"Ve y anuncia al pueblo romano que es decisión y voluntad de los dioses, que Roma sea la capital del mundo. Por tanto, deberán practicar el arte militar y que conozcan, y que así se lo comuniquen a sus descendientes, que no habrá pueblo ni poder humano capaz de resistir las armas romanas”.
(“Desde la fundación de la ciudad". Tito Livio)
El hombre es el único ser de la creación capacitado para crear símbolos y signos, siendo por ello el único capaz de implantar una cultura propia que, en definitiva, es un complejo método y sistema de figuras y códigos. El pueblo romano, creador de una civilización de la que aún somos herederos, fue extremadamente rico en simbología y su ejército el transmisor de esa cultura por todo el Mediterráneo.
El propio ejército romano ostentaba toda una gama de signos, emblemas y figuras, que reforzaban su estructura y conciencia de grupo compacto. Se conoce que desde sus inicios, las primitivas fuerzas de infantería romana trasportaban como enseñas astas con haces de mieses en el extremo, sustituidas con posterioridad por la loba capitolina y por otras figuras en metal que podían representar, caballos, jabalíes, etc. Del mismo modo, las primeras unidades de caballería seguían a un pequeño estandarte rojo que mostraba el símbolo del grupo.
Entre ellas, sobresalían las águilas, enseñas que eran entregadas a la legión mediante una significativa ceremonia religiosa en el momento de su formación como unidad de combate, celebrándose cada año el aniversario de la creación, fecha considerada sagrada, con solemnes rituales. Era el día festivo denominado, “dies natalis aquilae”, en el que se renovaban los juramentos sagrados de fidelidad.
Era tan importante su significado, que la pérdida durante la batalla se consideraba un deshonor para la legión, pero también para Roma, significando este hecho un verdadero infortunio entre el pueblo romano. Tal es así, que la derrota de Craso en el norte de Siria en el año
Junto al águila, cada legión llevaba un pequeño estandarte con su nombre y emblema llamado vexillum, trasportada por los denominados vexillarius. Las unidades de caballería y de infantería que prestaban servicio fuera de su legión, poseían otro con su identidad. Se desconoce el emblema que ostentaba
Lo que está comprobado, es que, en algunas ocasiones, el signo zodiacal del emperador o del cónsul creador de la legión, o el de la propia fecha de fundación de la unidad, influía en el emblema que ostentaba. De esta manera,
Además del águila y el vexillum, cada centuria poseía su propio estandarte denominado signum, trasportado por los soldados signifer. Existen dos variantes conocidos de signum, uno con una mano abierta en la punta del asta, y el otro terminado en punta de lanza. A lo largo del asta, se colocaba la identificación de la centuria y cohorte, así como las condecoraciones obtenidas por la unidad a lo largo del tiempo.
Durante el periodo imperial, las legiones portaban un pequeño busto del emperador llamado imago, llevado por el legionario imaginifer y que acompañaba al legado o general de la legión. Avanzado el Imperio, un nuevo estandarte llamado draco, de origen posiblemente dacio, fue adoptado por el ejército en tiempos de Trajano. Este estandarte estaba formado por una cabeza de dragón y cuerpo de tela ondeante, dotado de una lengüeta en su interior, que provocaría, al paso del viento, un inquietante y aterrador sonido. Solía haber uno por cohorte y su portador era llamado draconarius.
Todas estas enseñas y emblemas servían como referencia a la tropa, trasmitiendo órdenes a la vez que mantenían unido al grupo. Durante el acuartelamiento, se custodiaban en el aedes signorum, lugar central de los principia, que era cuartel general del campamento legionario y su centro neurálgico, haciendo también las veces de centro administrativo y religioso. Por lo general, conformaba una significativa construcción con entrada monumental y patio porticado. Era el espacio simbólico de la autoridad y del poder del emperador.
En todas las culturas los símbolos son de gran importancia pues sirven para aglutinar a gentes, incluso de pensamientos dispares, dándoles una unidad y una identidad que les hace sentirse orgullosos hasta tal punto que son capaces de morir por ellos.
ResponderEliminarNo hay duda de que el caso de Roma es de los más representativos.
Un buen artículo.
Un saludo