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El resto de las representaciones de la Portada de San Francisco, no comentadas hasta ahora, comprenden los dos últimos registros del tímpano, las tres arquivoltas y las jambas que flanquean la Puerta.
Coronación. En la Portada de San Francisco no se encuentra tratado el episodio de la Asunción, acto en el que el cuerpo y alma de María suben al Cielo. La Asunción de la Virgen debe diferenciarse de la Ascensión de Cristo. Aunque ambos términos se utilizan para denominar “la subida al Cielo”, Jesucristo no fue asumido sino que “se subió” a sí mismo; en cambio María fue asumida por Dios, lo que implica que en el caso de Jesucristo se llame Ascensión, acción activa, para diferenciarla de la Asunción de la Virgen, que es acto pasivo.
Este hecho, habitual en otras fábricas, es sustituido en nuestra Catedral por el acto de la Coronación, que queda plasmado en los dos registros superiores del tímpano. Resulta significativo que la escena de la Coronación de María, disponga de este gran espacio en la Portada y, sin embargo, apenas exista documentación en la que apoyar tan magna representación.
Los Evangelios se muestran parcos en el tema. Tan solo San Juan Evangelista, en su Libro Asuncionista, se refiere a una corona “de luz”, no material, señala lo siguiente: “El Señor permaneció a su lado y continuó diciendo: -He aquí que desde este momento tu cuerpo va a ser trasladado al paraíso, mientras que tu santa alma va a estar en los cielos, entre los tesoros de mi Padre, [coronada] de un extraordinario resplandor, donde [hay] paz y alegría [propia] de santos ángeles y más aún-.” (San Juan el Teólogo, cap XXXIX).
Será Santiago de la Vorágine en la Leyenda Dorada, el que servirá de inspiración a los artistas al citar en su obra las palabras de Dionisio, discípulo de San Pablo: “Venid del Líbano, esposa mía, venid del Líbano y seréis coronada”.
En el segundo registro, el más amplio de los dos, la Virgen, situada a la derecha de su Hijo, se muestra con aspecto joven, las manos juntas, nimbo tras la cabeza y el cuerpo vuelto hacia Él, en una postura lejana al envaramiento que consigue naturalidad y gracia. Lleva manto con mangas muy anchas y velo sobre la cabeza, bajo el que se aprecian algunos rizos del cabello; destacar el tamaño desproporcionado del pie derecho, que aparece descalzo bajo el manto. Madre e Hijo están sentados sobre amplios tronos, más elevado el de Cristo, que porta corona y el Libro Evangélico en la mano izquierda, mientras con la derecha bendice a su Madre con dos dedos en alto, indicando su doble naturaleza, divina y humana. Muestra nimbo crucífero, ornado de pedrería, y se viste con túnica de mangas ajustadas.
A los lados, dos ángeles ceroferarios con rodilla en tierra miran hacia el espectador; el que se encuentra a la izquierda de Cristo, viste túnica amplia, recogida en la cintura, mientras el frontero, lleva alba y dalmática. Sin embargo, los ángeles que se descubren en el tercer y último registro y sobrevuelan la escena, llevan túnica ceñida y dirigen su vista al frente, sosteniendo la corona sobre la cabeza de la Virgen. Es el preciso momento de la Coronación.
ARQUIVOLTAS. Como se ha comentado en la anterior entrada, las tres arquivoltas de la Portada se hallan bellamente separadas por motivos vegetales. La primera y la segunda, están ocupadas en su totalidad por ángeles, que vienen a representar aquí el cortejo que acompañan a Jesucristo en su venida a la Tierra para recoger y trasportar al Cielo el alma de su Madre. La Catedral de León es, de todas las fábricas del gótico, teniendo en cuenta sus proporciones, el templo que más espacio dedica a las representaciones angélicas. La concepción del ángel responde a la necesidad de colmar de algún modo el vacío que media entre un Dios trascendente y todopoderoso y la pequeñez del hombre, tan alejado de Aquél.
Dionisio Areopagita, se ocupó de esquematizar el mundo angélico en su obra “Jerarquías celestiales”, que influyó poderosamente en la tradición cristiana posterior, dividiendo los ángeles en tres grupos. El primero compuesto por serafines, querubines y tronos, el segundo por potestades, virtudes y poderes, y el tercero por principados, arcángeles y ángeles.
