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Para el que no conozca la iglesia de San Miguel de Escalada y esté poco acostumbrado a contemplar este tipo de arquitectura, le parecerá exteriormente una construcción modesta, sencilla, pero posiblemente sea el templo mozárabe con una edificación más homogénea y el más rico en elementos decorativos, con unos orígenes enigmáticos y repleto de un simbolismo turbador.
El edificio actual, que formaba parte de un monasterio, data del siglo X, como atestigua la inusual inscripción, hoy perdida, que se encontraba sobre su puerta y en donde se detallaba cuando, como y por quien fue reconstruido el templo:
“Este lugar dedicado de antiguo en honor del Arcángel Miguel y erigido en pequeño edificio, tras de caer en ruinas, permaneció largo tiempo demolido, hasta que el abad Alfonso viniendo con sus compañeros de Córdoba su patria, levantó la arruinada casa en tiempo del poderoso y serenísimo príncipe Alfonso. Creciendo el número de monjes erigióse de nuevo este hermoso templo con admirable obra, ampliado por todas partes desde sus cimientos. Fueron concluidas estas obras en doce meses, no por imposición autoritaria ni oprimiendo al pueblo, sino por la vigilancia insistente del abad Alfonso y los frades, cuando ya empuñaba el cetro del reino D. García con la reina Mumadona en la era 951; y fue consagrado este templo por el obispo Genadio a doce de las calendas de diciembre.”
Tras los ajustes obligados de fechas entre el calendario juliano y su paso al gregoriano, las obras del monasterio comenzaron en el 913 de la era cristiana, consagrándose, como cita la lápida, el domingo 20 de noviembre del 914, doce meses después del inicio de los trabajos (día doce de las calendas de diciembre).
Pero el asentamiento de San Miguel en aquel lugar de los montes de Valdabasta no era nuevo. El monasterio se levantó sobre las ruinas de una antigua edificación visigótica que, con seguridad, fue destruida por la invasión musulmana del siglo VIII. Sin embargo, su advocación a San Miguel hace presumir que la construcción visigótica también se realizó sobre otra más antigua.
Esta hipótesis sobre su origen arcaico, es avalada por los antecedentes conocidos de que la mayoría de los santuarios u oratorios elevados en honor al dios Hermes, el dios Mercurio entre los romanos, estaban situados en lo alto de los montes, en las colinas, y al lado de los caminos.
Mercurio, además de ser el protector de los caminos, es también el mediador ante los hombres y el encargado de conducir las almas ante Caronte. Esta función, en la posterior práctica cristina la realizará el arcángel San Miguel, que será el encargado de pesar las almas en el Juicio Final. Pero también es el ángel protector de la nación judía y al que el profeta Daniel denomina “príncipe de la sinagoga”. San Miguel cumple así una importante misión y protagonismo en la tradición judeo-cristina.
Por tanto, pensamos que el emplazamiento originario de San Miguel de Escalada no es casual. Todo hace pensar, que el templo se asienta sobre un santuario romano dedicado al dios Mercurio, mensajero de los dioses y conductor de almas, y que la construcción romana se realiza, a su vez, sobre el lugar donde existe una tradición religiosa atávica relacionada con los caminos y el peregrinaje.
Y es que este lugar, es un punto importante en la ruta a Compostela, encontrándose muy cercano al trazado actual del Camino Francés a Santiago, y estar enclavado sobre la denominada Ruta Vadiniense, la otra vía o trayecto alternativo que utilizaban los peregrinos que, procedentes de la costa cántabra y mucho antes de la “aparición” del sepulcro del Apóstol, se dirigían hacia los acantilados atlánticos, al encuentro del sol poniente, a través de una senda mágica que marcaba una ruta ancestral, posiblemente en busca de las bases y fundamentos del conocimiento humano, y en la que algunos de estos hombres, los maestros constructores medievales, dejaron su impronta y sus mensajes ocultos.
Esta ruta se mantuvo imperturbable a pesar de las invasiones o la intolerancia de las distintas religiones, hasta que en el siglo IX, reinando Alfonso II, se “descubre” el sepulcro del Apóstol Santiago y el antiguo camino es absorbido y difundido por el peregrinaje cristiano con un objetivo y fundamento distinto al de sus orígenes.
El simbolismo constructivo y decorativo de San Miguel es sorprendente. En su fachada, su bello pórtico de doce arcos representa la imagen de la Humanidad. Doce son los meses y de su expresión cósmica en los doce signos de zodiaco; también es el número de la elección: los doce hijos de Jacob, antepasados epónimos de las doce tribus de Israel, Jesús escoge a doce discípulos, los doce caballeros de la Tabla Redonda , etc.
El número doce simboliza también el universo en su complejidad interna, mediante la multiplicación de los cuatro elementos tierra, agua, aire y fuego, por los tres principios alquímicos azufre, sal y mercurio; también es el producto de los cuatro puntos cardinales por los tres planos del mundo, por las tres naves del templo o por sus tres ábsides.
