Era prácticamente desconocido el enorme conjunto escultórico que se encuentra en el interior de las cinco capillas que rodean la girola de la Catedral. Pasan de 100 los bajorrelieves que se encuentran representados y comprimidos en las enjutas, que son los espacios triangulares formados entre los arcos tallados en los muros y el correspondiente alfiz que los enmarca.
A pesar de su riqueza iconográfica, hasta hace poco tiempo la colección de bajorrelieves permanecía indocumentada. El asunto ha cambiado radicalmente gracias a los estudios de Gerardo Boto Varela de la Universidad de Gerona y, sobre todo, a la publicación de
“El laberinto del alma”, obra del profesor de la Universidad de León, César García Álvarez. En el libro se describe e interpreta excepcionalmente todo el trabajo escultórico de las enjutas de las capillas absidiales, si bien, como reconoce el propio César Álvarez, las obras encierran aspectos desconcertantes respecto a la intención de la factura, dejando alguna duda sobre la correcta interpretación de la totalidad del programa.
Aunque existen variados temas, resulta ingente la descripción y enumeración del bestiario pétreo: pavo, cordero, fénix, elefante, caballo, asno, centauro, caracol, dragón, etc… Algunas de las representaciones muestran un simbolismo positivo, otras plenamente negativo, pero también, muchas de ellas, mantienen un simbolismo dual.
Entre todas, y aunque resulta bastante complicada su observación por el lugar donde está ubicada, existe un pequeño y simple relieve que siempre llamó mi atención por su origen clásico, su cambio de fisonomía a través del tiempo, pero, sobre todo, por su posible oculto simbolismo mariano: la sirena.
La primera capilla de la girola, en el lado del Evangelio, es la denominada como capilla del Nacimiento. Aunque en un principio estuvo dedicada a San Ildefonso y San Pedro, titulares
de las vidrieras del siglo XIII que la adornan, en la actualidad se muestra en ella un bello grupo escultórico realista elaborado por artistas flamencos en s. XV, que escenifica el misterio de la Natividad de Cristo.
Esta capilla, como el resto de las demás, tiene forma hexagonal, siendo uno de los lados, el que corresponde concretamente al deambulatorio y que queda protegido por una reja, mayor que los otros cinco. Estos últimos presentan en sus muros, a modo de decoración escultórica, dos arcos apuntados con la columnilla central común y flanqueados por un rectángulo o alfiz, que origina tres enjutas bellamente decoradas con distintos motivos. El muro situado en primer término a la derecha, igual que el resto, posee tres relieves: una probable hoja de cardo a la izquierda, un zorro atacado por aves en el centro y, a la derecha, una sirena que sujeta o reposa sus manos en los extremos de su cola bífida. El profesor García Álvarez, la identifica como símbolo de la lujuria, pero también como el demonio corruptor de almas. Probablemente sea así dentro de este conjunto escultórico, pero esta pequeña figura posee más trascendencia de la que realmente aparenta.
Aunque la leyenda y mitología de la sirena nace y se difunde desde Grecia, sus antecedentes se encuentran en Egipto y Mesopotamia. La mayoría de las grandes culturas posteriores han mantenido su existencia, lo mismo que la mayoría de los marinos de todas las épocas que atestiguan haberlas visto alguna vez: desde los
héroes griegos a Cristóbal Colón, que aseguró haber descubierto tres sirenas frente a las Antillas.
La fisonomía que hoy conocemos de la sirena, tronco de mujer y cola de pez, no fue siempre así. En un principio las sirenas tuvieron forma humana y eran hijas de una Musa, por lo que poseían buena disposición para la oratoria, la música y el canto. En las primeras representaciones griegas, las sirenas son seres con cabeza de mujer y cuerpo de pájaro, aunque con el tiempo “lograron” brazos y senos.
Existen diversas versiones sobre su transformación en mujeres-ave. En una se cuenta que eran compañeras y deleitaban con sus cánticos a Perséfone, hija de Zeus y Deméter, con quién se encontraban cuando fue raptada por Hades. A raíz de este suceso, solicitaron a los dioses que las trasformaran en aves para poder buscar a su compañera por toda la Tierra. Sin embargo, en otros relatos se asegura que habría sido la propia Deméter quien las habría convertido en mujeres-pájaro, como castigo por no tratar de evitar el rapto de su hija.
