miércoles, 20 de marzo de 2024

"La Pietà" leonesa: Nuestra Señora del Mercado

 


Faltan escasos días para que recorra las calles de León en las Vísperas del Viernes de Dolores, la imagen titular de la Iglesia del Mercado: "Nuestra Señora del Mercado, Antigua del Camino". Popularmente La Dolorosa o La Morenica, a quien acompañan desde el siglo XVIII cientos de mujeres con luminarias que llenan de devoción y olor a cera las calles de la ciudad antigua, señalando el comienzo de la Semana Santa en la capital.

Nuestra Dolorosa representa una iconografía muy conocida que lleva el nombre italiano de Pietà. Y no precisamente porque las representaciones italianas sean las más antiguas, sino por la popularidad que adquirieron algunos ejemplos realizados por Botticelli o Tiziano, o la más conocida ejecutada por Miguel Ángel: la Pietà del Vaticano.


Estas tallas muestran a la Virgen sentada sosteniendo sobre sus rodillas el cuerpo de Jesucristo tras ser desclavado de la Cruz. Toma diversos nombres según el tiempo y el lugar: Virgen de la Piedad, Virgen del Traspaso, Virgen de la Amargura, Virgen de la Caridad, Virgen de la Soledad, Virgen de las Angustias, Virgen Dolorosa, … Es popularmente conocida también como “Sexta Angustia”, aunque existen grandes equívocos al respecto, ya que, a lo largo del tiempo e incluso en la actualidad, se define erróneamente estas representaciones como “Quinta Angustia”. Lo veremos más adelante.

Es, sin duda, el tema más humano de la Pasión. Esta iconografía tiene una gran similitud con la imagen de la conocida como Virgen de la Humildad, de claro origen italiano, y en la que María aparece sentada en el suelo mientras amamanta al recién nacido en una actitud maternal. En la Pietà el pequeño Jesús es sustituido por el Hijo torturado, crucificado y muerto. Es una imagen que refleja la desesperación y el dolor, pero también una rebelión contra la realidad insufrible y, a veces, un profundo desamparo y resignación.

A pesar de la posibilidad de antecedentes italianos, las primeras representaciones de la Piedad, de la Dolorosa, se inician en Alemania, en los claustros de religiosas del valle del Rin. Esta presencia en los conventos femeninos se debe a que el tema es fruto de la mística de la Baja Edad Media, que toma como referencia la conocida loa religiosa escrita por el franciscano Jacopone de Todi a finales del s. XIII, que ensalza los sufrimientos de María en su conocida obra Stabat Mater (“Estaba la Madre …”). Posteriormente es desarrollada por la literatura piadosa franciscana, dominica y cisterciense, y que fue pieza fundamental en el contenido de los Breviarios de Pasión utilizados en las congregaciones de monjas.

Las primeras tallas, de pequeño tamaño, resultan muy expresivas. Como ejemplo, la más antigua que se conserva datada a comienzos del s. XIV, la Piedad de Roettgen, actualmente en el Museo de Bonn, de 88 cm., considerada como una de las representaciones más conmovedoras del arte cristiano. De autor anónimo y realizada en madera policromada, esta primera muestra representa a María como Dolorosa, sobrecogida por el dolor que supone sostener sobre su regazo al Hijo brutalmente torturado y muerto, con la cabeza coronada de espinas y las múltiples heridas abiertas y sangrantes, entre las que sobresale la llaga del costado.

Estas imágenes, esta iconografía se la conoce también como “Vísperal”, en clara alusión a las Vísperas del Viernes Santo, hora litúrgica que coincide con el atardecer, momento en el que se piensa que Jesucristo fue desclavado de la Cruz y puesto en brazos de su Madre.

En el s. XV la rigidez de estas primeras representaciones se trasforma en formas y figuras más amables influenciado por el estilo del momento. Ahora María es más joven, el tamaño es real y manifiesta un dolor más contenido ante el cadáver de Cristo.