En la segunda arquivolta se disponen otros once ángeles, cinco a cada lado y otro más en la clave. Seis son ceroferarios, cuatro turiferarios y el de la clave porta cuenco o naveta, mostrándose todos como verdaderos acólitos de la Liturgia. Para distinguirlos y romper la monotonía de la representación, los que ocupan el primer, tercer y cuarto lugar de cada lado, llevan cirio, mientras los que se sitúan en el segundo y quinto sostiene un incensario, si bien, el quinto de la izquierda y el segundo de la derecha, también portan naveta. La indumentaria es alternativa, los hay con túnica suelta, ceñida, y alguno con túnica y manto. Todos muestran dos alas.
Las dos dovelas inferiores de la arquivolta exterior, están ocupadas por dos santas. Ambas llevan túnica, manto y velo, además de nimbo, libro en la derecha y una palma, apenas reconocible en la figura que se halla a la derecha. Es difícil su identificación, aunque la palma, símbolo del martirio, y el libro, que podría representar el libro de la Regla como fundadora de una Orden, nos hace pensar que podría tratarse de alguna de las precursoras de una Orden que sufrió martirio: Santa Cecilia, Santa Catalina de Alejandría, etc...
El resto de las dovelas están ocupadas por las Diez Vírgenes, sabias y necias, tema muy apreciado y representado en el arte, que narra San Mateo en su Evangelio (Mt. 25,1-13), con objeto de advertir sobre la conveniencia de estar preparados para el retorno del Señor. La parábola cuenta la historia de diez vírgenes que esperan la llegada del esposo con el fin de acompañarle a la fiesta nupcial. Todas desean tener parte en esta gozosa ocasión y traen sus lámparas con ellas; todas esperan con anticipación el retorno del novio y duermen mientras él se demora. Pero a la llegada del prometido, cinco de las vírgenes no estaban preparadas al traer menos aceite del necesario para sus lámparas. Salen a comprar más y pierden su anticipada participación en las festividades nupciales.
Juan de Tesalónica refiere que también Pedro se dirigió a las mujeres que se encontraban en casa de María esperando el óbito de esta manera: “Semejante es, dice, el reino de los cielos a unas vírgenes ... Y, cuando os sea enviada la muerte, estaréis preparadas sin falta de cosa alguna” (Libro Apócrifo Asuncionista de Juan de Tesalónica, cap. X).
Sentadas todas sobre el inconfundible solio gótico, la representación de las necias se sitúa en la parte baja, dos en la izquierda y tres a la derecha, al mismo tiempo que las vírgenes prudentes o sabias, se asientan sobre ellas, dos en la derecha y tres en la izquierda.
Claramente se distingue a las vírgenes necias porque no llevan nimbo y portan las lámparas boca abajo, dando a entender que se han quedado sin aceite. Las dos de la izquierda, muy deterioradas, visten importantes galas y en una de ellas se aprecia una corona. En las dovelas de la derecha, la primera se mira en un espejo, la siguiente, que luce un importante tocado, se preocupa de sus vestidos; la tercera se detiene ante la flor que sostiene en su mano derecha. Todas muestran las veleidades terrenas.
JAMBAS. De los doce espacios posibles, siete a la derecha y cinco a la izquierda, solo existen seis figuras en las jambas de esta Puerta; de izquierda a derecha: Isaías, San Juan Bautista, Reina de Saba, Simeón, la sibila Eritrea y Cristo como Salvador.
Isaías. En las representaciones escultóricas de la Edad Media, se suelen incluir profetas, en cuanto afectan directa y concretamente a una acción profética de importancia. Aunque aquí no se aprecia ningún texto en la filacteria que muestra Isaías, es relevante señalar que, en el pórtico norte de la Catedral de Chartres, existe una talla de este mismo profeta que porta pergamino en el que se puede leer: “Un brote saldrá del tronco de Jesé”. De esta manera, se anuncia el nacimiento de Jesús, situación que, en nuestra Catedral, no resulta descabellada, como luego veremos en la posible situación iconográfica del programa previsto para las jambas de esta Portada.
