domingo, 26 de octubre de 2008

Picos de Europa: la aventura


Hasta el momento, la experiencia en la montaña había sido muy escasa: alguna sencilla travesía, algún tramo de calzada romana y poco más. Coincidiendo con el final del verano llega, casualmente, una propuesta tentadora: cruzar de sur a norte el Macizo Central de los Picos de Europa; dos días de travesía, desde el mirador del Cable en Fuente Dé, hasta el Collado Pandébano. La distancia no resulta significativa, aproximadamente 20 kilómetros de recorrido, pero salvando desniveles de más de 500 metros de subida y unos 800 en bajada.

La proposición de Maxi y Pepe Costela, veteranos y expertos montañeros, es un reto sugestivo. Contando con su ayuda, el hábito de realizar bastantes kilómetros semanales y estimulados por la leyenda que siempre rodea a Picos, al final, me sumo a la iniciativa, junto con Mila, Inmaculada, Chema y Guillermo.

El primer día de otoño es el elegido para iniciar la "aventura", y la denominada Ruta Vadiniense será el trampolín de acceso a Picos. Esta Ruta, que parte desde Mansilla, a escasos kilómetros de León, en dirección noroeste, hacia Potes en Cantabria, recibe su nombre de los pobladores prerromanos de la zona. Fue utilizada con habitualidad por los peregrinos que deseaban venerar las reliquias del Lignum Crucis, en Santo Toribio de Liébana, antes de incorporarse al tradicional Camino Francés. Desde Santo Toribio, una vez cruzados los puertos de Picos de Europa, los peregrinos se adentraban en la provincia leonesa, enlazando así dos lugares jacobeos trascendentales en el peregrinar medieval: Liébana y la ciudad de León.

Por delante tenemos 150 kilómetros de carretera, la mayor parte de ellos por las márgenes del Esla. Con el amanecer, dejamos atrás la primera parte de esta Ruta, la denominada “de los Monasterios”, en los alrededores de Mansilla, recorrido interesante en el que se pueden admirar verdaderas joyas de la construcción medieval: Santa María de Sandoval, San Pedro de Eslonza, San Miguel de Escalada, Santa María de Gradefes, etc.

Rápidamente quedan atrás las localidades de Quintanilla, Villapadierna, Cistierna, Crémenes, Riaño, … Los Espejos de la Reina, Portilla de la Reina, ya a 1.200 m., y atravesando las bellísimas Hoces de Peñas Blancas, que traza el río Yuso, continuamos hacia el Collado de Llesba, a 1.650 metros de altitud, al que se llega sin dificultad por una pista tras abandonar por la izquierda la carretera nacional.

En el Collado de Llesba se encuentra el mirador del Oso, señalado con un gigantesco oso de piedra que recuerda su indiscutible soberanía sobre estas montañas en otro tiempo. Desde el mirador, hacia el norte, la primera visión de Picos de Europa.

En la distancia, estos gigantes rocosos parecen cobrar más fuerza al contrastar su color gris, acentuado por el sol de la mañana, con el verde de laderas, valles y bosques. La panorámica constituye, sin duda, uno de los motivos paisajísticos españoles más sorprendentes y espectaculares.

En el centro, casi ocupando toda la vista, nuestro objetivo, Los Urrieles o Macizo Central, delimitado por los ríos Cares y Duje; es el más vertical y agreste de los Picos de Europa. Desde el propio mirador, llega a apreciarse el Cable, la estación alta del teleférico de Fuente Dé. A la izquierda, se observa parte del Macizo Occidental o El Cornión, entre el Sella y el Cares, el más extenso de los tres. A nuestra derecha, las estribaciones meridionales del Macizo de Andara o Macizo Oriental, situado entre los ríos Duje y Deva, de menor extensión y de niveles muchos más suaves que los anteriores.

La formación de los Picos de Europa es más reciente que la de la Cordillera Cantábrica, de donde surgen y están enclavados. Su constitución caliza ha facilitado mucho su modelado debido a la fuerte erosión y glaciación del Cuaternario, que ha influido poderosamente en el aspecto que presentan en la actualidad.