Una vez convertidas en aves, se dice que se establecieron en los arrecifes situados entre la costa italiana y la isla de Capri, en el golfo de Nápoles. Cuando divisaban un barco, surcaban el aire sobre la nave entonando sus bellos cantos y realizando grandes promesas, que atraían sin remedio a los navegantes haciéndoles naufragar y morir entre las peñas de la costa. Es sobradamente conocido el pasaje que narra La Odisea, poema del s. IX aC., en el que el héroe Ulises, durante su travesía de regreso de Troya, sufre su acoso y logra sobrevivir al peligro de sus cantos tapando los oídos de su tripulación y haciéndose atar al mástil de la nave.
¿Cuándo y cómo las sirenas se transmutan en mujeres-pez? El asunto resulta confuso. Aunque en la mitología clásica existían seres benefactores denominados nereidas, con figura de mujer hasta la cintura y el resto con forma de pez y sin las malas artes que poseían las sirenas, algunas opiniones apuntan a que las sirenas-pájaro, que esperaban a sus víctimas apostadas en los riscos marinos, pasaron de esos lugares a camuflarse entre las aguas, convirtiéndose de esta manera en seres adaptados al nuevo hábitat marino: mujeres-pez.
En las representaciones esta transformación fue muy lenta. Al llegar la Edad Media esta nueva apariencia de las sirenas fue la que tuvo más aceptación. Sin embargo, siguieron conviviendo ambas formas, y las dos convertidas por los Padres de la Iglesia en símbolo universal del pecado y las tentaciones terrestres, a las que todo cristiano se debería resistir. Lentamente se produce la mutación definitiva, siendo el modelo de sirena pisciforme la iconografía más utilizada por la Iglesia para servir a sus fines moralizadores, al resultar muy apropiado su simbolismo con las tentaciones y el pecado.
Con la aparición de las figuras románicas, las sirenas-pez sufren otra pequeña trasformación: se mantienen las imágenes con una única extremidad, pero surgen las que adoptan cola bífida. Esta última cuenta con mayor número de representaciones y, según criterios, el motivo es porque se adapta mejor al marco arquitectónico donde se encuadra, respondiendo también mejor a la simetría del arte románico. Pero el asunto no resulta tan sencillo.
Un “posible” origen o antecedente de la sirena bífida se encuentra en San Pere de Galligants (Gerona), abadía benedictina del s. X. En su claustro del s. XII, se puede observar una espléndida muestra románica zoomórfica, entre la que destaca una efigie de sirena erguida sobre su cola, que mantiene los brazos elevados mientras sujeta un pez en cada mano. Alrededor de su cabeza aparecen esculpidas varias estrellas en semicírculo.
Resulta curioso e inquietante su parecido con el “relieve de Burney” (Museo Británico), realizado 2000 años antes de Cristo, en donde se plasma la figura sumeria de Lilith (espíritu o reina de la noche), encargada de guardar las puertas que separaban la vida espiritual de la terrenal (Este simbolismo es anterior a la influencia asiria y posteriores, que acabarán con el matriarcado y otorgará a Lilith virtudes muy negativas:
http://es.wikipedia.org/wiki/Lilit). La figura de Burney muestra una doncella alada, con los brazos en alto y portando los anillos de Shem, que simbolizan el tránsito de un mundo a otro.
En la sirena de Galligants los anillos son sustituidos por dos peces, que poseen una clara tradición psicopompa o conductores de almas. E
sta figura rompe la tradición de ser maléfico y demoníaco que poseen las sirenas, y se acerca a la figura cristiana de la Virgen María, que une y enlaza los dos mundos: el cielo y la tierra, el material y el espiritual. Y así ya se representa por primera vez en las catacumbas, como la estampa que luego se la conocerá como la Virgen del Signo, imagen que resultará muy popular con el paso del tiempo. La Virgen, como madre y mediadora entre Dios y los hombres, se encuentra de pie con ambas manos levantadas, el nimbo sustituye a las estrellas y lleva en su pecho el medallón o roel que personifica a Cristo. En algunas representaciones de esta imagen, la
Virgen tiene sobre sus manos otros dos roeles con los arcángeles Gabriel y Miguel, tradicionalmente los conductores de almas cristianos.