La representación de la Piedad varía también en su composición. De los dos personajes habituales, puede derivar a cuatro añadiendo al conjunto María Magdalena y San Juan. Éste último, normalmente, atiende la cabeza de Cristo, mientras la Magdalena se encuentra a los pies del crucificado. También pueden existir conjuntos de seis, siete u ocho; los cuatro personajes ya citados se completan con una de las dos parejas formadas por María Salomé y María Cleofás o bien, por Nicodemo y José de Arimatea o, en otros casos, se representan todas las figuras nombradas.

En la creación de esta imaginería influye también poderosamente el desaliento de los habitantes de centroeuropa, que padecen en aquel tiempo dos grandes sucesos: la Guerra de los Cien Años (entre 1337 a 1453) y la Peste Negra (del 1346 y 1347). En medio de estos dos terribles acontecimientos, los artistas renuevan la iconografía tradicional, fijándose principalmente en los episodios de la Pasión, con escenas patéticas que tratarán de conmover y originar compasión entre los devotos cristianos que, sobre todo hacia la mitad del XIV, conocerán una vida repleta de peligros y dificultades.


Además, durante el Barroco y siguiendo los preceptos del Concilio de Trento encaminados a remover la devoción entre los fieles, esta imaginería obtuvo gran popularidad y, aún hoy, continúa siendo una de las imágenes de la Pasión más populares, además de protagonista en centenares de desfiles procesionales durante la Semana Santa, a pesar que expresamente, el tema de la Piedad no se menciona en los Evangelios, donde solo aparecen referencias al dolor de María en San Lucas (2, 35): “ … y una espada atravesará el corazón para que se descubran los pensamientos de todos”.

Santa Brígida de Suecia en sus Profecías y Revelaciones, escribe: “A medida que todos se iban marchando, vino un hombre, y le clavó una lanza en el costado con tanta fuerza que casi se le salió por el otro lado. Cuando le sacaron la espada, su punta estaba teñida de sangre roja y me pareció como si me hubieran perforado mi propio corazón cuando vi a mi querido hijo traspasado. Después lo descolgaron de la cruz y yo tomé su cuerpo sobre mi regazo. Parecía un leproso, completamente lívido. Sus ojos estaban muertos y llenos de sangre, su boca tan fría como el hielo, su barba erizada y su cara contraída”.

En la célebre Leyenda Dorada, Santiago de la Vorágine habla en uno de sus capítulos de la Virgen de la Piedad basándose en el Evangelio de San Juan ( 19, 25-27): “La Virgen, Madre de Dios, pues lo había engendrado, permaneció junto a la Cruz en que su hijo agonizaba transida de inmensa aflicción. Los dolores de esta madre fueron tan intensos al ver morir de aquel modo a su Hijo que casi murió también ella de compasión.”

La propia Santa Teresa de Jesús, en una de sus visiones místicas ocurrida en Sevilla en 1575, relatará el suceso vivido: “… estando en maitines, el mismo Señor, por visión intelectual, tan grande que casi parecía imaginaria, se me puso en los brazos a manera como se pinta la “Quinta Angustia”. Hízome temor harto esta visión, porque era muy patente y tan junta a mí, que me hizo pensar si era ilusión.”

Estas dos últimas citas, no dejan de ofrecer grandes dudas y confusionismo que llegan hasta la actualidad. La imagen de la Piedad, ¿es la Quinta o la Sexta Angustia?

Las conocidas “siete angustias”, “siete dolores”, son un conjunto de sucesos de la vida de la Virgen María, que poseen también origen alemán. Fueron instituidos y celebrados por primera vez en 1423 en la ciudad de Colonia por el obispo Teodorico de Meurs, y tenían como objetivo reparar las burlas que los herejes husitas (Bohemia) hacían de las imágenes de Cristo y de la Piedad.

Así todo, aunque su origen haya sido éste, no podría faltar en las devociones y celebraciones cristianas, la trasferencia de la mitificación del dolor y del sufrimiento a la figura femenina. En una religión como la cristiana, en la que el dolor está omnipresente. Frente a la figura del hombre, de Cristo torturado y crucificado, tiene que existir la Madre Dolorosa. Estos son los siete dolores, las siete angustias de María:

1º La profecía de Simeón.
2º Huida a Egipto.
3º Pérdida de Jesús en el Templo.
4º Encuentro de María con Jesús camino del Calvario.
5º Agonía y muerte de Jesús en la Cruz.
6 º Descendimiento de Jesús a los brazos de María
7º Entierro de Cristo.