En cuanto a su denominación, existen controversias. Dejando a un lado la bella opción mitológica por la que el príncipe Astur, burlando a Júpiter, desposa a Europa sobre el altar de estas montañas, la versión más extendida hace referencia a que el apelativo actual tiene su origen en el ámbito marinero, al ser la primera tierra que apreciaban los marineros en el horizonte cuando se acercaban a los puertos del Cantábrico. Para ellos, el perfil de los picos eran las Montañas de Europa, en definitiva, los Picos de Europa.

Esta versión no resulta descabellada, ya que si, por ejemplo, tenemos en cuenta la mayor altura de Picos, Torre Cerredo (2.648 m), la cima de esta montaña resulta visible, con buenas condiciones, a unos 200 km. de distancia mar adentro.

Pero antes que la gente del mar, los pastores y cazadores, los lugareños, ¿cómo llamarían a sus montañas? El investigador e historiador leonés, Eutimio Martino, ha tratado de dar respuesta a esta pregunta. El nombre de Picos de Europa procedería de dos términos prerromanos que significan agua: ur y opa (con el tiempo, ur-opa derivaría en el cultismo Europa). Según esta teoría, los pobladores de estas cimas las denominarían Montañas del Agua. Es una interesante opción a tener en cuenta, pues estas cumbres se caracterizan precisamente porque su importante constitución caliza absorbe y filtra rápidamente el agua de la nieve y de la lluvia, para restituirla convertida en ríos caudalosos, curiosamente, lejos de los macizos.

Abandonamos el mirador del Oso y nuevamente en ruta coronamos el Puerto de San Glorio (1.609 m.), límite entre León y Cantabria y paso asfaltado más alto de la Cordillera Cantábrica, para seguidamente descender hasta la localidad de Potes por una sinuosa y peligrosa carretera plagada de curvas de herradura y rampas de importante desnivel, en la que no resulta difícil encontrar ganado suelto.

Desde Potes, capital natural de Liébana, nos dirigimos a Fuente Dé, uno de los lugares más turísticos de Cantabria gracias a su teleférico, activo desde 1966, que salva un desnivel de 753 m. y permite un rápido acceso al Macizo Central de Picos.

Estacionados los vehículos y una vez equipados, nos preparamos para, después de una breve espera, subir al teleférico. La ascensión resulta espectacular. Desde la cabina la panorámica sorprende y emociona, sin descartar ese punto de escalofrío que produce el pensar que estás suspendido en el aire por un cable a más de 700 metros del suelo.



La estación superior o mirador del Cable, situado a 1.850 m. de altitud, ofrece una extraordinaria perspectiva sobre el valle de Camaleño, escavado por una inmensa cascada de hielo que se precipitó en el Cuaternario desde las zonas altas.

El punto interesante del mirador, resulta ser un balcón realizado completamente en rejilla, incluido el suelo, que se encuentra suspendido sobre el vacío, hacia el valle. Desde allí, y debido a la inconstante niebla en ese momento, no es posible observar los picos de la Cordillera Cantábrica, salvo Peña Remoña (2.239 m.), a la derecha, que trata de salir de la tupida bruma.

Desde el propio mirador del Cable iniciamos nuestro recorrido, en principio por el camino que discurre hacia el noroeste y según la ruta prevista. Es un trayecto ascendente hacia la Horcadina de Covarrobres, que realizamos con cierta preocupación, ya que la niebla parece que quiere instalarse con autoridad sobre nosotros, y durante los primeros metros no nos permite apreciar la totalidad del paisaje.



En la Horcadina, y sin dejar de subir, dejamos a la derecha el camino que lleva a Aliva, y continuamos por la ruta de la izquierda hacia Peña Olvidada y Peña Vieja, por una impresionante pista que corta los amplios conos de derrubio o pedreras de la vertiente suroeste de estas montañas. Estas pedreras, que encontraremos en distintos puntos de la ruta y que en ocasiones resultan peligrosas por su movilidad, son efecto del hielo y el deshielo sucesivos, que fragmentan la roca facilitando el desprendimiento y el posterior deslizamiento por las verticales laderas.



Bajo las impresionantes paredes rocosas de Peña Vieja (2.613 m.), una de las alturas más importantes de esta primera zona, abandonamos la pista en el lugar conocido como La Vueltona, un antiguo camino minero que partiendo hacia la izquierda desciende hacia los llamados Pozos de Lloroza, pequeñas lagunas formadas sobre estratos impermeables arcillosos acumulados por los glaciares, y continuamos por una senda bien marcada que comienza a ganar altura a través de los pedreros en dirección a la Torre de los Horcados Rojos, mole que comienza a ser visible a lo lejos al romperse por momentos la niebla, o la “encainada”, como dicen por aquí.


