Los primeros encuentros diplomáticos que realizan los reinos hispanos con estados europeos, se producen desde el Reino de León en tiempos de Alfonso VI. En cambio, será su nieto el rey leonés Alfonso VII, quien iniciará las relaciones con el norte de Europa, en este caso con Alemania, enviando las primeras embajadas leonesas al continente con objeto de incrementar su prestigio personal como Imperator totius Hispaniae.
Estos contactos obtienen pronto sus frutos, permitiendo al monarca leonés emparentar con las casas reales centroeuropeas, concretamente con el linaje imperial, al casarse en segundas nupcias con la princesa Richilda, conocida en las fuentes leonesas como Rica, hija del rey polaco Ladislao y emparentada con los Staufer.
El matrimonio de Fernando III con Beatriz de Suabia, implica la posterior reivindicación de su hijo Alfonso X al trono imperial. Esta pretensión generó importantes contactos con ciudades y reinos europeos: Portugal, Hungría, Marsella, Pisa, Francia, etc. Entre estos encuentros, destaca la alianza de León y Castilla con el reino de Noruega firmada en 1256.
Según destaca la “Crónica de Alfonso X”, que decide escribir el propio monarca al final de su reinado, el reino hispano establece con la corona noruega, concretamente con el rey Haakon IV, un acuerdo de relaciones que se confirma con la petición de mano de la hija del rey noruego, la princesa Cristina, ya que, según cuenta la Crónica, Alfonso pretendía repudiar a su esposa Violante por falta de un heredero.
No obstante, la historiografía noruega cuenta con mayor credibilidad al haber sido escrita poco después de los hechos. La narración señala que, mediante una embajada, Alfonso X solicitó la mano de la princesa no para sí, sino para uno de sus hermanos. El rey Haakom IV de Noruega accedió a la petición con la condición de que la princesa pudiera elegir entre los hermanos del rey, el que más le agradara.
En 1257 varias naves vikingas partieron del puerto de Bergen en dirección sur, hacia la Península Ibérica. A bordo de una de ellas se encontraba la princesa Cristina de Noruega, una exótica joven, alta, hermosa, dulce y seductora, “de bellos ojos azules como nuestro cielo, largas trenzas rubias como nuestro sol, y de tez blanca como la nieve de los montes escandinavos”, como diría un cronista hispano. Había nacido en Tonsberg en 1234, por lo que contaba con 23 años, y era hija del citado Haakon IV, que posee una biografía apasionante, y de Margarita Skulesdatter.
Le acompañaban altos representantes noruegos, damas y una importante hueste, al mando del obispo Pedro de Hamar. El séquito hizo escala en Inglaterra, después recaló en Normandía, para seguir por tierra hacia Narbona, Gerona y Barcelona, siendo recibido en todos los lugares con singular interés y honores.
En el mes de diciembre la princesa vikinga llega a Soria, donde es recibida por el obispo de Astorga y el infante Luís, hermano del rey, quienes la acompañarán hasta Burgos y más adelante a Valladolid, donde se entrevistará por primera vez con Alfonso X, y elegirá como esposo al infante Felipe, que llegó a ser obispo de Osuna, abad de la Colegiata de Covarrubias y arzobispo de Sevilla, pero que no tenía vocación de vida eclesiástica.
La boda se celebró en Valladolid el 31 de marzo de 1258. De esta manera, el vínculo matrimonial comprometió a los dos reinos; mientras el noruego conseguía una fuerte alianza para mantener su control del comercio en el Báltico y se acercaba al posible emperador, el reino hispano se protegía de un probable conflicto armado con los nobles del norte de Alemania, que se oponían a la pretensión de Alfonso X al trono imperial.
Tras el matrimonio, la pareja se estableció en Sevilla, en el Palacio almohade de Bib al Ragel, hoy desaparecido. Existen indicios de un posible viaje a Santiago de Compostela antes de su matrimonio o inmediatamente después, lo que significaría el obligado paso por la ciudad de León de la princesa vikinga a comienzos de 1258.
Varias fuentes coinciden en que, antes del matrimonio, la princesa obtuvo de su esposo la promesa de levantar un templo bajo la advocación de su antepasado San Olaf, del que era gran devota, y que ya era conocido en la Península, no precisamente por su santidad, sino por sus incursiones armadas a la costa e interior del Reino de León a finales del primer milenio.
La biografía de Olav Haraldsson, considerado “padre de la Patria”, se difumina en las sagas medievales escandinavas en las que la leyenda y la historia se entremezclan, confundiéndose el final de los cultos paganos con los inicios del cristianismo.
Durante su adolescencia, ss. X-XI, participó en numerosas irrupciones vikingas por tierras bálticas y británicas, para acabar más al sur, en el litoral hispano, que fue varias veces saqueado. Precisamente fue en el occidente del Reino leonés, donde Olav tuvo un sueño revelador. Una “voz” le indicó que volviera a Noruega, porque allí sería rey para toda la eternidad. Olav regresó sobre sus pasos y en Normandía, concretamente en Rouen, se hizo bautizar y aprendió todo lo necesario sobre la evangelización, con el fin de regresar a Noruega en el año 1015, establecerse como rey y recuperar con las armas la mayor parte de territorio noruego, en aquellos momentos en manos de suecos y daneses.
