En una entrada reciente, se hacía referencia a las primeras monedas medievales con ceca en la ciudad de León emitidas por Alfonso VI, con el fin de hacer frente a la escasez de numerario en el Reino originada por la invasión almorávide de la Península, que supuso la interrupción del envío de moneda hispano-árabe que realizaban los diversos Reinos de Taifas como tributo al Rey leonés.
Estas monedas, en cuyo anverso figura una cruz y la leyenda ANFVS REX, presentan en el reverso dos modelos: uno con roeles y estrellas, y otro con un Crismón. La leyenda que bordea a este último diferencia las dos cecas principales en aquel momento: Toledo, conquistado por el rey leonés en 1085, con la leyenda TOLETVM, y la de la capital del Reino, León, mediante la leyenda LEO CIVITAS.
Pero mientras en la totalidad de las emitidas en Toledo, el Crismón representado lleva el alfa a la izquierda y omega a la derecha, algunas de las monedas acuñadas en León, presentan la curiosa inversión de las dos letras griegas omnipresentes en el monograma: OMEGA a la izquierda y la letra ALFA a la derecha.
El Crismón o anagrama de Cristo, durante los primeros tiempos del cristianismo, puede considerarse como una criptografía mística o clave secreta, que escondía, bajo un conjunto de letras, una comunicación oculta que encubría creencias y evitaba sospechas. Sin embargo, este emblema es mucho más antiguo y complejo de lo que se pudiera suponer.
El anagrama, también designado cruz de seis “direcciones” o seis radios, ya estaba representado entre los sumerios, fenicios, hebreos, griegos y romanos. Pero igualmente forma parte de otros símbolos herméticos: la flor de lis, el águila heráldica, la estrella de David y hasta lo hallamos en la Cábala hebrea, ya que dentro del árbol sefirótico, la esfera central del Árbol de la Vida es la número seis, siendo el Sol su símbolo supremo como dador de Vida y Fuerza Vital y asimilándose a todos los Dioses Redentores y al “Corazón del Cosmos”.
El monograma simple está formado en sus inicios por la superposición de las iniciales griegas de Jesús Cristo: Iêsous (I), Xpestos (X). Su difusión se generaliza con la “conversión” de Constantino, que comenzó a utilizar el Crismón en los lábaros u estandartes imperiales, sustituyendo la I por la P, segunda letra de XPestos (Cristo), por lo qu
e el ideograma se forma ahora con las dos primeras letras de la palabra Cristo en griego, pasando a denominarse Crismón cristológico.
Hay que tener en cuenta, que existe otra lectura sobre la inclusión de la letra P. No falta quien asegura que imita la cruz egipcia de la Vida Eterna, conocida universalmente como cruz ansada, y que en el Crismón, esa abertura, ese ojal, representa la “puerta estrecha” que se menciona generosamente en los Evangelios: “Yo soy la puerta …”.
Continuando con la aparición o los orígenes del lábaro imperial, el teólogo Lucio Cecilio Lactancio cuenta que Constantino vio a Cristo en un sueño antes de la batalla del Puente Milvio a finales del 312, y que fue Él quien le reveló que, para conseguir la victoria sobre su rival Magencio, reflejara en sus enseñas militares las letras sobrepuestas: “XP” (XPestos=Cristo). Eusebio de Cesaréa, sin embargo, relata que fue antes de la batalla cuando Constantino tuvo una visión. Observó el signo del Crismón en el cielo, sobre el Sol, junto con el lema “In Hoc Singo vinces” (“Con este signo vencerás”, el abreviado y conocido IHS; también referido a él como “Iesus Hominum Salvator”, “Jesús Salvador de los Hombres”).
Fuera como fuese, el ideograma se extiende con profusión desde aquel momento y algunas de las monedas de plata acuñadas posteriormente en Tréveris por el Emperador, presentan ya el monograma cristiano reflejado en el vexillum o estandarte del ejército, aunque el “Sol invictus” y otros signos paganos no desparecerán hasta después del Concilio de Nicea en el 325.
El mismo símbolo lo encontramos también en las monedas a partir de mediados del siglo IV, durante el reinado de Constancio II, en las que ya figura junto a la leyenda: “Con este signo venceremos - Hoc signo victoremis”. Pero es el emperador Flavio Magno Magnencio quien utiliza todo el reverso de la moneda para situar el Crismón, ya con los símbolos alfa y omega a izquierda y derecha.
