. Bernardino de Rebolledo como diplomático y negociador. Realiza significativas misiones ante el emperador de Alemania, el rey de Hungría y los Electores de Maguncia y Colonia. Sus excelentes gestiones son recompensadas por el emperador alemán Fernando II, concediéndole el título de Conde del Sacro Romano Imperio.

Cuatro años después, en 1640, fue nombrado Maestre de Campo General del Tercio de Infantería Española. Durante su mandato tomó por asalto las fortalezas Pequelem, Falestein y Crucenak, en el Palatinado Inferior. Se le confirió seguidamente el gobierno de la plaza de Frankenthal. Durante la ocupación franco-

sueca de las plazas del Rin, defendió Frankenthal durante 18 meses y no solo mantuvo el asedio, sino que obligó a franceses y suecos a levantar el sitio.

En 1649 se le nombró ministro plenipotenciario en Dinamarca, encargándose de la embajada española en Copenhague. Fueron veinte años como embajador donde acreditó su sensatez y buen hacer, principalmente en la guerra entre Carlos Gustavo de Suecia y Fernando III de Dinamarca. Los suecos llegaron a sitiar Copenhague durante dos años, durante los cuales el Conde de Rebolledo auxilió y aconsejó al rey de Dinamarca, prestándole además su experiencia militar.

A la vez fue "espía" del Papa Alejandro VII a quien representaba en la corte de Polonia. La primera capilla católica de Copenhague, tras la reforma protestante, fue creada por el conde leonés en su propia casa. En ella se oficiaba misa y se administraban los sacramentos a los católicos que vivían en la ciudad. Pero una de las facetas más curiosas y desconocidas de Bernardino Rebolledo fue su relación y correspondencia con la reina Cristina de Suecia, que dio como

fruto un tratado de paz entre Suecia y Dinamarca y el convencimiento de la reina sueca para convertirse al catolicismo.

Importante fue la relación de Cristina con militares y diplomáticos españoles, sobre todo con el embajador español en Suecia, D. Antonio Pimentel de Prado, muy cercano a estas tierras, siendo señor de Alvires, Joarilla de las Matas y Gordoncillo. Esta relación “amorosa” pudo dar lugar a la creación de la conocida Orden caballeresca de Amaranta por la reina Cristina en 1653, de la que ella misma fue Gran Maestre. Compuesta por caballeros y damas, éstos debían mantenerse solteros y en en el caso de que estuvieran casados, no podían contraer segundas nupcias: su lema “Memoria dulcis”. El propio Conde Rebolledo fue uno de los galardonados por la reina, llegando a reconocer en su testamento que la banda de la Orden se utilizara para el culto en la catedral de León.

Cuando Cristina decidió abdicar a favor de su primo Carlos Gustavo. El Conde Rebolledo fue partícipe activo en el hecho. La esperó en Hamburgo y la refugió en casa de un amigo sefardita. Poco después la reina se dirigió a Roma donde fue bautizada directamente por el Papa Alejandro VII. Muchos de los tesoros de arte antiguo que fue coleccionando Cristina durante su reinado salieron con ella de Estocolmo y muchos de ellos llegaron con el tiempo a España. Muchas de ellas se muestran en el Museo del Prado, y otras por distintos museos españoles, entre éstas el Puteal de la Moncloa (http://www.fonsado.com/2010/02/el-puteal-de-la-moncloa.html), del que hemos hablado en otra entrada.

Otra de las excelencias de D. Bernardino Rebolledo fue su faceta como intelectual y espléndido escritor, en los momentos en el que daba tregua a su espada. En Copenhague, nostálgico de su patria, se refugió en la literatura, llegando a componer una ingente obra poética (sonetos, poemas, piezas teatrales, traducciones, obra didáctica, …). Una obra poco conocida hasta el momento pero que comienza a ser valorada, estando distribuida en cuatro volúmenes. El primero de ellos contiene sus poesías líricas con el nombre de Ocios; el segundo la Selva Militar y Política; el tercero, la Selva Sagrada, la Constancia Victoriosa, los Trenos y el Idilio Sacro, todas éstas últimas son traducciones que dedica y envía a Cristina de Suecia. El cuarto volumen corresponde a las Selvas Dánicas, un poema sobre la genealogía de los reyes daneses. Uno de los sonetos dedicados a la reina sueca:


  Arde el Báltico mar cuyos cristales

luminosos reflejos dan al suelo,

desde que aposentaron en su hielo

de Cristina las luces celestiales.


