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No vamos a comentar aquí la trascendencia literaria de Lope de Vega, considerado uno de los novelistas, poetas y dramaturgos más importante en lengua castellana. Tampoco los avatares de su vida, contradictoria, turbulenta, apasionada, que, como se ha dicho, “es comparable a un vendaval, a una intrincada y ferocísima selva, a un encrespado mar en el que vemos zozobrar continuamente sus ilusiones y sus propósitos de enmienda”. Luís de Góngora, su feroz enemigo, le describió perfectamente en dos sencillos versos:
“Soberbias velas alza, mal navega.
Potro es gallardo, pero va sin freno.”
Por la parte que nos toca, entre los múltiples episodios escandalosos de los que estuvo llena su vida, citar la curiosa y poco difundida peripecia en la que, un Lope adolescente, después de robar dinero y algunas joyas, huye de su casa en Madrid a lomos de un flaco rocín, en busca de grandes aventuras. El viaje finalizará en tierras leonesas, concretamente en Astorga, donde, arrepentido de su acción, decide regresar a casa y asumir las consecuencias.
Pero el motivo de esta entrada es, principalmente, conmemorar hoy el aniversario de su muerte, mostrando, mediante unas pinturas poco conocidas, los avatares de su multitudinario entierro en Madrid. También, celebrar la noticia (no muy habitual) del reciente “descubrimiento” de un retrato del poeta en una colección particular en la ciudad de Münich, y, además, felicitarnos por el inminente estreno de una película sobre el escritor, "Lope", un relato de amor y aventuras, sobre la vida del hombre que supo enamorar como nadie y a la vez contar las mejores historias.
Félix Lope de Vega Carpio muere en Madrid el 27 de agosto de 1635 a los 73 años, hace hoy 375 años. Tras llevar varios días enfermo, el lunes 27 fallece a las 5 de la tarde en el nº 11 de la calle de los Francos, hoy la madrileña calle Cervantes, en el Barrio de las Letras.
Su entierro, efectuado al día siguiente y al que acudió todo el pueblo madrileño, fue tan espectacular como su vida. Sin embargo, el Consejo de Castilla prohibió las honras fúnebres con las que el Ayuntamiento de la ciudad había acordado homenajear al poeta, presionado por las altas esferas eclesiásticas que no llegaron a perdonar al escritor la vida libertina que, siendo ya sacerdote, había llevado en sus últimos años.
A las once de la mañana salió de su casa el cortejó que acompañará el cadáver hasta su sepultura en la Iglesia de San Sebastián, en la calle Atocha. Lope es conducido a hombros, con el rostro descubierto y vistiendo el hábito de caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén, más conocida como Orden de Malta. La comitiva fúnebre pasará antes por el convento de las Trinitarias Descalzas, entre las calles Huertas y Cantarranas (ahora Lope de Vega) donde una de las monjas, sor Marcela de San Félix, hija de Lope y de una de sus amantes, la actríz Micaela Luján, ha solicitado que el féretro de su padre se detenga unos instantes ante la reja de clausura de una de las puertas del monasterio, para darle su último adiós.
Ese momento de desgarrada emoción, en el que se refleja el instante en que sor Marcela despide el cadáver de su padre desde una de las puertas enrejadas del convento de clausura, es el que muestra la pintura realista del pintor decimonónico Ignacio Suárez Llanos, "Sor Marcela de San Félix, monja de las Trinitarias Descalzas de Madrid, viendo pasar el entierro de Lope de Vega, su padre” (1862), actualmente en la pinacoteca del Senado.
Unos años antes, en 1853, el pintor francés Jean-Paul Etienne Balze realizó el mismo tema en el cuadro “Funérailles de Lope de Vega”, actualmente en el Museo Ingrés, pero en un entorno romántico, muy medieval y, de alguna manera, excéntrico. Un escenario en el que sor Marcela, a las puertas del convento, se arrodilla ante el cuerpo de su padre que se encuentra, bajo palio, sobre un extraordinario catafalco.
Pero 400 años después, Lope de Vega sigue vivo. Sigue vivo en sus poemas, en sus comedias y dramas que no dejan de representarse en todo el mundo, y que resultan un espectacular reclamo para los amantes del teatro. Y sigue vivo, porque recientemente se ha “descubierto” un nuevo retrato del escritor.
La pintura, “Félix Lope de Vega Carpio como caballero de Malta”, atribuida al español de origen holandés Juan Van der Hamen y León, considerado un auténtico “fotógrafo” de los artistas del momento, se encuentra, como hemos señalado al inicio, en una colección particular en Alemania.
En esta “nueva” obra, Lope posa de medio cuerpo vistiendo un amplio manto negro con una gran cruz de la Orden de Malta en su lado izquierdo, que le designa como caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén, siendo la mayor distinción que Lope de Vega tuvo en vida y que fue otorgada por el propio papa Urbano VIII. Apoya su mano izquierda sobre una mesa cubierta con paño carmesí, en la que se encuentran varios libros, mientras la mano derecha del poeta sostiene una carta o documento, que parece haber dejado su lectura unos momentos para posar para el artista.
Dice la tradición, que la noche en que murió Lope hubo un eclipse de Luna. Jacinta Baca, poetisa y amiga del escritor, dejó escrito este bello soneto sobre la confluencia de los dos sucesos:
llegó a la Libia ardiente y Seythia helada
la fama por justicia acreditada
de este varón de tanto laurel digno.
Y así del más remoto al más vecino
con himnos de dolor será llorada,
Hasta en el campo de zafir hermoso
la noche, que dio término a su vida,
mostraron sus lumbreras sentimiento.
Y con afecto triste y amoroso,
cuando Delio llegó a su luz cumplida,
le formó en sombras sacro monumento.
- Interior Museo-Casa Lope de Vega. Madrid.
- VIDEO: "Que el soneto nos tome por sorpresa", Jorge Drexler - Película "Lope".
- Fachada Convento Trinitarias Descalzas. Madrid.
- Sor Marcela de San Felix ... Ignacio Suárez Llanos.
- Funérailles de Lope de Vega. Jean Paul Etienne.
- Félix Lope de Vega como caballero de la Orden de Malta. Juan Van der Hamen.
- Varios retratos del escritor.