Así se completan los “siete dolores”, las “siete angustias”, los “siete cuchillos” que atraviesan el corazón de María. El número de dolores se fue incrementando hasta llegar a alcanzar la cifra de ciento cincuenta, aunque siempre a prevalecido el número “siete” que, verosímilmente, se sostuvo por la trascendencia de dicha cifra en la mayoría de las culturas y en particular en la forma de pensar medieval. Tienen su correspondencia, por ejemplo, con las siete horas del Oficio Divino e igualmente con los siete gozos de María. Como curiosidad, señalar que el número siete se utiliza frecuentemente en la Biblia: en el Antiguo Testamento el número 7 aparece 77 veces.

La devoción a los Dolores, a las Angustias de la Virgen María fue extendida especialmente por los servitas, Orden fundada por siete patricios de Florencia a mediados del siglo XIII. La historia nos cuenta cómo se reunían estos hombres piadosos y cómo, poco a poco, fue surgiendo la Orden de los Siervos de la Virgen o Servitas, cuyo principal cometido era el meditar sobre la Pasión de Cristo y los Dolores de su Madre.

Anteriormente ya hemos mencionado que la figura de la Piedad, es denominada frecuentemente como Quinta Angustia. La distinción en las representaciones de las denominadas Quinta o Sexta Angustia está bastante clara. Se considera Quinta Angustia toda aquella imagen de la Virgen que se encuentre en el Calvario, a los pies de Cristo agonizante o muerto en la Cruz.

La Sexta Angustia serían todas aquellas imágenes que muestran a María con el cadáver de Cristo en sus brazos, pero también las escenas que representan el Descendimiento, poco antes de la entrega del cuerpo del Hijo a María. El conocido cuadro de Matías Grünewald sería el perfecto ejemplo de representación de la Quinta Angustia. Es una obra impresionante y desgarradora que representa la Crucifixión en toda su crudeza.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que la imagen de la Piedad, tradicionalmente es denominada como Quinta Angustia (y no sexta)y todavía en muchos lugares, a muchas tallas, en muchas cofradías y hermandades, en todo tipo de bibliografía antigua o moderna y por muchos autores, se denomina de esta manera. Parece ser que el equívoco se origina al encontrarse en la mayoría de los devocionarios medievales y modernos, la referencia a esta iconografía como Quinta Angustia, por lo que es constante este apelativo al referirse a las imágenes de La Piedad.



- La Morenica.
- La Piedad. Miguel Ángel.
- Nuestra Señora de las Angustias. L.S. Carmona. S. XVIII. Parroquia San Martín de León.
- Piedad de Roettgen.
- Nuestra Señora de las Angustias. Guillermo Doncel. S. XVI. Iglesia Santa Nonia de León.
- Quinta Angustia. Monasterio de Santa María de Sandoval. León.
- La Quinta Angustia de Santa Teresa. Beatriz Barrientos.
- Virgen de los Siete Dolores. Vrouwekert.
- Nuestra Señora del Camino. S. XVI, anónimo. Santuario Virgen del Camino. León.
- Crucifixión de Matías Grünewald.
- Nuestra Señora del Mercado, Antigua del Camino.



viernes, 2 de febrero de 2024

Fiestas de febrero: Virgen de la Luz



En el mundo romano el mes de febrero era el mes de las fiestas Lupercales, muy celebradas en Roma, que se festejaban el 15 de febrero (ante diem XV Kalendas Martias). Tras los oportunos sacrificios, adolescentes desnudos marchaban en procesión azotando manos y espalda a las mujeres que encontraban en su camino, dispuestas a ser parte de la fiesta lasciva. Utilizaban correas confeccionadas con piel de cabra, a modo de miembro viril, resultando rituales de fuerte contenido sexual encaminados a la fecundidad, pero también a la purificación.

Asimismo, las mujeres en los primeros días del mes de febrero, rememoraban el bello mito de Proserpin, utilizando teas y antorchas y dando lugar así a la fiesta conocida como “de las luces”.