En el año 1030, Olav Haraldsson encuentra la muerte y la santidad en la batalla de Stiklestad, en un enfrentamiento con la levantisca nobleza noruega, que simboliza para el país el fin de la etapa pagana vikinga y el paso a la Edad Media cristiana.
Pero volvamos a la infanta Cristina. Poco se conoce de la vida social de la princesa nórdica durante su estancia en Sevilla. Recluida en su palacio, se sabe que acudía con frecuencia a la iglesia de San Lorenzo, una antigua mezquita almohade. Cuatro años después de su llegada a España, en 1262, enferma y fallece sin descendencia cuando contaba 28 años, a consecuencia de una importante infección auditiva que suele provocar insoportables dolores, y que se complicó con una meningitis a juicio de los expertos. Sin embargo, la leyenda atribuye la muerte de Cristina al calor y ambiente asfixiante de Sevilla y el Guadalquivir, a su incierto futuro, y a la tristeza, melancolía y nostalgia de su tierra y de sus gentes.
Posiblemente, el silencio que mantuvo la princesa durante su corta vida en España, derivó en olvido tras su muerte, y su lugar de enterramiento se perdió entre los siglos, aunque se sospechaba que pudiera estar enterrada en la Colegiata de Covarrubias, donde su esposo había sido abad. En el año 1958, el que fue arcipreste e investigador de la Colegiata, D. Rufino Vargas, descubrió en los archivos del templo el documento donde aparece, entre otras, la concluyente cita:
“D. Fernando Roiz sucedió al Infante D. Felipe Fernández, hijo del Santo Rey D. Fernando en la abadía de Covarrubias donde enterró a la sra. Infanta D.ª Cristina su esposa”.
Este hallazgo se confirmó con la identificación y apertura de un sarcófago gótico que se encontraba en el claustro de la Colegiata. Dentro, en un humilde ataúd de madera, se hallaron los restos muy bien conservados de una mujer de elevada estatura, fuerte y joven, entre 26 y 28 años, apreciándose una completa dentadura con piezas pequeñas, iguales y blancas; las manos, con dedos cortos y finos, conservaban algunas uñas largas y cuidadas; el cabello largo y rubio. Junto a su cabeza se halló un pergamino con algún verso y recetas para el “mal de oídos”. No había duda era la princesa Cristina de Noruega, Infanta de León y Castilla.
La repercusión de la noticia fue extraordinaria en España, pero sobre todo en Noruega. Los homenajes se sucedieron y el 13 de abril de 1958 se descubrió junto la sarcófago de la joven princesa una placa conmemorativa costeada por la representación diplomática noruega, en la que se recuerda la fecha del nacimiento, matrimonio y fallecimiento de Cristina. Sorprende la existencia de una pequeña campana de navío junto al sarcófago, dentro del arcosolio, cuya instalación se desconoce, pero según la leyenda de la localidad, las jóvenes casaderas que la hagan sonar encontrarán esposo en el plazo de un año.
Los homenajes continuaron, y en 1978 la ciudad noruega de Tonsberg financió una estatua de bronce de la princesa, obra del nórdico Britt Sorensen, que se instaló en el jardín existente frente a la portada de la Colegiata, lugar donde actualmente se realizan los actos oficiales anuales y donde nunca faltan flores de temporada.
Felipe, fallecido doce años después, en 1278, y enterrado en Villalcazar de Sirga, nunca cumplió la promesa que hizo a su esposa de edificar una iglesia en honor al rey y santo noruego. Sin embargo, la Fundación Princesa Kristina de Noruega, creada en 1992, con el fin de promover y fomentar los lazos e intercambios culturales entre Noruega y España, ha conseguido que aquella promesa del s. XIII se haga realidad.
Las gestiones durante esta década han permitido que, tras un concurso, el trabajo de los arquitectos españoles, Pablo López y Jorge González, haya sido el elegido para su inmediata realización. La Capilla de San Olav será un edifico moderno, con espíritu prerrománico y románico, pero además, estará preparado como espacio cultural de la zona, edificándose muy cerca de Covarrubias, en un paraje natural de singular belleza: el Valle de los Lobos.
La princesa vikinga, la princesa olvidada, Cristina de Noruega, será ahora más recordada que nunca, y, después de casi 800 años, verá cumplido su mayor deseo desde que vino a España. De esta manera, se ha recuperando el espíritu de aquel matrimonio de Estado, manteniendo y consumando algunos de los postulados por los que fue concertado. A veces, la Historia es capaz de volver sobre sus propios pasos.
- Coronación de Alfonso VII. Biblia de San Isidoro de León.
