“Hundí, efectivamente, la mano en el guante de piedra que otras manos habían abierto. Era, por el roce, más alabastro que mármol: un tobogán exiguo y resbaladizo para que los dedos palpasen la ultratumba. Desde la metafísica del fuste, pero sin modificar su yerta superficie, me trepaba un calor que imaginé energía allí acumulada por los peregrinos. ... Pero conozco y jamás olvidaré el diáfano desenlace de la aventura. Mejor dicho: lo que entonces recibí, lo que aquellos minutos me restituyeron. Algo que tal vez nunca tuve: señas de identidad. No he vuelto a perderlas.” (Fernando Sánchez Dragó, “Gárgoris y Habidis”).
Como ritual obligado a su largo tránsito y episodio final de la aventura, los peregrinos funden su mano en la piedra, entierran sus dedos en el parteluz del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela, en el Árbol de Jesé, dejando allí parte de la esencia del viaje y recogiendo el testimonio de millones de caminantes que, en aquellos cinco huecos, han dejado desde antiguo un poco de su espíritu.
Muchos kilómetros atrás, en la ciudad de León, los viajeros del Camino, en ceremonia semejante, aunque más sencilla y poco conocida, remedan la misma escena. En la jamba central izquierda de la Portada del Juicio Final, en el Pórtico Occidental de nuestra catedral, entre San Juan y San Pedro, se encontraba la talla del Apóstol Santiago antes de su traslado al interior del templo para su restauración.
La figura del Apóstol no se representa con la cruz abacial de doble travesaño, como primer arzobispo de España; ni con la espada envainada, en memoria de su martirio, como en Reims, Chartres y Amiens, o desnuda, como en Nôtre Dame de París. En León, Santiago es peregrino y cubre su cabeza con el sombrero de fieltro y ala ancha, adornado con venera, que se recoge con cordón y que era usado con habitualidad en el Medievo. De aspecto amable y bondadoso, sostenía en su mano derecha el bordón de romero, de peregrino, que el tiempo y el hombre han hecho desaparecer; de su lado izquierdo cuelga un pequeño y típico zurrón, con venera.
Este discreto lugar, actualmente poco o nada frecuentado, ha sido durante siglos punto de referencia de miles de peregrinos que en su camino se han acercado a la catedral, y han dejando su huella visible en el desgaste del pilar, del fuste central que sostiene al Apóstol. Con el paso del tiempo, la pequeña columna ha ido moldeándose por las caricias de muchas manos y el roce piadoso de medallas, cruces y objetos queridos, que buscaban y buscan la energía, la tradición, el aliento del santo, el poder y la magia que emerge de la catedral o, tal vez, el vigor y el ánimo de viajeros anteriores.
Esta costumbre, aparentemente simple, forma parte de los cuantiosos mitos, prácticas y tradiciones que conforman el Camino de Santiago, peregrinación cuya existencia no hay que buscarla en la tumba del Apóstol ni en la ciudad donde se encuentra, sino en los mismos orígenes de la religiosidad humana: Sol y Tierra. El caminar hacia el oeste es una marcha constante hacia la puesta del Sol; hacia el lugar donde el Sol, fuente de vida, muere. Es el encuentro personal con la muerte en una tierra en donde aún persiste una atmósfera atemporal. Pero también la peregrinación se realiza en dirección a Finis Terrae, hacia el lugar donde los antiguos consideraban que se terminaba la Tierra.
Sol y Tierra están en los albores de este periplo en el norte peninsular, pero también las estrellas. Son las estrellas las que marcan la ruta del viaje, de este a oeste de la Península, del Mediterráneo al Atlántico, siguiendo “el camino de las estrellas”, siguiendo la Vía Láctea que, para la mayoría de las culturas, aparece como el camino de origen celestial que enlaza los mundos divino y terrestre. Hacia allí, hacia el oeste, se dirigen todos los pasos, todos los sueños. Sin embargo, la exégesis, la magia del Camino de Santiago no se encuentra solamente en esas tierras ni en la catedral de Santiago de Compostela, ni siquiera en la costa.
La magia, la atracción, la esencia de lo que es y simboliza la Ruta Jacobea, hay que buscarla en el significado de su origen primitivo, en su afán ancestral de la búsqueda de identidad, del conocimiento. Hay que buscarla en el contacto permanente y directo con la tierra, en los caminos que se transitan, en los parajes, pueblos y ciudades que se cruzan, en sus gentes, en sus templos; en los pequeños ritos y costumbres ancestrales que, como la caricia del fuste que sostiene a Santiago Peregrino en la catedral de León, se suceden a lo largo del trayecto.