Estas tradiciones ancestrales se asemejan y entrelazan. En la ley judía, la madre que había dado a luz un varón era considerada impura durante siete días, a los que había que añadir treinta y tres días de “purificación de la sangre”. En total eran cuarenta días que, en el caso de que el nacido fuera niña, se duplicaban. Al cumplir los plazos, cuarenta u ochenta días según el sexo del recién nacido, la madre debía de llevar al Templo un cordero, un pichón o una tórtola para redimir su “pecado”. Si no fuera posible ofrecer un cordero, podría presentar dos pichones o dos tórtolas, caso de la Virgen María.


La purificación de las madres en el Templo tenía lugar por las mañanas en el atrio de las mujeres. Allí eran rociadas por el sacerdote con el agua lustral, agua que había apagado las brasas de la hoguera de algún sacrificio, a la vez que se recitaban oraciones al respecto.


Además de la purificación de la madre, la ley mosaica obligaba a la presentación del primer nacido si era varón. Según se cita en el Éxodo: “Le separaréis para el Señor y se le consagraréis”. De esta manera, todos los primogénitos de los hijos de Israel debían ser dedicados a la vida religiosa. Pero al escoger Dios para este cargo a los hijos de la tribu de Leví, estableció que los primogénitos de las restantes tribus no debían servir en el Templo, pero habrían de ser presentados al Señor como ofrenda que se le debía, siendo "rescatados" de la dedicación religiosa con ofrendas.

A finales del s. V el papa Gelasio I, con el fin de reemplazar las fiestas lupercales de febrero que seguían teniendo mucho seguimiento entre el pueblo como fiesta de exaltación sexual y de purificación, además de terminar con la costumbre heredada de la mitología sobre la constante búsqueda de Proserpina, instaura el 2 de febrero la conmemoración de la visita al Templo que celebró la Virgen María a los cuarenta días de dar a luz, dando lugar a las fiestas cristianas de Purificación y Presentación. Es la fiesta de la Virgen de la Luz, son Las Candelas.


No se sabe a ciencia cierta cuando empezaron a celebrarse las procesiones cristianas en estos días. Se conoce que en el s. X se celebraba en Roma, con gran solemnidad, la fiesta de la Purificación de la Virgen María, en la que eran protagonistas las candelas y cirios que se encendían para procesionar, para después llevárselos a casa y prenderlos en situaciones especiales de celebración o de necesidad.

- Fiestas Lupercales. Andrea Camassei.
- La Presentación en el Templo. Sebastian Bourdon.
- Purificación de la Virgen. Alessandro Turchi.
- Las Candelas. San Miguel de Escalada.



sábado, 16 de diciembre de 2023

La fiesta del solsticio de invierno

 


Miles de años antes al nacimiento de Cristo las sociedades primitivas celebraban el solsticio de invierno, la victoria de la luz sobre las tinieblas. Era la noche en que se anunciaba el nuevo nacimiento de la luz, pero también el cambio del ciclo productivo que predecía una nueva primavera y, con ella, la continuación y el resurgir de la vida.

En los inicios de la era cristiana se ignoraba por completo la fecha en la que había nacido Jesús. Se especuló con distintos momentos: en los inicios de la primavera, también en otoño, hasta que en el año 350 el Papa Julio I dictaminó que Jesús fue alumbrado el 25 de diciembre.

¿Por qué el 25 de diciembre? Los romanos celebraban las fiestas en honor a Saturno, Saturnalia, dios de la agricultura y la cosecha. Entre el 17 y el 24 de diciembre el ciclo climatológico cambiaba dando lugar al inicio de un nuevo periodo agrícola. En esos días la sociedad romana celebraba banquetes, se bebía y bailaba, adornaban las casas con planta de las denominadas siempreverdes: muérdago, acebo, etc., y se entregaban regalos. El día 25, la fiesta era denominada Brumalia y conmemoraba el día más corto del año (calendario juliano) y un “nuevo Sol”. Era la fiesta del Natalis Solis Invicti, el “Nacimiento del Sol Invicto”.

Los nuevos cristianos vieron con agrado la decisión de Julio I de conmemorar el nacimiento de Jesús en esas mismas fechas, y continuar así con las celebraciones ancestrales que se encontraban muy arraigadas en las costumbres populares. De esta manera, la Navidad (del latín nativitatem, nacimiento) o Christmas, (en lengua inglesa, “misa de Cristo”), se introdujo en nuestro mundo occidental como continuación o remedo de las mismas fiestas paganas del culto al Sol.