Pervertidos los términos fatales,

del uno al otro opuesto Paralelo

incluyó breve Golfo tanto Cielo,

en asombro común de los mortales.


Y lustradas de puros esplendores

brotan de Tetis las cavernas ondas,

de perlas rica numerosa suma.


Y ceñido de cándidos fulgores

vuelve a nacer el Sol entre las ondas

y Minerva cual Venus de la espuma.






En 1662 D. Bernardino Rebolledo y Villamizar, Conde de Rebolledo, regresa a España y ocupa varios cargos políticos relevantes. Entre ellos Ministro del Consejo de Guerra y Ministro de la Junta de Galeras que le traería sin duda recuerdos de juventud: mar, sol, combates y pólvora, en aquellos primeros años al inicio de su carrera militar en la marina española del Mediterráneo. No quedan antecedentes en esa época de su obra escrita. Posiblemente no volvió a escribir.

El conde Rebolledo falleció en Madrid el 27 de marzo de 1676 a los ochenta años, siendo sepultado en el convento de los Mercenarios Calzados, concretamente en la Capilla de Nuestra Señora de los Remedios. Sin embargo, antes de su fallecimiento, hizo testamento. Al haber permanecido célibe sin descendencia y no tener parientes cercanos con necesidades, distribuyó su herencia principal en dotes a parientes femeninos pobres y huérfanas de su familia, pero también a mujeres ajenas a ella. Pero sobre todo, dejó un importante legado a las iglesias de su ciudad natal: León.

Asimismo hizo construirse en el lienzo norte del claustro catedralicio, una capilla funeraria que en la actualidad y después de muchísimo tiempo, sigue cerrada y utilizada, al parecer, como trastero, según la información reflejada recientemente en elmundo.es.   

Conocemos el interior de la Capilla gracias al artículo de Fernando Llamazares Rodríguez publicado en la Biblioteca Digital Leonesa (Tierras de León – www.saber.es) que facilita y describe admirablemente el lugar de descanso definitivo del Conde Rebolledo, una vez trasladados los restos desde Madrid el 10 de junio de 1677, un año después de su muerte.


La capilla, bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, se integra perfectamente en el claustro y recinto catedralicio. Los materiales que se emplean para su construcción son puramente leoneses, de Boñar, a base de dolomías para el sepulcro del conde, arcos y columnas, que se mezclan con margas calcáreas para el resto de la obra.

Sobre la entrada de la capilla el escudo de los Rebolledo: encima de la cruz de Santiago, orla coronada con cinco estrellas en los bordes. En el centro un roble con tres cabezas a los pies, posiblemente enemigos. Sobre la orla, corona condal, de la que sobresale águila con el lema: “vivit post funera”.

La entrada presenta una puerta bellamente enrejada dividida en dos hojas (actualmente se oculta toscamente el interior). En el frente, altar y retablo de la Inmaculada con su imagen titular y ocupando el lado del Evangelio se levanta el sepulcro del conde leonés construido como arco de triunfo . Dos ménsulas sujetan el nicho cubierto por una lápida.



Una gran hornacina contiene el conjunto escultórico realizado en alabastro de D. Bernardino de Rebolledo que, arrodillado sobre dos cojines, reza ante un crucifijo tallado en el frente. Se encuentra representado con el hábito de Santiago, ha dejado su sombrero sobre un reclinatorio y se muestra sereno, no octogenario sino con rostro joven, en la plenitud de su vida. Aunque se desconoce su autor, el sepulcro del conde es una excepción a la decadencia del género sepulcral del siglo XVII, continuando con la excelencia estética del siglo anterior. Una lástima no poder ser visitado.