A medida que avanzamos por el serpenteante camino, el sol hace su aparición lentamente y comienza tímidamente a iluminar los riscos que bordean las inmediaciones del Pico de San Carlos, hacia el noroeste. Después de una importante subida, dejamos a la derecha la desviación hacia el Collado de la Canalona, a la que se accede, como bien indica su nombre, por un estrecho y pendiente tubo o canal hacia el Collado, vigilado en su márgenes por dos importantes y famosas agujas calizas: Bustamante y Canalona.



Canal, aguja, ... La gran variedad de las formas rocosas en Picos de Europa, supone una riqueza en términos para denominar los accidentes orográficos. Los montañeros, los pastores, los cazadores, los mineros o los vecinos de los distintos pueblos de la zona, sean santanderinos, asturianos o leoneses, han bautizado con distintos nombres a las cumbres, pero también al tipo de las formaciones.


Según la estructura, forma del pico o montaña, se utilizan términos como peña, pico, horcadina, torre, aguja, tiro, neverón, cabeza, porra, etc. Un paso estrecho y pendiente es una canal, un sendero es un sedo, un terreno muy agreste con grietas en una llastria, los hoyos o depresiones, son jous, etc. Toda esta extensa muestra lingüística intenta acotar y distinguir lo que parece prácticamente imposible por la complejidad y grandiosidad de su geografía.

Dejando atrás la Canalona, iniciamos un ligero descenso hasta llegar a la base de la pared sur de la Torre de Horcados Rojos, una importante pared rojiza vertical de casi 300 metros, que recorremos por su base.

Unos cuantos metros más adelante, en otro pequeño Collado, dejamos a la izquierda el camino que lleva al refugio Camino Verónica, a 2.325 m., situado sobre un promontorio rocoso estratégicamente situado entre Horcados Rojos y Pico Tesorero, que se percibe perfectamente desde nuestra posición.


Este refugio tiene una fantástica historia. La idea y la ubicación se debe al ingeniero Conrado Sentíes y al arquitecto Luis Pueyo, que decidieron trasladar al lugar, después de los convenientes arreglos, una de las cúpulas protectoras de los cañones del portaviones norteamericano “Palau”, que se encontraba en el puerto de Santurce para su desguace.






El refugio se inauguró en agosto de 1961 y recibió el nombre de unas de las hijas de Sentíes, que fue la madrina de la inauguración. Resultan muy interesantes los videos de “torreblanca2008”, sobre la curiosa historia de Cabaña Verónica.




Después de un reanimador refrigerio, ascendemos hacia el Collado de Horcados Rojos, ya a 2.344 m., desde donde se obtiene por primera vez en la lejanía, una vista que compensa el esfuerzo realizado hasta ahora: el "señor" de Picos de Europa, el Naranjo de Bulnes, el Pico Urriello, al que resulta imposible confundir con otro.

Desde Horcados Rojos, el Naranjo, majestuoso y solitario, aparece y desaparece en el horizonte, envuelto en la niebla que se mueve rápidamente a su alrededor. A la izquierda, Pico Tesorero, más allá Tiro Coello, detrás Torre Cerredo (2.648 m., la cumbre de Picos); por la derecha, Tiro Navarro y los Campanarios, delante el imponente Hoyo de los Boches. Los hoyos o jous, son enormes depresiones o cubetas formadas en la última glaciación por circos glaciares cerrados.


Sobre el papel, la bajada al Hoyo de los Boches está considerada como la parte más delicada del recorrido y uno de los lugares donde más accidentes ocurren. Esta situación difícil se agudiza para los inexpertos, que se encuentran con una bajada peligrosa por su verticalidad y la facilidad de desprendimientos. La tensión disminuye considerablemente las fuerzas, haciendo la bajada más comprometida de lo que en realidad es. Para facilitar este descenso, existe, desde hace unos años, un cable de acero anclado en la roca que sirve para aliviar el complicado tramo.


