Hay quien asegura que el descubrimiento del “El niño de la espina” o “El Espinario”, una pequeña talla romana copia de una obra helenística, supuso una auténtica revolución artística que, con el tiempo, influyó de forma decisiva en las obras de los grandes creadores renacentistas como Rafael, Miguel Ángel, Leonardo, etc.
En la actualidad existen cinco copias antiguas: tres realizadas en mármol ubicadas en el Británico de Londres, en el Museo de Pérgamo de Berlín y en la Galería de los Uffizi de Florencia; las otras dos, ejecutadas en bronce, se encuentran en el Louvre y en Roma.
Esta última, la más conocida y difundida, es un bronce del s. I aC. Propiedad del papado desde tiempo inmemorial, el Papa Sixto IV lo “restituye” a la ciudad en el s. XV junto con otros bronces, entre ellos la “Loba capitolina”, que se habían convertido en símbolos y señas de identidad de Roma y donde todavía hoy puede admirarse en la Sala de los Triunfos del Palacio de los Conservadores, en los Museos Capitolinos.
Sentado sobre una roca, un joven desnudo posa su pie izquierdo sobre su pierna derecha, mientras se concentra con sus manos tratando de sacarse una espina de la planta del pie. A pesar de sus 73 cm de tamaño y como ya hemos comentado, fue una de las obras clásicas con mayor influencia en el Renacimiento, revolución artística que miró con asombro hacia el mundo clásico. La admiración que generó la talla, fue el motivo por el cual permaneció, junto con otras antigüedades clásicas, en la ciudad de París desde 1798 a 1815 sustraída por Napoleón durante sus campañas en Italia.
El significado de la obra no está muy claro. El más popular y difundido es que el muchacho representa a un pastor llamado Marcio que llevó un importante mensaje al Senado de Roma y, hasta que no cumplió su cometido, no se detuvo a quitarse la espina. Sin embargo, para otros, se trata de un joven atleta que se extrae una espina del pie antes de iniciar una carrera.
En España son muy conocidas dos copias del “Niño de la espina” realizadas en bronce y no exentas de polémica. Una se halla formando parte de una conocida fuente en los jardines de la Isla, en Aranjuez; la otra se encuentra en el Museo del Prado.
Aunque la fuente de Aranjuez data de los primeros años del s. XVII, su motivo principal, la talla del “El Espinario”, fue un regalo del cardenal Giovanni de Montepulciano a Felipe II en 1561. La obra del Prado, según una cita del s. XVIII, fue una de las copias de arte clásico encargadas por Velázquez en su viaje a Italia por encargo de Felipe IV en 1650, aunque no figura en la relación de las obras que llegan de Italia dos años después. Esto hace suponer que la obra del Museo del Prado puede ser una copia de la de Aranjuez o, lo más probable, una compra directa y no un encargo o copia del original de los Museos Capitolinos. De todos modos y a pesar de que la "fama" la ostenta la talla del Prado, es más antigua la obra de Aranjuez.
Pero antes del Renacimiento o Barroco, el tema de “El niño de la espina” ya era conocido en todo occidente, siendo ya representada por artistas hispanos muchos siglos antes. Prueba de ello, lo tenemos en un canecillo de la iglesia de San Pedro de Ansemil en Pontevedra (ss. IX-X), pero también "sosteniendo" el tímpano de la Puerta del Sarmental (s. XIII) en la catedral de Brugos.
En la catedral de León existe otro “Niño de la espina”, prácticamente desconocido. No es románico ni gótico, sino renacentista y forma parte del controvertido pero excepcional trascoro. Esta obra, siempre discutida ya que rompe la unidad espacial del interior del templo gótico es, sin lugar a dudas, una de las muestras más sobresaliente del renacimiento español.
Se trata de un conjunto a modo de un monumental arco de triunfo, con un cuerpo pétreo en forma de retablo con dos calles a cada lado del vano, que contienen dos hornacinas o tableros de alabastro flanqueados por columnillas que se apoyan sobre netos, todo ello asentado sobre una gran predela. El cerramiento del arco está formado por un ático decorado con tallas, frisos y entablamentos, rematado por un crucificado de Bautista Vázquez.
