Con la primavera en todo su apogeo, el pasado sábado 21 de mayo fue el día elegido por Andarines para realizar una nueva ruta por otro de los desconocidos y sorprendentes paisajes de la montaña de esta provincia: el Valle del Fasgarón, en la comarca de Omaña.
"Canto a la Luna". Antonin Dvorak
En el año 2005, la UNESCO declaró varios espacios de la provincia de León como Reserva de la Biosfera. Entre ellos figura el denominado como Valles de Omaña y Luna, hacía el noroeste, que junto a otros conformará en un futuro la denominada Gran Reserva de la Biosfera Cantábrica.
Aunque la prestigiosa declaración tiene una validez tan sólo por diez años, el objetivo que pretende el Organismo Internacional otorgando el reconocimiento, es velar y preservar los valores biológicos y ecológicos, así como los culturales y humanos, de ciertos puntos o lugares del planeta que destacan por su belleza, riqueza y biodiversidad, llamando la atención de sus habitantes o visitantes y, en especial, de las distintas Administraciones, para que realicen los esfuerzos necesarios con el fin de mantener por más tiempo esa denominación. De esta manera, la UNESCO impulsa la dedicación y protección del entorno paisajístico y geológico, pero también de las abundantes especies autóctonas omañesas de flora y fauna, sin olvidarse de la salvaguarda del entorno humano y etnográfico.
La comarca leonesa de Omaña figura también como Zona de Especial Protección para las Aves (Z.E.P.A) y se incluye en los Lugares de Importancia Comunitaria (L.I.C.), pertenecientes ambos a la Red de Espacios Naturales de la Unión Europea (Red Natura 2000 - Red ecológica europea de áreas de conservación de la biodiversidad), por su altísimo valor natural y paisajístico.
Como ya se ha comentado en otra entrada anterior, el río Omaña conforma la comarca a lo largo de un extenso valle longitudinal bordeado por una sucesión de suaves y hermosos valles laterales, trazados por los numerosos arroyos que bajan desde las montañas que, en algunos lugares, superan los 2000 metros de altitud. Uno de estos valles situados al NO, de origen glacial, con un perfil claro en forma de U y trazado por el Arroyo Fasgarón, será el elegido para realizar la ruta, debido principalmente a la presencia de un impresionante bosque de abedules que se extiende por la zona de umbría.
La lenta pero continua despoblación de la comarca durante el siglo XX, ha supuesto un importante deterioro económico y la desaparición, casi por completo, de las tierras de labor. Sin embargo, esta situación ha permitido una espectacular recuperación del medio natural, que ha vuelto a ser ocupado por el monte bajo y el arbolado autóctono: robledades, alisios, fresnos y abedules. Éste último, es protagonista de bellísimos paños forestales, denominados abedulares, de los que hablaremos más adelante y que llegan a cobijar las últimas parejas de urogallos de la zona, fuera de las reservas establecidas.
La ruta la iniciamos en el Puerto de la Magdalena (LE-493 de la Magdalena a Villablino), a 1434 metros de altura y a 80 km. de León, paso natural que serpentea y se abre entre las pequeñas sierras de Las Matas y Vidulina. En la carretera se pueden observar las antiguas y originales miras, mojones o hitos, que señalaban y señalan la dirección de la calzada y la altura de la nieve, tan abundante en el invierno. De forma redondeada y terminados en punta, constan de cuatro cuerpos construidos en piedra tallada y se hayan situados a la derecha de la carretera (dirección Villablino), no dejando de asombrar por su altura y robustez, a los conductores que discurren por este puerto. Su imagen es tan singular, que forman parte del escudo municipal de Murias de Paredes, Ayuntamiento que se encuentran a escasos kilómetros.
Con una mañana espléndida, ideal para acudir a la montaña, desde el Puerto de la Magdalena iniciamos el camino por una ancha pista forestal que parte hacia el oeste y que nos llevará a la entrada del estrecho Valle del Fasgarón. A nuestra derecha la vertiente de solana, donde afloran en altura las calizas entre los pastos y en la que conseguimos ver, a lo lejos, una pareja de rebecos trepando por las estrechas canales de los riscos. En algunos lugares las retamas ocupan el espacio de la pradera dejando notar su incipiente y brillante floración amarilla, que a veces se combina con el color malva de las urces.