- Birkebeiner. Obra de Knud Bergslien. Escudo de Haakon IV.
- Kristinafrisen (fragmento). Obra de Gerhard Munthe (1).
- Kristinafrisen (fragmento). Obra de Gerhard Munthe (1).
- Ingeborg. Peter Nicolai Arno.
- Naves vikingas.
- Olav Haraldsson. Peter Nicolai Arbo.
- Batalla de Stiklestad. Peter Nicolai Arbo.
- Sarcófago princesa Cristina. Claustro Colegiata de Covarrubias (Burgos).
- Detalle sarcófago del Infante Felipe. Villalcázar de Sirga.
- Princesa Cristina de Noruega. Bronce de Britt Sorensen.
(1) En 1909 el artista noruego Gerhard Munthe reconstruyó, con la estética de la escuela Art Nouveau, el viaje de la princesa Cristina en doce escenas. Estos dibujos fueron conocidos como Kristinafrisen, con la idea de esculpirlos en madera con el fin de decorar la Sala de Haakon en la localidad de Bergen. Finalmente, los dibujos los trasladó a lienzos, que fueron destruidos por el fuego a consecuencia de la explosión de un navío cargado de explosivos en la bahía de Bergen en el año 1944.
6 comentarios:
Que historia tan bonita. Lo que me hubiera gustado estar presente cuando se abrió el humilde ataúd de Cristina de Noruega.
No conocía la historia.
Parece increíble que pudiera morir una persona a consecuencia de un dolor de oído, pero claro, sin antibióticos la infección posiblemente degeneró en una septicemía que la llebó a la tumba, aunque también pudo ser, como dices, por el calor bochornoso de Sevilla, eso te lo puedo decir con conocimiento de causa. Sevilla en verano es agobiante.
También quería decirte que es un placer que hayas visitados mis blogs. Como bien dices son temas muy distintos entre sí, pero todos me fascinan. Intento plasmarlos aquí por si puede interesar a alguien más, aunque no les dedico tanto tiempo como yo quisiera. Algunos tan solo los actualizo dos veces al mes, pero no tengo más tiempo. La casa, la familia, y los estudios de Historia (ésto último muy lentamente), apenas si me dejan libertad.
Un abrazo
También dice una leyenda que la princesa estaba perdidamente enamorada de Alfonso X por eso la llaman la "Princesa del amor".
Tuvo que ser difícil vivir en un país tan diferente, sus costumbres, sus gentes, sus paisajes...
Un abrazo. IoI
Estimado Fonsado.
Estupendo texto,historia que he disfrutado plenamente,lo que son los usos y costumbres e intereses de una época que no vienen al caso cuestionar,todo un detallazo que la princesa pudiera elegir entre los hermanos del rey para contraer matrimonio.
Muy interesante el punto relacionado con Olav Haraldsson.
La dulce Cristina cuya historia cuentas con ese aire y hacer tuyo nos deja con un sabor de nostalgia por una mujer que abandono todo por sus deber,probablemente lo diríamos hoy en día su estado anímico unido a la enfermedad apago prematuramente su vida,Cristina de Noruega, Infanta de León y Castilla entre la leyenda y la realidad ya sabemos donde descansa dejando tras de sí la estela de una grande.
Totalmente acertada tu reflexión "se ha recuperando el espíritu de aquel matrimonio de Estado, manteniendo y consumando algunos de los postulados por los que fue concertado."........No importa cuanto sea preparada una persona para lo que se supone sea su destino cuando el corazón no está donde quiere,en todo caso quizás especule y para ella fue absolutamente normal.
Me ha conmovido la historia.
Un abrazo.
SABOR A. : Todo lo que me cuentas que haces, a mi me parece de ciencia-ficción. Es imposible poder hacer más. Ya me contarás en otro momento que especialidad de Historia haces.
Por otra parte, me alegro que te haya gustado la entrada, resulta una pequeña parte de la historia turbulenta, a la vez que magnífica, de la corte de Alfonso X. Un tema inagotable.
Abrazos.
María: Un tema tan exótico para aquellos años, que resulta fácil la creación de mil leyendas. ¿Sugieres que murió de amor?
Ya me contarás.
Otro para ti. Lol
AMÉRICA: Como ya se ha dicho, el reinado de Alfonso X resultó excepcional. No sólo por sus pretensiones y su pequeña revolución cultural en pleno s. XIII, sino por los problemas que tuvo que solucionar con sus dos "inquietos" hermanos, Enrique y Felipe.
Este último, en constante intriga y reconciliación, parece que no tuvo demasiado interés por su primera esposa, Cristina de Noruega, haciéndose enterrar en Santa María La Blanca con la segunda,Inés Rodríguez Girón, pero será su esposa noruega la que después de 800 años cobre protagonismo y, sea ella, la que haga recordar a su esposo el Infante Felipe.
Un abrazo América
He leído la historia/leyenda del rey Haakon y los Birkebeiner. Muy curiosa, parece un cuento.
Publicar un comentario