La forma y medida de cada arco enmarca perfectamente el pentáculo, la estrella de cinco puntas encerrada en un círculo, que representa en la punta superior al hombre, a su alma; las otras cuatro puntas, simbolizan los cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua.
Esta arcada, está sustentada por columnas con capiteles de blanquísimo mármol, que muestran representaciones de hojas de acanto, símbolo de la renovación, y collarino sogueado, que encarna la salvación mediante la intervención de Cristo.
Pero existe uno distinto. El que ocupa el octavo lugar es el más antiguo y carece de collarino. El número ocho es precisamente el número de la regeneración por el agua bautismal, el número de las estrellas fijas, del equilibrio cósmico, simboliza la promesa de la resurrección del hombre transfigurado por la gracia.
El ocho también es el número de las rosa de los vientos y, frecuentemente, el de los radios de la rueda; igualmente la representación de las dos serpientes enlazadas del caduceo de Mercurio, el mediador, el dios de los caminos, el San Miguel judío-cristiano. Todo un completo simbolismo relacionado con la dirección, el trasporte, los caminos.
En el frente de este capitel y enclavada dentro de un círculo, la forma rosácea de seis pétalos. Es la flor preferida de los alquimistas, el símbolo del renacer místico desde la antigüedad y que rememora la “rosalía”, la ofrenda de rosas sobre las tumbas en el mes de mayo, pero también la estrella de David.
En el interior del templo, tres naves, tres ábsides. Un reducido espacio que se sobredimensiona por la dispersión de siluetas que provoca la escasa, pero calculada luz, de las altas y pequeñas lumbreras. Las doce columnas, que separan las tres naves (otra vez el número doce), se multiplican al proyectar sus sombras sobre otras arquerías, en los paramentos, o en el suelo.
La penumbra, los rincones luminosos, las sombras intensas de las tres naves, sirven como antesala, como preparación, para llegar a la superación, al paraíso. Una vez en el iconostasio, las opacidades los claroscuros desaparecen y se entra en un jardín: plantas, animales, palmeras, frutos y pájaros exóticos, casi una ascensión espiritual hacia el estado edénico, la renovación hacia una nueva vida, aquello que, seguramente, persiguieron los peregrinos ancestrales, y que están bellamente representado en los canceles.
El iconostasio está separado de las naves por tres arcos sostenidos por dos columnas de mármol veteado, una blanca al sur, otra negra al norte. Dos columnas como las que se encontraban en la entrada del Templo de Salomón en Jerusalén, denominadas Jakín, “él hace sostener”, situada a la derecha y que representaba al Sol, y Boaz., “en él está la fuerza”, a la izquierda y era la alegoría de la Luna. Según la tradición judía, evocaban aquellas otras que sobrevivieron al Diluvio y de las que se aseguraba que tenían grabado en sus fustes todo el saber y el conocimiento humano.
En San Miguel la columna blanca, la representación del Sol, está también a la derecha; a la izquierda, la representación de la Luna , la columna negra, de la que se supone una procedencia africana. Aunque en principio puede parecer que su color negro, simboliza lo negativo, las tinieblas, el misterio, ese color negro hay que vincularlo con la posibilidad, siempre existente, de una vida regenerada, de la misma manera que la noche contiene la promesa de la aurora y el invierno la de la primavera.
Los peregrinos que se dirigen a Santiago la tocan e imploran fuerzas para continuar y llegar hasta la tumba del Apóstol, pero la mayoría desconoce que esa columna estaba ya en San Miguel mucho antes de la “aparición” de la tumba del Apóstol. Se encontraba ya sobre el mismo camino que llevaba a los hombres al oeste, hasta el mar, al Finis Terrae, al final de la tierra en donde aún persiste una atmósfera atemporal y milagrosamente florecen las piedras.
El mensaje, la arquitectura, la historia de San Miguel no es proporcional a su estado de supervivencia, y continúan las noticias sobre su inquietante futuro. Primero, la Junta de Castilla establece su cierre debido a los nuevos (interminables) trabajos de restauración, sin embargo, hace unos días y debido a las protestas surgidas desde todos los ámbitos, la propia Junta rectifica y decide su apertura al público, utilizando o vendiendo un nuevo carácter, una nueva imagen y filosofía de restauración: “abierto por obras”.
Se anuncia también la intervención de un grupo de investigadores del Centro Superior de Investigaciones Científicas, que van a radiografiar el monasterio con el fin de descubrir sus etapas constructivas por medio de la realización de una planimetría y lectura de los muros, con el fin de rastrear sus puntos débiles y conocer a fondo la estructura de la fábrica, permitiendo así obtener nuevos datos desde el punto de vista histórico y arqueológico, y determinar futuras intervenciones.
