Después de la sorprendente experiencia en Picos, surge la propuesta de una nueva y atractiva ruta, madurada por varios compañeros, además de amigos y veteranos montañeros, que conocen bien la montaña leonesa y las dificultades y carencias con las que, algunos, nos movemos por las alturas.
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La opción propuesta, muy asequible para la mayoría, es la travesía entre Olleros de Alba a
El Fontañán, en las primeras estribaciones de
Por esa misma margen, el Bernesga se sustenta mediante numerosos arroyos y torrentes entre los que sobresalen el Rodiézmo y el Casares, que se abren paso de oeste a este entre los materiales más fáciles de erosionar, describiendo pequeños valles entre las crestas de rocas más duras formadas por cuarcitas y calizas. En uno de estos anticlinales es donde se sitúa el Fontañán, delimitado al norte por el valle del río Casares y al mediodía por el sinclinal de Alba, por el que discurre el arroyo Olleros. Precisamente es desde la localidad de Olleros de Alba, a
La mañana del pasado 3 de octubre, día escogido para la travesía, aunque fresca a primera hora, resultó espléndida. Atrás dejamos la niebla cubriendo el valle del Bernesga, a la altura de La Robla, y, a nuestra llegada a Olleros de Alba a primera hora, el cielo ya se encontraba prácticamente despejado, situación que nos acompañará durante toda la travesía.
Pasadas las 9, y desde el punto en el que comienza la ruta marcado con un sencillo panel informativo, realizamos los preparativos y ajustes necesarios de botas, mochila, prenda de abrigo para las primeras horas, etc., e inmediatamente iniciamos el recorrido que está previsto finalice sobre las 14:30. Seis horas y aproximadamente
El inicio discurre por una buena pista entre laderas bordeadas de helechos, matorral y agavanzos, que, en principio, asciende paralela a la margen izquierda del arroyo de San Martín o Martino, que desciende desde la cumbre hasta el curso del Olleros y en el que crecen con profusión pequeños chopos y vegetación propia de ribera.
En suave pero continua pendiente, ascendemos entre paredes de calizas que en algunos puntos se estrechan contra el camino formando pequeños desfiladeros o cañadas, en las que podemos observar los fuertes y espectaculares pliegues producto de la aguda formación de estas rocas. Un poco más arriba, el espacio se abre lentamente retirándose las formaciones calizas, permitiendo así un cambio en la vegetación ahora a base de brezos y retamas (escobas), que crecen con profusión gracias a una mayor abundancia de sustratos en la superficie.
Dejamos a la izquierda una cadena de altos o cimas como el de Cerra, Lampas o el Cordeal, que separan nuestra ruta de las localidades de Carrocera y Santiago de las Villas, hacia el oeste, en el valle del río Torre. A la altura del Cordeal, antes del tramo más duro de subida, hacemos un breve descanso que sirve para reponer fuerzas y aligerarse de algo de ropa, que empieza a estorbar a causa del esfuerzo y del sol que se va imponiendo.
Continuamos levemente hacia el noroeste hasta alcanzar Collado Yeguas y el Currichico, a más de
A esta altura, y entre piedras muy fragmentadas, crece el árnica y el té de roca (foto izquierda) aunque en la zona umbría la vegetación adquiere una tipología especial, arrastrándose por el suelo para sobrellevar las abundantes y frías ventiscas del invierno. Entre estas formaciones rastreras, que solo se elevan unos cuantos centímetros del suelo, distinguimos sabinas, uvas del oso (centro) y enebro (derecha), que encontraremos permanentemente durante el resto del ascenso.
Más adelante, la pista, en una subida muy suave y llevadera, circula por un melojar, cuyos robles o rebollos, aunque de pequeño tamaño debido principalmente a la pobreza del suelo y a las continuas heladas, nos proporcionan durante unos cuantos metros sombra y un magnifico respiro en la marcha.
El camino finaliza unos metros más adelante, en una zona denominada
La niebla desaparece por momentos y es cuando los expertos montañeros como Vicente, Jacinto o Mar, identifican y señalan algunas de las cimas: el Fontún y Brañacaballo, al norte, con más de 1900 y
Después de la breve pausa para admirar el sorprendente paisaje y dejarlo atrapado en las cámaras, se impone la marcha con el fin de asegurar la hora de llegada. Continuamos la ruta que ahora trascurre por un estrecho y accidentado sendero cresteando las cimas, poblado de irregulares piedras y casi cerrado por los enebros rastreros y el bajo matorral.
Continuamos por veredas casi imperceptibles, cruzando un pequeño melojar que trata de brotar sobre el terreno en el que se aprecia indicios de un antiguo incendio. Una pronunciada subida, colmada de matorral, nos conduce directamente a las dos crestas o roquedos del Fontañan, coronadas por dos pequeñas cruces que indican la cimera de cada cumbre.
Nos dirigimos en primer lugar a la que se encuentra en el lado norte, en una pequeña crestería. Desde allí, existe una nueva y mayor perspectiva del valle del Bernesga, llegando a distinguir perfectamente, parte de la Estación Invernal de Valgrande, donde tiene su nacimiento el río, hasta la localidad de La Robla. Se distinguen perfectamente hacia el norte, importantes alturas como el Amargones, Cueto Negro, las Tres Marías, Fontún, Brañacaballo; hacia el este, sobre
La otra cima del Fontañán situada hacia el sur, permite contemplar perfectamente L
Apoyadas y excavadas bajo las rocas de las dos cumbres, se conservan todavía impresionantes construcciones de
Casualmente, en estos primeros días de otoño, se cumplen 72 años, concretamente el 21 de octubre de 1937, del anuncio a través de las ondas de Radio Nacional de Salamanca de un breve, pero significativo parte militar: “El frente del Norte ha desaparecido”.