No se deben obviar como antecedentes de la Navidad, los ritos solsticiales que se celebraban en Egipto, donde la triada Isis-Osiris-Horus eran los protagonistas y el 25 de diciembre era precisamente la fiesta de Isis, un verdadero trasunto de María. Del mismo modo, Buda, Tammuz en Babilonia, el dios frigio Attis, Dionisio en Grecia, Frey, hijo de Odín entre los vikingos y Krishna en la India, todos muy anteriores a Cristo, poseen múltiples coincidencias en lo referido a su nacimiento y su celebración alrededor del 25 de diciembre. Todos son hijos de una madre virgen, aparecen estrellas, hay pastores, el alumbramiento en pesebre o cueva, presencia de magos, ofrendas, rumiantes, etc.


Especial comentario merece el culto a Mitra, que enlaza fuertemente con las fiestas romanas que hemos citado. Las primeras noticias sobre el dios Mitra aparecen ya 3.500 antes de Cristo en la India donde es considerado como dios de la luz, del amanecer y del Sol, extendiéndose su influencia hacia el oeste y absorbiendo también usos y prácticas de todos los pueblos de la zona.

Mitra, llamado El Salvador, hijo de madre virgen, nació el día 25 de diciembre en una gruta en donde, curiosamente, también se hallaban una mula y un buey. Avisados por las estrellas y una luz resplandeciente, fueron a adorarle pastores y unos magos que le obsequiaron con ofrendas ... Dejaremos aquí las comparaciones con el nacimiento de Jesús, porque son múltiples y variadas, tanto en el alumbramiento, vida y obra, como en la liturgia y el culto posterior a su muerte. 

El culto a Mitra se extendió por todo el Imperio Romano llevado por las legiones, que lo adoptaron en masa después de su paso por Asia Menor. La práctica religiosa resultaba muy atractiva a los soldados romanos que admiraban y seguían sus ceremonias machistas, que acentuaban y reforzaban sus lazos masculinos, resultando una práctica necesaria y positiva entre los guerreros afianzándoles como grupo.

Fue una religión mistérica, es decir, celebraba las ceremonias en secreto, sólo para grupos reducidos de iniciados que practicaban un culto exotérico del que se apartaba a las mujeres. Se realizaba en templos denominados mitreos, espacios que en un principio eran cuevas naturales y, más adelante, construcciones que imitaban las cavernas oscuras con capacidad limitada para grupos inferiores a cincuenta personas. Es seguro que algunas de las criptas bajo las iglesias cristianas fueron en su momento mitreos.


A finales del siglo III se fundió la religión mitraica con el culto al Sol, cristalizando en la nueva religión del "Sol Invictus". El emperador Aureliano la hizo oficial en el año 274 y cada 25 de diciembre se celebraba el festival del Natalis Solis Invicti (el Nacimiento del Sol Invencible).

Los emperadores del s. III fueron protectores del mitraismo, en parte porque su estructura, fuertemente jerarquizada, les servía para afianzar su autoridad y poder, si bien el poder político de la época resultó permisivo en cuento a prácticas religiosas mientras no amenazara el orden vigente.

Cristianismo y mitraismo convivieron hasta la llegada de Constantino en el 306. Constantino el Grande proclamado emperador por las legiones, seguidor de Mitra y político pragmático, no dudó en aprovechar la ocasión para intervenir y elegir como opción preferida. Todo ello a pesar de las leyendas cristianas surgidas alrededor sobre una intervención divina, que reforzó su posición política y declarando el cristianismo como religión oficial del Imperio con el fin de mantenerlo unido.

En el Concilio de Nicea, convocado por el propio Constantino en el año 325, nace el cristianismo más o menos como lo conocemos hoy, apropiándose, retocando y adoptando fechas y hechos de la religión mitraica, copiando además su estructura clerical e iniciando a la vez un acoso hacia esta última. El culto a Mitra queda definitivamente proscrito con el edicto imperial de Tesalónica firmado por Teodosio en el 380, que supone su persecución, el derribo de templos, la quema de libros, etc., hasta su completa desaparición.