Nos queda su recuerdo en la ciudad en el nombre de una tradicional pero estrecha calle que, partiendo de La Rua, sube en dirección a la plaza San Martín, pero solo hasta el inicio de Azabachería, donde existe una plaquita del Ayuntamiento que dice escuetamente así:

D. Bernardino de Rebolledo y Villamizar, es el prototipo del caballero leonés renacentista. Conde del Sacroimperio. Militar en Italia. Embajador en Copenhague. Consejero de Guerra y escritor.


Apenas 100 metros, una pequeña calle y una lacónica y ridícula placa para un gran hombre, nacido y bautizado muy cerca de allí, que combatió largos años en el Mediterráneo, Italia, Flandes, Alemania … al frente de la Armada y de los Tercios de España. Autor de una respetable obra literaria, valedor del catolicismo en medio de territorios defensores a ultranza del luteranismo, y excelente diplomático y negociador que llegó a enfrentarse al poder militar sueco de Carlos Gustavo en Copenhague, y relacionarse personalmente con una de las mujeres más influyente, enigmática y poderosa del siglo XVII: Cristina de Suecia. 

Todo un personaje leonés cuyo recuerdo es prácticamente irrelevante en la ciudad, y cuyos restos y legado artístico, se encuentran “ocultos” en el claustro de la catedral, al parecer, a la eterna espera de financiación. No se puede descartar la falta de voluntad, propósito e intenciones, tan habituales en esta ciudad.



                                          A Manuel Suárez, que si no es descendiente de Bernardino Rebolledo, debería serlo.


- D. Bernardino Rebolledo y Villamizar. Grabado.
- Plaza del Mercado. León.
- Pila bautismal de la iglesia de Nuestra Señora del Mercado.
- Apoteosis Batalla de Lepanto, 1571. 
- Galera española en el Mediterráneo, s. XVII.
- Ambrosio de Spinola. Rubens.
- Cardenal Infante Fernando de Austria. Antonio Van Dyck.
- Emperador Fernando II de Alemania. 
- Alejandro VII. Gian Bauttista Galli.
- Tercios españoles en Flandes.
- Ocios. Obra del Conde Rebolledo.
- Cristina de Suecia. Sebastian Bourdon.
- Entrada capilla de la Inmaculada. Sepulcro Conde Rebolledo. Claustro catedral de León.
- Sepulcro Conde Rebolledo (detalle).
- Vista general del sepulcro de D. Bernardino Rebolledo. 
- León, C/ Conde Rebolledo.
- D. Bernardino Rebolledo y Villamizar, Conde de Rebolledo. Anónimo.





sábado, 17 de noviembre de 2012

Oposiciones obligatorias

          

Después de suspenderse sine die las oposiciones para “empleado público” y ante tanto miembro de tribunal en paro, no estaría de más que para las próximas elecciones generales, automónicas, municipales, etc., etc., todos los candidatos superen antes un examen exhaustivo que demuestre su valía, capacidad y conocimientos para gestionar debidamente el país, la automonía o el ayuntamiento. Tampoco habría que olvidarse de valorar, antes de que puedan ejercer, la capacidad idónea de los dirigentes sindicales que, tras la tradicional pancarta de apoyo a los trabajadores, viven y sobreviven a base de subvenciones estatales procedentes de … nuestros impuestos.

Políticos opositando: ahí los quiero ver   (Artículo Pérez-Reverte)