En el fondo del valle, los terrenos de pasto divididos por los muros de piedra secos indicativos de la propiedad, y el arroyo Fasgarón, que no desemboca en otro cauce, sino que desaparece en la hondonada denominada Las Fornias, cerca del Puerto de la Magadalena, paraje donde todavía se pueden observar las ruinas de una ermita prerrománica.
La importancia de los muros secos en la zona ha sido significativa, utilizándose tradicionalmente para deslindar y diferenciar la propiedad de los terrenos. El propio Ayuntamiento, Murias de Paredes, es un topónimo que hace mención a ello. Muria tiene un significado en latín tardío, que podría traducirse como: “montón de piedras para deslindar o amojonar”. Por lo que el significado de la denominación del pueblo sería: “conjunto de piedras para hacer cerramientos o paredes”, o “paredes compuestas por un conjunto de piedras para realizar cerramientos”.
La pista transcurre por la parte baja de la vertiente de umbría, cerca del arroyo, que se alimenta multitud de regatos que bajan impetuosos desde el alto de la ladera contribuyendo a aumentar su caudal. En algunos lugares el agua se desboca y nos seduce con el rumor que origina alguna pequeña cascada formada al sortear las rocas que se interponen en su curso. A su alrededor, la típica vegetación de ribera: alisos, sauces, salgueros, fresnos, etc., que, en varios puntos, lo ocultan.
Según nos adentramos en el valle, la vegetación aumenta a lo largo del camino, dejando ver alguna blanca y brillante roca de cuarcita. Urces y retamas ocupan sus límites, pero también frondosos servales, todavía aún con su espléndida floración blanca de primavera.
El desnivel es muy suave, apenas 150 metros desde el inicio, hasta llegar al manantial de las Llampas, donde se origina el curso del arroyo. Allí el camino desaparece y hay que continuar por la escalonada pradera hasta llegar a la cabaña de Fasgarón, un refugio derruido de pastores que se encuentra ya a 1600 metros de altura. Tras un breve descanso junto a los arruinados muros del cobertizo, continuamos en línea recta hasta la collada Mozquetina, a 1812 metros. Una subida dura y pronunciada que, en escasa distancia, salva un desnivel de más de 150 metros.
La vista desde la collada, que nos recibe con nubes y un fuerte viento, se muestra impresionante. Miremos donde miremos, nuestra vista tropieza con lomas, cerros y montañas redondeadas, como ejemplo de un paisaje muy antiguo formado durante la orogénesis hercínica, que generó la mayoría de las elevaciones del noroeste peninsular: al este, el serpenteante valle por el que hemos ascendido; al oeste, los 2000 metros de La Peñona y los más de 2100 de las dos cumbres del Tambarón, que ocultan las primeras estribaciones del Bierzo. El Nevadín y Peña Grande, más alejados y también con más de 2000 metros de altura, se encuentran hacia el norte, en dirección a la localidad de Villablino, ya en la comarca de Laciana.
Continuamos unos metros en dirección sur para alcanzar la cota más alta de la marcha: Peña Negra de 1890 metros. Desde allí se tiene una panorámica admirable de la zona sureste, con el valle del río Omaña y dos localidades asentadas en el mismo: Murias de Paredes y, más alejada, Senra.
En Peña Negra descubrimos los restos de un buitre leonado, posiblemente víctima de la ingesta de carroña envenenada. El buitre leonado, perfectamente diferenciado de su pariente negro por su plumaje marrón claro, es el ave carroñera más abundante en España en donde se encuentra el 95% de la población europea. Aunque estuvo en peligro de extinción, actualmente es una especie felizmente recuperada en la Península. No ocurre lo mismo con otros ejemplares de la fauna omañesa: el alimoche, el desmán ibérico y el urogallo cantábrico están en riesgo de desaparecer, y en un peligro crítico el oso pardo.
Iniciamos el regreso por la pendiente que desde Peña Negra desciende hacia el valle. El objetivo es volver al Puerto de la Magdalena, el lugar de salida, pero cruzando el abedular del Fasgarón, que ocupa toda la ladera norte del valle del mismo nombre (ver fotografía cabecera), además de su cara NE que se abre al propio Puerto y gira hacia el sur en dirección a la localidad de Montrondo. Al inicio del descenso descubrimos los primeros capilotes de la ruta y también la pequeña genciana de primavera, con sus características florecitas azules de cinco pétalos.
Se asegura que en la Omaña Alta, concretamente en el municipio de Murias de Paredes, se encuentra la más importante y creciente masa forestal de abedules de la Península. Aunque existen otras de menores dimensiones dispersas por todo el territorio municipal, las principales se agrupan en siete bosques: Vivero, Montrondo, Murias Hermas, Fasgarejo, Fasgar-Vegapujín, Campo de Santiago y Fasgarón.