Desde agosto de aquel mismo año, los republicanos solo contaban como único reducto de resistencia en el norte peninsular, el territorio asturiano y la montaña, el norte de León. Trataron de imponer una resistencia a ultranza y, llevados de la locura colectiva de aquellos momentos, pretendieron conseguir la independencia del resto de los territorios peninsulares, declarándose el Consejo de Asturias y León plenamente soberano en el terreno político, civil y militar, comunicando esta nueva situación a
En la provincia de León, el frente ocupaba las estribaciones de
Una de las fortificaciones que sufrieron el ataque nacional y fueron protagonistas de los trágicos episodios, fue la instalada en el Fontañán. En el roquedo situado al sur, todavía se distingue una importante trinchera fortificada con seis troneras (foto izquierda), que controlaban la subida por el lado meridional, y que poseía una galería bajo la roca que la unía con el lado norte del mismo pico, hacia
Después del breve descanso y la visita a las construcciones militares, sobre las 12 del mediodía, continuamos la marcha iniciado el descenso hacia
Partimos dirección noreste, comenzando a descender por la pendiente muy erosionada que conforma una auténtica pedrera, efecto, sin duda, de su orientación norte, lo que propicia la presencia fuertes y frecuentes heladas que fragmentan las rocas. Al final de la pedrera, la presencia de un impresionante hayedo al que denominan en la zona como el Faedo (no confundir con el Faedo de Ciñera), muestra ya la imagen del incipiente otoño con el dorado de sus hojas superiores que le dan un bello y asombroso aspecto, trasformando por completo la fisonomía del monte. Si existe un lugar donde el otoño se manifiesta es, sin duda, en los hayedos.
Penetrar en el interior del hayedo es realmente irrumpir en un mundo de fantasía. La humedad, la constante niebla y la ausencia de luz, consiguen este ambiente encantado, al que hay que añadir el ensueño que produce la constante caída de frutos (hayucos) y de hojas que, en esta época del año, resulta un espectáculo inigualable de color, con mil tonalidades ocres, marrones, rojizas, anaranjadas y amarillas, que contrastan con el gris de los grandes troncos de ramas retorcidas, y el verde del musgo que se deposita sobre los árboles caídos.
Las hojas del haya establecen un auténtico parasol natural e indispensable para la supervivencia del ecosistema. Este árbol, curiosamente, es capaz de mover sus hojas y colocarlas en un plano inclinado para que atenúen el calor del ambiente y eviten una evaporación excesiva en el interior hayedo.
El sendero se pierde entre la alfombra de hojas doradas, vertidas sobre ramas, raíces o pequeñas rocas, que el hayedo oculta maliciosamente para añadir un punto de dificultad al descenso, aunque hay quien opina, que son las hadas o duendes que allí habitan, los que ponen pequeñas trampas a los senderistas para impedir su paso, y, si se descuidan, pueden quedar atrapados con sus encantos y acabar convertidos en uno de los pequeños animales del bosque, como un milano, una lagartija o, tal vez, trasformados en lirón o pica pinos.
En algunos momentos, el camino gira bruscamente hacia el sur donde las pequeñas lomas se descarnan de hayas, siendo el bajo matorral el rey del lugar a pesar de la aparición inesperada ante nuestros ojos de un serval, con sus exuberantes racimos de frutos grana.
Pero al volver a la zona umbría, retorna el hayedo, y la senda se introduce nuevamente en el misterioso túnel que abren las grandes hayas, reapareciendo los colores y el hechizo que envuelve a estos bosques. Alguien dijo, y no le falta razón, que los hayedos son los templos, los auténticos santuarios sagrados de
Un poco más abajo, la pendiente se suaviza, el hayedo deja paso a un robledal que desciende hasta el valle acompañando al sendero y a un pequeño arroyo que se oculta por completo bajos los abundante helechos que crecen a su paso, y que comienzan a escasear en las primeras insinuaciones del valle, en donde el camino se hace mucho más cómodo.
Sin embargo, antes del final de la ruta, habrá que hacer un último esfuerzo girando 90º hacia el norte, en una corta pero dura ascensión a un pequeño cerro desde el que se divisa perfectamente
Alrededor de las 14:30 llegamos a la localidad de La Pola. No ha resultado una travesía dura, pero sí repleta de grandes contrastes e impresionantes paisajes. Un estupendo ejemplo, una buena muestra, de las innumerables opciones que posee y ofrece toda la montaña leonesa.
Pero no todo resulta tan halagüeño. Existe autorización desde primeros de este año expedida por la Junta de Castilla y León, para que la compañía eléctrica, Endesa, instale un parque eólico en la zona, incluyendo los altos del Fontañán.
La energía eólica forma parte de las "famosas" energías renovables, por ser considerada una energía limpia y respetuosa con el medio ambiente. Sin embargo, esto no es del todo así. Este tipo de energía pone en peligro la supervivencia de las grandes aves, además de producir graves daños durante su instalación, obligando a desbrozar y desbastar grandes superficies de la montaña como consecuencia del trasporte por caminos o pistas construidas al efecto, para el paso de las gigantescas piezas de los aerogeneradores. Pero lo que resulta más escandaloso, es su impacto visual, la trasformación del paisaje colmado de molinos, que destrozan por completo la hermosa visión del horizonte.
Desde La Pola, nos acercamos a la localidad de Barrios de Gordón, donde María, del Mesón La Montaña, tiene preparada para nosotros su especialidad: una estupenda fabada. Entre el vino, la fabada y, como postre, un exquisito flan y sus conocidos "borrachines", los restos de fatiga desaparecen por completo. Una auténtica jornada festiva para recordar, mientras esperamos la próxima.
Fotos: Javier, Miguel y Paco. Otras, Diario de León.