Todas estas consideraciones expuestas sobre los orígenes de las celebraciones navideñas, han servido siempre como argumento para desvirtuar, cambiar o tergiversar esta antigua conmemoración. Por una parte, se emplean estas evidencias para señalar las “eternas mentiras” de la Iglesia Católica, pero también, los grupos más ortodoxos abogan por abandonar esta celebración que, según ellos, conmemora, con un empalagoso envoltorio cristiano, las fiestas paganas del culto al Sol.


Los hay que reniegan de estas celebraciones por el salvaje y progresivo consumismo que todo lo envuelve, o se quejan de una perenne obsesión por la apología del amor fraterno en estos días, mientras el resto del año se abandona o se pierde por completo esta práctica. En definitiva, estas fiestas son un auténtico abanico de opiniones: desde los que disfrutan plenamente de ellas, hasta los que verdaderamente las aborrecen.

Sin embargo, a pesar de la festividad religiosa, la alegría infantil, la confraternidad exacerbada, etc., nadie declara o defiende públicamente que en el fondo, lo que verdaderamente nos entusiasma en estos día, es el cambio, el triunfo de la luz sobre la oscuridad. Y es que, desde el origen del mundo, la naturaleza del hombre persigue y anhela la renovación que se produce con el "triunfo del día sobre la noche", que significa un nuevo florecimiento y resurgir de la vida iniciándose en estos días con el solsticio de invierno y eso hay que celebrarlo.


¡Feliz solsticio de invierno! ¡Io, bona, Saturnalia! ¡Feliz Navidad!


La juventud de Baco. William-Adolphe Bouguereau.
L´hiver ou les Saturnales. Antonio Callet.
Adoración de los pastores. Jan Victors.
La adoración de los magos. Rembrandt.
Orgía romana. Henryk Iemiradki.
Mitra, como Sol Invicto. Museos Vaticanos.
El sueño de Constantino. Piero della Francesca.
Fiestas Saturnalias. Thomas Couture.
Bacanal. Alma Tadema.



domingo, 6 de agosto de 2023

La Virgen de agosto

Entramos en el mes de agosto, un mes lleno de cambios. Es el momento en que la mayoría de las cosechas llegan a su término y la tierra ofrece y regala sus últimos frutos. Es el mes en el que comienza a notarse tristemente el cambio de ciclo: la luz nos abandona cada vez más temprano, haciendo los días más cortos.


Agosto es el mes en el que el mundo católico y ortodoxo celebra la denominada: “Assumptio Mariae Virginis (Asunción de la Virgen María). Es la fiesta de La Asunción, o como se conoce popularmente, la “Virgen de Agosto”, en el que la Virgen María es "ascendida" al cielo en cuerpo y alma.

Esta historia no es casual. El 13 de agosto el mundo pagano celebraba una gran festividad que era consagrada a la Virgen Diana, diosa, entre otras cosas, de la fertilidad y la naturaleza. Tocada con una diadema en forma de media luna creciente, era la guardiana de las montañas y reina de los bosques, teniendo sus santuarios cerca de manantiales, montañas y ríos.

Su figura y culto fueron muy importante en la Península pero también en todo el mundo romano, ya que la ferviente adoración por Diana llega a mencionarse hasta en la Biblia, en el que se recuerda el “motín de Éfeso”, la revuelta que se produce en la citada ciudad debido a las predicaciones de San Pablo en contra de los dioses locales (Hechos de los Apóstoles, 19,23)

“… sino también de que sea tenido en nada el templo de la gran Diana y de que sea despojada de la majestad aquella a quien venera toda Asia y el orbe entero. Al oír esto se llenaron de ira, y se pusieron a gritar: “¡Grande es la Diana de los efesios!”. 

Curioso resulta que fue en el propio Concilio de Éfeso, en el 431, donde se oficializó el culto a María.

                         

El culto a Diana fue una de las grandes festividades del mundo romano que el cristianismo no lograba derrotar. La Iglesia, con un leve cambio de fecha, pasando su festividad del 13 al 15 de agosto, convirtió la tradicional fiesta de la Virgen Diana en la festividad de la Asunción de la Virgen María, la asunción al cielo de la madre virgen de Cristo, que, de esta manera, absorbe el resultado de una serie de cultos matriarcales ancestrales que se pierden en el tiempo.