En España no es habitual encontrar específicamente bosques de abedules. Lo normal, es que formen parte de hayedos o robledales, o contribuyan a la formación de bosques mixtos. Sin embargo, en esta zona leonesa, el abedul se trasforma en especie dominante formando singulares abedulares y asociándose únicamente con servales. ¿Cuál es el motivo de esta expansión? Los espacios abiertos de montaña abandonados por la ganadería, lenta pero inexorablemente desde la mitad del siglo pasado, han sido aprovechados por el abedul, un árbol poco exigente con la calidad del suelo que se adapta perfectamente a las zonas húmedas, soporta temperaturas muy bajas, es resistente a las plagas y de germinación fácil.
Después de descender algunos metros, penetramos lentamente en el bosque a través del estrecho sendero que lo atraviesa. La masa forestal, a medida que avanzamos, se va haciendo más tupida, prevaleciendo los servales hacia la zona del valle. En dirección a lo alto de la ladera, abedules jóvenes con su corteza blanca, plateada, cenicienta, con sus ramas pendulares de las que todavía cuelgan sus primeras y alargadas floraciones verde-amarillentas. La mayoría de ellos están cubiertos de “barba de capuchino” (usnea), liquen que se mantendrá activo mientras exista humedad y que quedará latente durante el verano. Curiosamente, este tipo de líquenes pueden vivir hasta 1000 años y, ante lo que muchos creen, no daña ni perjudica a los árboles, ya que consigue los nutrientes directamente del aire.
El silencio se impone, y un suave viento trasforma el abedular en un paisaje de fantasía, cambiando de color al mecer las todavía escasas hojas de estos árboles que poseen dos tonalidades verdosas distintas en el haz y envés. La belleza del abedul no pasó inadvertida para los primeros cristianos que le hicieron "crecer" en la entrada del Paraíso, pero ya desde la antigüedad era considerado árbol sagrado. No fue por su gran versatilidad y uso como podría creerse, sino porque representa el símbolo de la renovación, de la resurrección, al ser el primero de todos los árboles en el que brotan las nuevas hojas. También se le conocía antiguamente como el “árbol de la sabiduría”, y no precisamente por la obtención de papel de su corteza, sino porque sus terribles ramas se empleaban a modo de látigo o vergajo por los maestros o preceptores contra la vagancia de algunos alumnos.
A este empleo de las ramas de abedul como excelente fusta no fue ajena la Inquisición, que flagelaba con ellas a los delincuentes considerados culpables de delitos menores. Era habitual, además, que los inquisidores llevaran una vara de abedul, a modo de látigo, cuando paseaban por la ciudad o visitaban algún pueblo, por lo que el árbol llegó a identificarse con el Santo Oficio.
Aunque el bosque se va cerrando según avanzamos por la estrecha senda, que es atravesada a cada trecho por pequeños torrentes, la sombra resulta poco densa permitiendo el paso de la luz y, como consecuencia, la reproducción de otras especies arbustivas. Encontramos piornos, retamas y brezos, pero también arándanos y gencianas (aún si florecer).
De los primeros abedules jóvenes con corteza plateada y lisa, vamos tropezando, según nos acercamos al centro del abedular, con ejemplares más antiguos en los que la corteza tiende a agrietarse formando grandes estrías y surcos negruzcos. Más adelante, aparecen los grandes ejemplares con sus troncos hendidos y retorcidos en formas caprichosas, verdaderos ejemplos vivientes de los dibujos de cuentos e historias que nos hablan de las moradas de los mágicos pobladores del bosque: hadas, ninfas, elfos, etc... Y es que, aunque no tengan la misma “popularidad”, hemos podido comprobar que el bosque de abedules no tiene nada que envidiar en belleza a la que disfrutan los hayedos y robledales. Hay que venir a Omaña para comprobarlo y disfrutar del espectáculo que aquí ofrece la naturaleza mediante estos enormes y coloridos bosques.