Planes delirantes, intervenciones constantes e insuficientes, derivas, simple publicidad, … nada efectivo. San Miguel tendrá que padecer el abandono de sus “protectores”, que no tienen nada en común con los “iniciados”, aquellos hombres predispuestos a aprender, abiertos al saber y al conocimiento, que seguían de este a oeste la ruta de la Vía Láctea , el camino de las estrellas.
Exterior de San Miguel. Adrian Fletcher.
Mercurio. Rubens.
San Miguel como pesador de almas. Portada del Juicio Final. Catedral de León.
Pentáculo.
Columna del pórtico. José A. Reyero.
Interior de San Miguel.
Canceles. José A. Reyero.
Interior de San Miguel. Adria Fletcher.
Grabado mediados del siglo XIX.
8 comentarios:
Antiquisimo lugar,interesante por demás,una joya que encierra todos esos detalles que describes,ciertamente el rico simbolismo hablan de una importante dedicación para preservar los mensajes en la memoria colectiva a posteriori,coto de pocos creo que tenían que intuir que el legado seria visitado o estudiado por otros,siempre hay quien tiene esa visión,formaba parte de un monasterio,?que orden era???...monjes mozárabes como llegaban? y luego monjes cristianos cordobeses...
Hay lugares que nos escapan de los hombres,la insistencia en el enclave tiene sus razones,es ir e insistir sobre un punto y eso lo hace doblemente interesante,el lugar me ha fascinado,no tenia idea de el.
El grabado es fabuloso,y bastante reciente para lo antiguo del lugar.
Otra lección "by fonsado". Gracias.
¡Qué diferencias entre los hombres sabios, y cultos, que hicieron y rehicieron esta maravilla... y los papanatas de hoy (iba a decir los imbéciles de la Junta), que al paso que vienen nos van a deshacer esta joya llena de símbolos!!!
Símbolo es la imagen o la figura que representa un concepto moral y/o intelectual por analogía o convención. Pues, los "irresponsables" de hoy son el símbolo de la necedad...
Aprovecho para invitar a todos los seguidores de este cuaderno a las Conferencias sobre San Miguel de Escalada en El Albeitar, de martes a viernes...
En el enlace que "debajo" de mi nombre está la convocatoria:
Saludos,
América. Los mozárabes (incluidos los monjes cordobeses) son una minoría reacia a ser absorbida por una cultura evidentemente superior, son los grupos cristianos bajo dominación musulmana.
Sobre el arte mozárabe, se ha considerado tradicionalmente que utilizaban una estética y una técnica artística que unía elementos visigodos, muy anteriores a la invasión, con otros musulmanes. Cuando emigraron hacia el norte, a territorio cristiano, llevaron con ellos su peculiar estilo artístico.
Sin embargo, ahora surgen expertos que consideran que no fueron más que una minoría sin capacidad de expresarse artísticamente (para ver y comprobar esto, tendrás que venir y cruzar el Duero, hacia el norte).
Sobre la ocupación de San Miguel, comentarte que en el siglo XII se hace con el control del monasterio los canónigos de San Rufo, después de varios intentos de otras Órdenes.
Por lo demás y como veo tu interés por el asunto, decirte que San Miguel no es únicamente un a construcción antigua, San Miguel es un sueño, es parte de un mundo inalcanzable, como bien dices, se "escapa de los hombres".
Un abrazo América.
Alfredo. Uno de los motivos de la entrada, es contribuir y apoyar la supervivencia de San Miguel, al no poder asistir a ninguna de las conferencias (algunas repetitivas e interesadas, Talactor¿?) por no estar en León.
De todos modos, espero que darás cumplida cuenta de ellas y lo podremos leer.
Saludos.
Hola llevo dias pensando en que debia entrar nuevamente a darte las gracias por tu comentario,realmente es un lugar para ver si se tiene la oportunidad,San Miguel es un sueño,acertastes totalmente al acercarnos a el....Un abrazo.
Unas pequeñas vacaciones me han tenido un poco "alejado", pero ya he visto que tenemos nuevamente una entrada en B.de S. La leeremos con tiempo y te comento.
Sobre San Miguel de Escalada, decirte que tu interés desde tan lejos, anima en seguir y perseguir su supervivencia.
Un fuerte abrazo América.
Está claro que algo pasaba antes de que el Camino de Santiago existiera como tal.
El simbolismo de San Miguel es una pista más, de todas las que hay a lo largo de la ruta hacia el mar.
Como siempre muy buen trabajo Fonsado.
Muchas gracias por tus aportaciones
No hay duda de que estos lugares son libros en piedra que nos pueden enseñar mucho si nos paramos a leerlos y que desde luego, no se deberían de perder nunca pues con ellos se perdería una buena parte de nuestra historia y nuestra cultura.
Magnífico reportaje.
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