Ayudados por Maxi y Pepe Costela, iniciamos el dificultoso descenso. Para ello, primero hay que seguir el cable que sube ligeramente hacia la derecha durante unos metros, para caer rápidamente unos 250 metros por una zona caótica de pequeños escarpes y piedras sueltas.

Allí, Mila reveló su futuro como montañera y Guillermo disfrutó, alejando antiguos fantasmas. Chema estuvo en su línea, e Inma mostró que, a pesar del tiempo, la montaña es lo suyo. "Otros", las pasaron p...

La última parte se realiza sin cable y, aunque la verticalidad se suaviza, sigue existiendo el peligro de la caída de piedras. Una vez abajo, por la pedrera existente, ganamos el impresionante fondo y centro del Hoyo, un espectacular circo rodeado de enormes cumbres calizas y desde el que todavía se aprecia la cima del Naranjo.


En el centro del Hoyo de los Boches, realizamos un descanso obligado para aliviar la tensión del descenso. Desde allí, se contempla un paisaje inquietante y la espectacular pared por la que hemos bajado. El silencio, la soledad e inmensidad del espacio, las inaccesibles y enormes paredes, la ausencia total de vegetación, el desierto de piedra caliza que nos rodea, hacen del lugar un perfecto escenario de aspecto lunar.

De nuevo en camino, finalizamos la travesía del Hoyo de los Boches hacia la amplia garganta que da paso a otra depresión semejante, el Hoyo Sin Tierra, que, sin tener que descender, flanqueamos por la derecha a través de un largo y tortuoso camino bajo las laderas de La Morra, que nos lleva a otra garganta o paso menor que el anterior, y en el que encontramos los primeros corzos subiendo por las agrestes y anárquicas paredes.


Ascendemos el último tramo importante y escarpado del recorrido, donde la ayuda ahora de Chema y Maxi resulta impagable, y que da paso a la Vega de Urriello.

Como una aparición, casi encima de nosotros, aparece el Naranjo en todo su esplendor, entre el sol y la niebla, que lo rodea, lo oculta, y, de nuevo, a los pocos segundos, lo vuelve a descubrir.

El Naranjo de Bulnes, con sus 2.518 m., es una de las cumbres emblemáticas del alpinismo español y, sin duda, el monte más exclusivo y representativo de los Picos de Europa.

El nombre de Naranjo es el más popularizado, debido a los trabajos del geólogo alemán Schulz, que realizó el primer mapa geológico y topográfico de Asturias, y que tal vez lo debió designar de esta manera al apreciar que su constitución de piedra caliza, se tornaba de color naranja con la iluminación del sol a la caída de la tarde por sus caras norte y noroeste, imagen que, aunque no era el momento ideal, hemos conseguido débilmente observar desde su base, pero que, desde la distancia, resulta espectacular.

Sin embargo, los lugareños y montañeros tradicionalistas le denominan Pico Urriello, como reivindica la letrilla:

¿Por qué me llamáis "Naranjo" si naranjas no puedo dar?
¡Llamadme "Pico Urriello" que es mi nombre natural!”










A lo lejos, al pie de la cara oeste del Pico Urriello, el refugio Julián Delgado Úbeda, denominación en honor del montañero, arquitecto y presidente durante años de la Sociedad Española de Alpinismo, que revolucionó el alpinismo español en la primera mitad del s. XX, y al que se deben también los planos y diseño de este y otros refugios en la Península.




Durante la bajada por la Vega de Urriello hacia el refugio vuelve la vegetación al paisaje. A escasos metros, por la ladera este del sendero, una abundante manada de rebecos pasta tranquilamente sin inmutarse por nuestra presencia y limitándose a levantar la cabeza cuando nos acercamos.


La llegada y el descanso en el refugio resultan confortadores. Una vez instalados y después de recorrer y admirar los impresionantes alrededores, con la inmensa mole de Pico Urriello sobre nosotros, optamos por una temprana, pero abundante cena, “mojada” adecuadamente con el vino de la bota de Guillermo, que ha empujado hasta aquí Chema, y una agradable sobremesa en donde no faltaron unos chupitos de wysqui.


Tras un buen descanso y un abundante desayuno, la mañana nos sorprende con una espesa niebla, que nos obliga, en los inicios del camino, a utilizar chubasquero. Nuestro destino, Collado Pandébano, hasta llegar allí un fuerte desnivel, de 2.000 a 1.200 m., un auténtico rompepiernas para los que tenemos una factura importante del día anterior.