Sin terminar de cruzar por completo el abelular (170 ha / aproximadamente 3000 m. de largo x 600 m. de ancho), un último descanso al lado de una monumental fuente de mediados del pasado siglo con un gran abrevadero, que posee la siguiente inscripción “Distrito forestal de León”. Descendemos para alcanzar la pista forestal que nos llevará de nuevo hasta el Puerto de la Magdalena, al que llegaremos habiendo recorrido aproximadamente 14 km. desde la salida. Una vez allí, nos dirigimos por carretera a la localidad de Pandorado, donde después de unas “medicinales” cañas, recuperamos fuerzas en el aconsejable “Mesón Resthy” gracias a unas patatas con congrio y almejas, un exquisito cabrito asado y unos generosos y originales postres caseros.
La belleza de la ruta, nos hace especular con una próxima visita en el otoño al abedular del Fasgarón. En esa época del año, mil matices cargarán el aire de una gran riqueza cromática, en donde predominará el color dorado de las hojas de los abedules, junto la roja explosión de los frutos del serval del cazador creando, seguramente, un paisaje aún más mágico y sorprendente del que acabamos de disfrutar. Si es así, lo contaremos.
- Información: (http://es.wikipedia.org/wiki/abedul).
- YouTube: "Canto a la Luna". Antonin Dvorak . Gioiellidellamusica.
- Valle del Fasgarón desde collada Mozquetina. A la derecha abedular del Fasgarón.
- Urugallo.
- Mapa ruta. En morado el regreso.
- Mira en el Puerto de la Magdalena. Escudo de Murias de Paredes.
- Vista de la entrada del valle. Portillo en la pista forestal.
- Subida a la Mozquetina. Muros de piedra.
- Descanso cabaña Fasgarón.
- Las dos cumbres de Tambarón (Tetas de Omaña).
- Buitre leonado.
- Capilote y genciana de primavera.
- Vista desde Mozquetina: Murias y Senra.
- "Barba de capuchino" en los abedules.
- Abedules jóvenes.
- Abedular.
- Fasgarón: viejos abedules.
- Cabrito al horno. Mesón Resthy de Pandorado.
- Fotos: Javi, Coca, Mar, Jacinto y Paco.
11 comentarios:
los valles de León son impresionantes, el de Fasgarón no lo conozco, pero sí que estuve en Babia hace unos años, maravilloso
un saludo desde maestrazgomagico.blogspot.com
RAUL
Raul Rentero: Si algún día vuelves por la zona, no dejes de visitar esta ruta u otra de las muchísimas que existen en todo norte-oeste de la provincia.
Visitaremos maestrazgomagico. Gracias por el comentario.
Saludos.
¡¡Cuantas curiosidades sobre el abedul mientras nos describes la ruta!!… y el sabroso cabrito asado estuvo insuperable para completar la jornada andarina.
Otro hermoso rincón de nuestra provincia para visitar en cualquier época del año.
Un abrazo.
Impresionante esta entrada. Que ganas me han entrado de hacer la ruta y visitar el lugar. Me lo anoto por si tengo la oportunidad en un futuro.
Un abrazo
Mar: Estupendo día. Un "conjunto" extraordinario el abedular y el cabrito.
Un abrazo.
S. Añejo: Toda la montaña de la provincia, está repleta de estos pequeños "tesoros". No dejes de avisarme si te acercas por aquí.
Un abrazo.
En Asturias también el significado de muria es muro o cerca de piedras.
No sabía que hubiera un bosque exclusivamente de abedules, un árbol que me encanta, de hecho el nombre que utilizo en uno de mis blogs es el de Abedugu, abedul en asturiano.
Fue un placer leer este artículo pues con tantas explicaciones casi se acerca uno a haber disfrutado del paseo.
Buen fin de semana.
Leodegundia: Como habrás leído son muy escasos.
Las grandes extensiones están en Omaña, muy cerca, por lo que puedes disfrutar fácilmente de ellos.
Un abrazo.
Toda una guía de esos valles omañeses, de los que hay muy poca referencia tan exhausta e interesante.
Excepcional para cualquier excursionista.
Estimado amigo precioso...,Precioso primero que nada "Canto a la Luna". Antonin Dvorak para acompañar la lectura.Muy bello recorrido y espectacular ruta,es una manera no solo de compartir tan interesante experiencia de la mano de amigos y naturaleza, también es proporción y divulgación de uno de los tantos parajes espectaculares de la zona.
Yo voy ha destacar los' muros secos'que sirven para deslindar los terrenos ,sobre todo porque no contaminan visualmente el paisaje.
Un abrazo directo.
PERDÓN! promoción...
América: Tienes toda la razón. Todo se agranda y se disfruta mejor de la espléndida belleza de la naturaleza, si se comparte con amigos.
Un fuerte abrazo.
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