- Portada Jucio Final. Pórtico occidental de la catedral de León.
- Imagen Santiago Peregrino, s. XIII. Portada Juicio Final.
- Manos peregrinas sobre fuste Santiago Peregrino. León, Portada Juicio Final.
- Puesta de sol sobre el Faro de Fisterra. Fotografía VCUEVAS.
- Santiago Peregrino. Juan de Juanes.
- Nacimiento de la Vía Láctea. Pedro Pablo Rubens.
10 comentarios:
Aunque parezca una tontería el dicho este de "es más viejo que andar pa'lante" en el fondo no deja de ser la constatación de un hecho real y conocido: los humanos se desarrollan como especie principalmente de forma nómada. Muy pocos grupos son sedentarios, sólo aquellos que viven en un ecosistema lo bastante rico que cuidadosamente explotado les permite permanecer.
Pero el resto es una constante de desplazamientos, estamos diseñados para andar.
Saludos del yund.
Un nuevo motivo de curiosidad, las huellas en el pilar del apóstol y participar de la magia de La Pulcra o como bien dices quizás del vigor y ánimo de viajeros anteriores. Gracias por compartir estos datos. Saludos.
Conocía la tradición de apoyar la mano en el pórtico de Santiago, pero no que en la catedral de León existiera algo parecido. A pesar de que la catedral de Oviedo también era lugar a visitar por los peregrinos que iban a Santiago, que yo sepa aquí no hay señales parecidas, será que no estaban tan cansados y no se apoyaban.
Lo que si hay en Oviedo es una imagen de San Salvador ante la que los peregrinos que iban o venían de Santiago se postraron durante siglos porque solía decirse que "el que va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y deja al Señor"
Un saludo
Marta: Tienes razón. Caminar, buscar, viajar, ... trasladarse, simbolizan una aventura y una búsqueda.
El alimento, la riqueza, el agua, el clima, etc., o un simple conocimiento, concreto o espiritual, forman parte de esa búsqueda perenne y la historia del hombre gira siempre en torno a ese quehacer.
Saludos.
Mara: Ahí está el fuste de Santiago con sus marcas y deseos. Miles, a lo largo de los siglos, lo habrán acariciado, sin que la mayoría de la ciudad conozca de su existencia.
Una saludo.
Leo: No conocía el dicho (muy preciso) sobre la peregrinación al Salvador de Oviedo, pero si el magnífico grabado de Parcerisa en la que dos mujeres y dos peregrinos rezan de rodillas ante la imagen del Salvador.
Un abrazo
No me imaginaba que hubiera una tradición parecida a la de Compostela en otro lugar del camino.
No la he visto escrita en ningún sitio y mira que hay publicaciones sobre las costumbres y ritos en la peregrinación.
Tomamos nota.
Hacía tiempo que no sabíamos de ti.
Tienes razón, no está nada difundido la costumbre de tocar, acariciar el fuste central donde se encontraba "nuestro" Santiago Peregrino.
Pero si te acercas a la catedral, veras el lugar con serias "heridas" que el tiempo y los peregrinos han dejado en él.
Saludos.
Lo impresionante es como recreamos tiruales que vienen desde el fondo mismo de la historia.
Los caminos sagrados como el de Santiago, y otros, dispersos en otros sitios del mundo y pertenecientes a otras culturas.
Hoy, creo, es una metáfora, un verso bello, en medio de nuestros apuros.
Saludos
Un pensamiento muy acertado.
Dentro de esta vorágine, no nos damos cuenta de que este tipo de ritos son un auténtico poema de la Historia.
Gracias por tu comentario.Saludos.
Estimado amigo.
Visitar Santiago de Compostela y no encontrar un peregrino es una imagen impensable,la Catedral,el parador,la plaza siempre con gente que va y viene es una estampa inolvidable,no conocía todas prácticas y tradiciones que conforman el Camino de Santiago un camino que es la ilusión de nacionales y extranjeros,un trayecto con un proceso emocional muy bello,Imagenes y textos son una verdadera delicia que me hace recordar una ciudad muy querida.
Un abrazo directoooooo.
En realidad, la ciudad Santiago de Compostela es el "final" de una largo camino, y resulta todo un espectáculo.
Pero, aunque por supuesto existen variadas rutas para llegar a Compostela, la verdadera esencia del Camino es el conjunto de etapas, de pueblos, de lugares, de costumbres, que de Este a Oeste Peninsular recorren ese trayecto (denominado francés), y que es muy anterior al "descubrimiento" de la tumba del Apóstol.
Así todo, este año nos daremos una vuelta por Compostela. Merece la pena.
Un fuerte abrazo América.
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