En las hornacinas se muestran las escenas del Nacimiento de la Virgen, la Anunciación, la Natividad y la Adoración de los Reyes, todas ellas realizadas en alabastro. En el ático: San Pedro y San Pablo, San Marcelo y San Isidoro; mirando hacia el altar: San Froilán. Junto a estas, otras obras más pequeñas: virtudes, sibilas y medallones.
Si impresionantes son todas estas tallas mencionadas, no lo es menos el abundante trabajo de decoración que cubre prácticamente toda la obra: figuras afrontadas, grutescos, bucráneos, arquitectura fantástica, temas mitológicos, bíblicos y alegóricos.
Los planos y los primeros años de ejecución están a cargo del leonés Juan de Badajoz el Mozo en la segunda mitad del s. XVI. Tras su fallecimiento se hace cargo Juan López y más tarde Baltasar Gutiérrez, que recibe ayuda y consejos de Rodrigo Gil de Hontañón y Juan Vallejo. La exuberante decoración estuvo en manos de Juan de Juni y Esteban Jordán. En los relieves de los frisos y en las figuras de los netos de la predela intervienen posiblemente Juan de Angés, Pedro de Salamanca y el propio Juan de Juni.
Guillén Doncel, próximo a Juan de Juni, puede ser el autor de los diez niños-atlantes (cinco a cada lado), que se encuentran en los netos o dados de la predela. Presentan fuerte corpulencia y expresividad, muestra de la presencia y herencia borgoñona que caracteriza la obra de Juni.
Entre estos atlantes, en el lado de la Epístola, el segundo por la derecha es un “Niño de la espina”. Desnudo y sentado sobre un pequeño banco, cruza su pierna izquierda sobre la derecha, a imitación del clásico tema heleno, tratando de extraer del pie una espina. Tanto el pie como el brazo derecho están mutilados, posiblemente por la mano de algún intransigente que creyó ver en la representación del angelote, una alegoría característica del mundo pagano. Una burla a la ortodoxia cristiana que habría que hacer desaparecer del interior de la catedral.
9 comentarios:
Como siempre un placer seguirte y muy interesante lo que cuentas, de hecho me voy a fijar en lo que documentas el próximo día que vaya por la catedral.
Un abrazo utópico, Irma.-
Irma: Allí lo encontrarás entre grutescos y temas mitológicos y bíblicos, que merecen unos minutos de atención. Son extraordinarios.
Gracias y un abrazo.
Ya me perdí el de Aranjuez y Burgos, no pienso perderme el de la Pulcra,que encontraré gracias a tu información. Saludos.
Mara: Desde luego el de la catedral, aunque mutilado, lo tienes mucho más cerca.
Un saludo.
Conocía la existencia de esos niños regordetes que se encuentran en las metopas del trascoro. Hay algunos muy buenos. Este siempre me llamó la atención porque tenía una factura extraña, distinta a los otros, como peor realizado.
Ahora lo comprendo, representa un Espinario. La falta de parte del cuerpo impedía "verlo". La catedral siempre sorprendiendo.
Vaya casualidad, es la segunda vez hoy que me topo con el "Niño de la espina", esta mañana vi en Flickr una foto de la copia que hay en Aranjuez y ahora llego aquí y puedo enterarme de muchas cosas que no sabía sobre esta obra.
Gracias.
Preciosa historia de la escultura que ha inspirado a muchos artistas,el significado de la misma no deja de encerrar un enigma, un atleta, según la tradición griega,es curioso observar como no expresa dolor al sacarse la espina,en ninguna de sus representaciones, quizás el joven se prepara para la carrera,lo cierto es que nos invitas a prestar atención.Observar la recopilación que haces es absolutamente una delicia.
Un abrazo directo.
Toño: Es verdad que puede pasar desapercibido con la mutilación de pie y brazo.
También el recorrido que se hace habitualmente de izquierda a derecha, no le favorece al no encontrarle nunca de frente. Saludos
Leo: El de Aranjuez ha sido sustituido por una copia ... El motivo parece que es la restauración. Espero que vuelva a la Isla (si no lo ha hecho ya).
Un abrazo.
América: Obra simple, pero repetida hasta la saciedad.
Extraordinario tener una tan cerca y conocer la larga "trayectoria" de esa representación, desde la Antigüedad clásica a la actualidad.
Gracias y un abrazo.
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