Imágines de la Virgen muy similares a éstas las encontraremos en importantes obras medievales. En el Beato realizado en León, conocido como de
Fernando I y Doña Sancha, obra del siglo XI, que se conservaba en San Isidoro de León y actualmente en la Biblioteca Nacional, se observa la figura de María (arriba izquierda) en pugna con el dragón. En su pecho aparece el Sol (Cristo), a sus pies la luna y sobre su cabeza doce estrellas. Es la figura que narra el Apocalipsis (12.1):
"Apareció en el cielo una gran señal, una mujer envuelta en el Sol, con la Luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Estaba encinta y los tormentos del parto le arrancaban gemidos de dolor. Entonces apareció en el cielo otra señal, un enorme dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos y sobre sus cabezas una diadema. Con su cola barrió la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra. Y el dragón se puso al acecho delante de la mujer que iba a dar a luz con ánimo de devorar a su hijo en cuanto naciera. La mujer dio a luz un hijo varón, destinado a regir todas las naciones con vara de hierro, y su hijo fue puesto a salvo junto al trono de Dios".
Con los dos brazos en alto y prácticamente idéntica, es la imagen que se observa en el Beato de Manchester (arriba izquierda), obra posiblemente leonesa pero ya de finales del XII. ¿No recuerdan estas figuras de María al “Relieve de Burney”? ¿A la sirena erguida de San Pere de Galligants? ¿A la figura de la mujer mediadora entre lo oculto y lo real, entre la vida espiritual y terrenal? No obstante, en las representaciones cristianas se añade algo novedoso: ahora es también la Virgen de la Esperanza o de la Buena Esperanza, la madre cósmica, la que describe el Apocalipsis y de la que “nacerá” el Verbo, el hijo de Dios.
La sirena erguida de San Pere de Galligants sería una de las "últimas representaciones" antes de iniciar su evolución. Dos ejemplos de este progreso ulterior serían el relieve existente en el Museo de Bañolas y que pertenecía a la iglesia de San Esteban, y una pintura sobre tabla del palacio de la duquesa de Villahermosa en Huesca. En el primero, la sirena mantiene todavía en sus manos los dos peces que unen sus cabezas al extremo de su cola; en la tabla de Huesca, muy parecido al modelo anterior, los peces existen pero no llegan a tocar los extremos de la cola.
En el artesonado de la Iglesia de la Sangre de Liria, se localizan otras dos figuras claves en la trasformación de la primigenia figura a la sirena de cola bífida. En uno de los paneles hallamos una mujer que mantiene dos grandes peces que, sujetos por ambas manos, se encaran en el lugar donde debería encontrase la cola de la sirena. En el otro caso, la cabeza de los dos peces se ha fusionado resultando una imagen femenina que sujeta en cada mano los dos extremos de su cola partida.
Desde aquí toda una multitud de representaciones de la sirena que sujeta con sus dos manos su cola bífida y que evoca una evolución: desde la pagana representación de Lilith, 2000 años a.C., a la figura cristiana de la Virgen María como intermediaria entre Dios y los hombres, pero también como madre del Creador, como Virgen de la Esperanza. Esta pudiera ser la simbología “oculta” de la pequeña sirena de la catedral de León.
-Video-Belarmo: YouTube: "Gallarda", Santiago de Murcia (Códice de Saldívar IV).
- Capilla del Nacimiento (muro derecho). Catedral de León.
- Prof. García Álvarez.
- Detalle sirena. Catedral de León.
- Vidrieras y Misterio de la Natividad. Capilla del Nacimiento.
- Vasija griega. S. II aC. Museo Británico.
- "Rapto de Perséfone". Cambrige, Museo Fitwilliam.
- "Ulises y las sirenas". John William Waterhause.
- Sirena ergida. San Pere de Gallgants.
- Relieve de Burney. Museo Británico.
- Virgen con el Niño. Catacumbas de Roma, s IV.
- Virgen del Signo, s. XII. Moscú, Galería Tretiakov.
- Beato de Fernando y Sancha.
- Beato de Manchester.
- Sirena de la iglesia de San Esteban de Bañolas.
- Sirena, pintura sobre tabla. Huesca, Palacio duquesa de Villahermosa.
- Sirenas. Artesonado iglesia de la Sangre. Liria.
- Sirena Catedral de León.