Y es que el ideograma se completará con dos símbolos apocalípticos, la primera letra del alfabeto griego ALFA a la izquierda, y a la derecha la última, OMEGA: “Yo soy el Alfa y Omega, el principio y el fin, el Señor que es y que era, y que será por siempre, el Omnipotente” (Apocalipsis 1, 8). También: “Yo soy Alfa y Omega, el primero y el último”, “Yo soy el Alfa y Omega, el primero y el último, el principio y el fin” (Apocalipsis 1, 11 y 22, 13, respectivamente).
El monograma cristiano viajará con el discurso y la prédica apostólica por toda la geografía occidental acompañando a la evangelización, pero ya no con la simbología oculta de sus inicios, sino como mención directa a Cristo y a las creencias cristianas. Es por ello por lo que, después de la caída del Imperio, lo encontraremos en Bizancio y en la Europa carolingia, pero también durante el periodo de dominación visigoda y en los primeros años de la Reconquista. Más tarde se reflejará con profusión en los documentos cristianos de la época y será protagonista en los edificios románicos del sur de Francia, pero sobre todo, en el norte de España, sobre el Camino de Santiago, siguiendo el "camino de las estrellas", en donde creemos que toma un nuevo "significado", como veremos.
- Justiniano y su séquito. Mosaico de San Vital de Rávena, s. VI.
- Alfonso VI. Litografía del XIX.
- Dinero de Alfonso VI. Ceca: Ciudad de León.
- Crismón. Catacumbas de Priscila. Roma, s. III.
- Sarcófago con Crismón. Roma, s. IV.
- Conversión de Constantino. Pedro Pablo Rubens.
- La visión de la cruz. Rafael Sancio. Museos Vaticanos.
- Moneda de Constantino. Ceca Tréveris 312-313.
- Moneda de Constancio II.
- Imagen de Jesús, Alfa y Omega, Principio y Fin (primero con barba). Mural catacumba de Commodilla.
- Moneda con Crismón del emperador Magnencio.
La inversión de las letras del crismón en las monedas imagino que se deba a que a veces no tenían en cuenta que la impresión del cuño quedaba "reflejada". Pasa lo mismo con los leones pasantes de muchas monedas leonesas, que en vez de mirar a nuestra izquierda (como en el 100% de los signos rodados) miran a nuestra derecha.
ResponderEliminarPor cierto, tengo docenas de hermosísimos crismones fotografiados de los privilegios rodados. Sólo ellos ya merecerían una tesis.
Tienes razón, puede que se trate de simples errores en la manipulación de los artesanos, y en el escaso, o ningún control, de la importancia en la representación final.
ResponderEliminarPero, permíteme, ir un poco "más alla", en la próxima entrada.
Un saludo Ricardo.
Yo también creo que la inversión de las letras puede ser por error o bien por desconocimiento de los artesanos que quizás hacían su trabajo pero no se preocupaban demasiado de su significado.
ResponderEliminarEl crismón se empleaba no sólo en las monedas, también en los documentos medievales, en los monumentos, sobre todo en los sarcófagos, en los tímpanos de las protadas muy corriente en el románico aragonés y como bien dice Ricardo, en los documentos solemnes tales como los privilegios rodados. Claro que como este artículo sólo es la primera parte, en la siguiente seguro nos darás buena cuenta de todo ello.
Interesantísimo artículo.
Un abrazo
Gracia Leo. En la segunda parte pondremos una pequeña "duda" a lo que parece ran simple: el error humano.
ResponderEliminarOtro abrazo para ti.
He llegado a tu blog, gracias a un comentario que dejaste en el mio. Me encanta la historia y si me lo permites te seguiré.
ResponderEliminarSaludos cordiales:-)
Interesante desarrollo. Tiene buena pinta esa segunda parte que prometes, y que seguramente no sera como parece.
ResponderEliminarTempus f.: No dudes que estaremos en contacto. Muestras, enseñas y comentas obras totalmente sorprendentes y fuera por completo de lo convencional.
ResponderEliminarSaludos.
Anónimo: Lo que te aseguro es que hará que pensar sobre lo que ahora nos parecen errores o representaciones triviales.
ResponderEliminarSaludos.
Pues yo también pienso que se debe a errores ¿ascaso hay otra causa que te guardas en la manga?.
ResponderEliminarUn abrazo
Seguro que existe algo más ... La antigüedad está llena de simbolismos, y la Edad Media no es ajena. Saludos.
ResponderEliminarSabor A.: Puede tratarse de errores en los troqueles, por supuesto. Pero no solo ocurre en las monedas, y ese curiosos "error" se concentra en un territorio y un periodo determinado.
ResponderEliminar¿Casualidad?
Otro abrazo para tí.
CarlitosB: Tienes razón, en el mundo antiguo todo es simbolismo. Saludos.