Iniciamos la bajada por la ruta que desciende hacia el nor/noreste. El primer tramo es un duro descenso. Un poco más adelante, se suaviza con falsos llanos que nos llevan directamente al Collado Vallejo (1.500 m.).






En esta zona y para facilitar el acceso, el camino se ha trazado mediante voladuras y pico y pala, encontrando tramos con fuertes escarpes y pasos angostos, que resultan peligrosos en días de lluvia y viento, pero sobre todo con nieve.




Desde el Collado, se percibe con dificultad la cara norte de Pico Urriello, una perspectiva distinta a la que hasta ahora habíamos contemplado, ya que desde esta vertiente, se asemeja a una imponente torre que destaca con diferencia sobre el resto de cimas próximas. Sin duda, es el símbolo de los Picos de Europa.










Hacia el oeste, en la vertiente contraria, se distingue el camino que por el canal de Camburero llega hasta el pueblo de Bulnes. Esta ruta y el camino por el que ahora transitamos, son las dos vías más rápidas de acceso para llegar desde el norte hasta Pico Urriello.










La depresión que separa estas dos vertientes, conocida como Hoyo Lluengu y que estará presente por la izquierda prácticamente durante la primera mitad del recorrido, se formó por efecto de un glacial que partiendo desde el mismo centro de Los Urrieles, lugar conocido como el Neverón de Urriello, llegaba hasta donde está asentada la localidad de Bulnes y continuaba por lo que se denomina el Canal del Tejo hasta la confluencia de los ríos Duje y Cares.


Según perdemos altura, el paisaje se vuelve distinto, cambiante. La niebla va desapareciendo y masas de nubes muy bajas reposan sobre el fondo de los valles que se intuyen y se dibujan entre cumbre y cumbre.

Se desciende suavemente hacia el hayedo de la Varera, que recorremos por el límite norte, y desde el que se distingue el caserío de Bulnes, bajo las cumbres de los Albos. Este bosque, muy utilizado por sus vecinos para combustible o distintos usos, es un lugar de frecuentes aludes, de los que se distinguimos alguna huella por las vertientes.

Más adelante, las generosas praderías de la Tenerosa cuya parte baja esta ocupada por ganado vacuno, mientras que el caprino domina la parte alta, por donde discurre nuestro camino. En la zona existen varias cabañas y un refugio, La Tenerosa (1.300 m.), pequeña construcción de piedra sin ningún servicio más que el de sus acogedoras paredes.

El sendero, bien marcado hasta ahora, se pierde en los prados de Pandébano por donde discurren caminos poco claros, algunos plagados de helechos, otros entre exuberantes mantos de brezo y aulagas, que pintan el verde paisaje de morado y amarillo.

El final del camino: Collado Pandébano. Hasta allí, llega una cómoda y ancha pista apta para vehículos, que enlaza con la carretera en la localidad de Sotres. En un primer momento, nos trasladamos en automóvil de alquiler hasta Arenas de Cabrales, una de las puertas de Picos, donde después de dar cuenta del famoso y exquisito queso de la zona y unas botellinas de sidrina, escanciadas no muy ortodoxamente por Guillermo, pero con una efectividad de profesional, continuamos hasta Fuente Dé, donde dejamos el día anterior nuestros vehículos. El regreso a León lo realizamos por otra ruta alternativa: Puerto de San Glorio, Portilla, Riaño, Sabero, Boñar y León.

Siempre habíamos oído hablar de la extraordinaria belleza que la naturaleza depositó en Picos. No es un tópico. La grandiosa orografía de Picos de Europa estremece los sentidos. Cautivan sus irregulares y escarpados perfiles, sus aristas calcáreas; impresionan sus hoyos y gargantas, rodeadas de paredes casi verticales, y embarga su silencio … Y prácticamente en el centro el "señor" de Picos. Solo, vigilante, sin mezclarse ni confundirse con ningún otra cumbre, la enseña del alpinismo español: el Naranjo de Bulnes, el Pico Urriello. Ha sido una experiencia única, un verdadero espectáculo poder contemplarlo.

El Pico Urriello en directo:

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