Como hemos señalado, la figura del profeta Isaías porta filacteria que señala con su mano derecha y gorro con cuerpo central semiesférico. Sus pies reposan sobre llamas y, aunque sabemos que fue torturado con una sierra (cortado en dos durate el reinado de Manases), no hay que olvidar una de sus profecías en la que narra como quedó purificado por el fuego: “... vi al Señor sentado en su trono elevado ... Estaban de pie serafines por encima de Él, cada uno con seis alas: con dos cubrían el rostro, con dos, los pies, y con las otras dos volaban ... Yo exclame: ¡Ay de mí estoy perdido, pues soy hombre de labios impuros; ... Entonces voló hacia mí uno de los serafines llevando un carbón encendido que había tomado del altar con unas tenazas. Tocó con él mi boca y dijo: Mira, esto ha tocado tus labios; tu maldad queda borrada, tu pecado está perdonado ...” ( Is. 6, 1).
San Juan Bautista. A partir del s. XIV, se le representa de la manera que se encuentra en la Catedral: túnica corta de piel de camello, ceñida por delante con grueso cordón, a veces, como en este caso, con manto superpuesto. El atributo por excelencia de El Bautista es el “Agnus Dei” o Cordero Divino, que la mayoría de las veces, como en este caso, lo sostiene sobre un libro. Esta talla formó parte, junto con la figura del El Salvador, de otro programa escultórico ajeno a la Catedral.
Reina de Saba. Tanto el rey Salomón, en la Portada de San Juan, como la reina de Saba en esta Puerta, son prefiguras de Cristo en el Antiguo Testamento, y consideradas estampas o figuras de la Adoración de los Magos, debido a la visita que realiza esta reina africana al monarca judío. Salomón, sentado en su trono, se equipara a la eterna sabiduría de Cristo sobre las rodillas de la Virgen María, mientras recibe a los Reyes venidos de Oriente, en este caso a la reina de Saba.
Situada sobre un pedestal, más alto que el de sus acompañantes, viste túnica y manto con el mismo tipo de complicados pliegues que se asemejan atrevidamente a los que luce en su indumentaria la Virgen Blanca; pero también se parece a ella en las facciones: labios, barbilla, ojos, frente, etc., y en la factura de la corona que, sobre el velo, lleva sobre su cabeza. Destaca la expresión sugestiva de sus brazos que, con toda probabilidad, sostenían una filacteria. Como sutil pincelada de feminidad, luce un broche sobre el pecho que forma suaves pliegues en su túnica.
Simeón. A la derecha de la Puerta, en la primera jamba, se muestra el anciano Simeón, hombre justo y piadoso de Jerusalén, del que se decía que el Espíritu Santo habitaba en él y al que se le había anunciado y prometido que no moriría sin ver al Mesías del Señor. Viste túnica y manto recogido sobre el brazo izquierdo, gorro de origen judío, que le asocia directamente con la ley hebrea, y barba y melena de factura excepcional. La falta de ambos brazos no deja claro su actitud, si bien, suponemos que, como en las representaciones de las catedrales francesas, se prepara para tomar al Niño en sus brazos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, en las imágenes que se conocen, Simeón suele tener los dos brazos a la misma altura y aquí su brazo izquierdo sí parece dispuesto para recoger, pero no así el derecho, que probablemente se mostraba en alto y en actitud de bendecir. De esta manera encontraríamos el párrafo del Evangelio hecho piedra: “... lo recibió en sus brazos y bendijo a Dios ...” (Lc. 2.28).
La Sibila Eritrea. En la antigua Grecia recibían el nombre de “sibilas”, una serie de personajes femeninos, siempre vírgenes, que se creía estaban inspiradas por los Dioses y cuya principal ocupación era la de adivinar el porvenir a partir de los fenómenos de la naturaleza. Aunque la primera en aparecer fue de Eritrea, su número se multiplicó con rapidez: Pérsica, Líbica, Délfica, Cimeria, Samia, Cumana, Helespóntica, Frigia, y Tiburtina, siempre con nombres alusivos a lugares geográficos.
Según San Agustín, la Sibila Eritrea es la autora de unos versos referentes al Juicio Final y en los que se inspira el famoso poema-canto medieval, “Dies ire, dies illa”:
Aquél día, día de ira,
reducirá este mundo a cenizas,
como profetizaron David
y la Sibila ...