Lo sugería el ex embajador Paco Vázquez hace unos días, de guasa. Aunque tiene razón: debería ser obligatorio. Como a registrador de la propiedad, pero con temario más amplio. Y quien no llegue, a tomar por saco. Búscate la vida, chaval. O chavala. Recogiendo melones, fregando suelos o podando setos, como la gente que no tiene más remedio; y que, sin embargo, a menudo está mejor preparada. Ignoro si de ese modo iba a resolverse algo, pero introduciría algo de justicia en el putiferio. Sentido común dentro del esperpento nacional. Porque oigan: en España deben hacerse oposiciones para médico de la Seguridad Social, arquitecto municipal, inspector de Hacienda, abogado del Estado, fiscal, juez, o cualquier puesto público. Hasta un profesor de instituto o catedrático de universidad deben hacerlas. Quien pretenda currar en los sectores de la sociedad dedicados a la función pública, debe enfrentarse a unas oposiciones que a veces son de una dureza terrible, en situaciones de extrema competencia y con años de estudio, preparándose. Y sin embargo, el aspecto más decisivo en nuestras vidas, la actividad política que determina el presente y condiciona el futuro, puede caer en manos de cualquiera. A veces, quizás, de individuos excepcionalmente preparados; pero también, y eso ya resulta menos excepcional, de cualquier analfabestia incompetente, varón o hembra, incapaz de articular sujeto, verbo y predicado, cuyo único mérito, o aval, es compartir ideología o intereses -a menudo una y otros van íntimamente relacionados- con un partido político concreto.

Porque echen cuentas, señoras y caballeros. Si no todos los médicos que salen de la facultad superan las pruebas de residente, ni todos los abogados las de juez, por ejemplo; si para conducir un coche hace falta superar un examen teórico, otro práctico y tests psicotécnicos; si tenemos la constancia experimental de que no todos valemos para todo, ni siquiera cuando se trata de gente preparada y con estudios, calculen, entonces, el control de calidad, las Iteuves posteriores y la psicotecnia que pasaría buena parte de las decenas de miles de políticos españoles en activo o en pasivo, algunos de los cuales -conozco a un concejal de cultura en esa situación exacta- no tienen ni acabado el bachillerato. Consideren los que habrían llegado ahí, donde están, medran y trincan, de exigírseles estudios, preparación, controles éticos y formación adecuada. De aplicárseles de un modo práctico, objetivo, antes de ocupar puestos de tanta importancia, tan bien pagados y con tantos privilegios, la idea de los antiguos filósofos griegos de que toda comunidad pública debe ser gobernada por los mejores. Y de establecerse si lo son. O si no lo son.

Eso, naturalmente, incluye a algunos de nuestros sindicalistas, ornatos del telediario. Cuando oigo expresarse a los más conspicuos, o los veo pasear la pancarta queriendo ponerse al frente de ciudadanos honrados que no sé cómo los toleran, con sus antecedentes, pienso que todo aspirante a líder sindical debería probar antes su conocimiento histórico de la lucha de clases y su capacidad oratoria para convencer al trabajador de que es necesario dedicar parte del sueldo -y no de subvenciones estatales embolsadas por la cara- a mantener una institución sindical imprescindible para la sociedad, cuyo único fin es defenderlo de las agresiones de empresarios y políticos. Y si, por reparto de pastel, ese mismo sindicalista puede acabar en el consejo de administración de una caja de ahorros -que tiene pelotas la cosa-, tampoco estaría de más que se le examinara antes de las cuatro reglas: sumar, restar, multiplicar y dividir. Como mínimo.

Así que, oigan. Puestos a suponer gente pública idónea, España decente, mundos felices donde comer perdices, permítanme imaginar una actividad política regida por el sentido común. O sea: militantes de partidos colaborando, faltaría más, en cuanto haga falta. Según su ideología, interés y conciencia; allá cada cual. Sin embargo, cualquiera que aspirase a figurar en una lista elegible por los ciudadanos, tendría que hacer antes unas oposiciones en las que se le examinase de cultura general como trámite previo. Y luego, según las especializaciones a las que aspirase -ministro de Trabajo, presidente de Gobierno y tonterías así-, de economía, derecho, política internacional, historia de España y ética, por ejemplo; aunque temo que aprobar ética muchos lo tendrían peliagudo. Y por supuesto, idiomas: inglés, un poco de francés, alemán. A no pocos de ahora -muchos impresentables de ambos sexos lo demuestran en cuanto abren la boca en el Parlamento- ni siquiera se les exige hablar bien el castellano.

                                              Arturo Pérez-Reverte – XLSemanal  13-8-2012