Su presencia en la Catedral es la voz del viejo mundo, del mundo pagano al que se le prometía un Salvador, de la misma manera que los profetas anunciaban a los judíos un Mesías. La talla de la Portada es de pequeña estatura, pero muestra una hermosa joven, casi niña, con una larga cabellera y tocado judío que, como a Simeón, la asocia a la ley hebrea. Viste túnica y manto que sujeta con una cinta o trencilla, mientras sostiene entre sus manos una filacteria, hoy casi desaparecida.
El Salvador. Obra tardía del maestro Jusquín, siglo XV, y de la misma factura que San Juan Bautista. Encarna a El Salvador, representación de Cristo como “salvatore mundi”, sosteniendo en su mano izquierda la bola del mundo, mientras bendice con la mano derecha. Formó parte de otro plan iconográfico ajeno a la Catedral.
DISTRIBUCIÓN ICONOGRÁFICA. La Portada de San Francisco, tuvo, probablemente, un programa iconográfico compuesto por doce tallas, actualmente hay la mitad, formando una unidad respecto a su dedicación a la Virgen y a su relación con el Antiguo y Nuevo Testamento: Anunciación, Visitación, Adoración y Presentación, motivos representados también en las catedrales de Reims y Amiens, claros antecedentes de la fábrica leonesa.
Las jambas de la derecha de esta Portada deberían estar ocupadas, de derecha a izquierda, por el Rey Baltasar, Rey Gaspar, Rey Melchor (actualmente los tres en la Portada Sur) y el anciano Simeón, estos cuatro personajes mirando hacia su derecha donde debería encontrarse la Virgen con el Niño, que actualmente también se ubica en la Portada Sur; estos cinco personajes constituirían la representación de la Adoración y Presentación. Los otros dos espacios de la derecha que restan, compondrían el conjunto de la Visitación, formado por María y su prima Santa Isabel que, al parecer, no llegaron a realizarse.
En la parte izquierda y siguiendo el mismo orden de derecha a izquierda, se situaría el conjunto de la Anunciación: María y el Ángel (hoy en el Museo). Seguiría el rey Salomón (en la Portada de San Juan), la Reina de Saba y la Sibila Eritrea.
De esta manera, el conjunto de las jambas de la Portada, tendría la siguiente lectura de izquierda a derecha: la promesa de Salvador (Sibila), las prefiguras de Cristo (Reina de Saba y Salomón), la Anunciación, Visitación, Presentación y Adoración.
La incoherencia en la colocación de las imágenes de las jambas de la Portada de San Francisco es patente. En un principio, debió existir un proyecto iconográfico completo para todas las Portadas, siempre imitando a las francesas, muy anteriores a la leonesa. El problema económico debió ser la principal causa del actual caos de ubicación de las tallas; sólo en la Portada Central del Juicio Final, observamos que se pudo cumplir el conjunto escultórico de los Apóstoles, aunque falta uno, situados en las jambas, el resto de encargos debió de sufrir múltiples avatares con el paso del tiempo, dando lugar a cambios importantes de artistas, considerable demora entre el encargo y la creación, ubicación inadecuada respecto al plan inicial pero, sobre todo, la no culminación del proyecto originario, dejando de realizar varias de las figuras programadas y dando lugar a espacios que se colmataron en parte con obras tardías, o a inconvenientes cambios de lugar, con el objeto de tratar de salvar parcialmente la estética de las Portadas. A pesar de ello, varias jambas, aún hoy, se pueden apreciar vacías de obra.
Coronación. Portada de San Francisco Catedral de León.
Coronación. Rafael Sanzio.
Arquivoltas Portada de San Francisco.
Ángeles. Francisco Salcillo.
Serafín. Biblia Catedral de León del 920.
Vírgenes Sabias y Necias. Tintoretto.
Virgen necia del espejo. Portada San Francisco.
Jambas. Izquierda Portada San Francisco.
Esquema situación actual Portada.
Reina de Saba, fragmento. Portada de San Francisco.
Sibila Eritrea, fragmento. Portada de San Francisco.
Jambas. Derecha Portada San Francisco.
Esquema posible programa iconográfico.