Diana cazadora. Guillermo Seignac.
Diana. Alexandre J. Chartron.
Diana cazadora. Michelena.
Asunción de la Virgen. Murillo.












miércoles, 5 de julio de 2023

MUSEO ARQUEOLOGICO NACIONAL (MAN)


Tal día como hoy el 5 de julio de 1895 la reina regente de España María Cistina inauguraba oficialmente la nueva y definitiva sede del Museo Arqueológico Nacional en la calle Serrano de Madrid, en los antiguos locales del Palacio de Biblioteca y Museo Nacional y que albergaba también la Biblioteca Nacional y el Museo de Arte Moderno.

En aquella fecha y como novedad museográfica en esta nueva sede, destaca la recreación de ambientes mediante la llamativa decoración pictórica de las salas con estilo y motivos relacionados con la temática de las colecciones expuestas. Así mismo se recurrió al uso de reproducciones, vaciados y maquetas con fines didácticos.

Hace unos años dedicamos una entrada a la historia particular del MAN, que reproducimos a continuación, incluyendo las incautaciones que se hicieron en León por parte del Estado, con el fin de aumentar los fondo museísticos.

"A mediados del siglo XIX se fraguaba en Madrid, por parte del gobierno central, la creación de un Museo Nacional de Antigüedades donde se instalasen definitivamente las piezas de arte más sobresalientes del país, para salvarlas del “abandono” que habían provocado las distintas desamortizaciones.

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Administrativamente el Museo se creó mediante Real Decreto de Isabel II de 20 de marzo de 1867, siendo ministro de hacienda y Fomento D. Manuel Orovio Echagüe. Unos meses despuésMonlau_thumb[3]se nombró su primer director, D. Pedro Felipe Monlau, instalándose, como sede provisional, en el palacete conocido como Casino de la Reina, ya que, el que sería su centro definitivo el Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales, se encontraba en plena construcción.

Aquella primera exposición en el Casino de la Reina reflejaba la filosofía y el criterio decimonónico de exhibir todos los fondos existentes. En la escasa superficie del edificio, se aglutinaron las colecciones de piezas prehistóricas, junto a muestras de arte antiguo, de la Edad Media y Moderna, además de colecciones sobre etnografía, numismática y patrimonio de distintos países. Era la primera vez que en España se mostraba y abría al público una exposición con tal variedad de piezas y objetos de tal enorme arco cultural y cronológico.

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La ciudad de León no fue ajena a la creación de esta Institución. Dos años después de su creación administrativa, concretamente el 9 de diciembre de 1869, siendo regente del reino tras la revolución, D. Francisco Serrano y Domínguez, se personaron en la ciudad el secretario del Museo, un vocal de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos, junto con un representante del Gobierno Civil de la provincia, procediendo a incautar en la Basílica de San Isidoro y posteriormente trasladar a Madrid para que formaran parte de los fondos del recién creado Museo, una serie de objetos artísticos.

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Las confiscaciones leonesas incluyeron un códice del s. XIV, un óleo sobre tabla, seis cofres, cajas o arcas de diferentes periodos, entre las que sobresalía un arca de ágata y plata del s. XI, y por supuesto, el magnífico y conocido crucifijo románico de marfil que Fernando I y su esposa Sancha regalaron a la Basílica. De esta manera, se ejecutó uno de los saqueos de arte más significativos de la ciudad de León. En la entrada de 27-01-2013, fonsado / 9 de diciembre de 1869: Incautaciones en San Isidoro (http://www.fonsado.com/2013/01/la-incautacion-de-obras-de-san-isidoro.html), se detallan cumplidamente toda esta relación de objetos incautados.

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Esta situación no era nueva ni desconocida en la ciudad. Dos años antes, el propio director del Museo Arqueológico, D. Pedro Felipe Monlau, en uno de sus frecuentes viajes a León en busca de piezas para el Museo, localizó en la Iglesia de San Marcelo, concretamente sobre la propia talla del santo titular que preside el retablo del altar mayor, obra de Gregorio Fernández (s. XVII), una espada de las denominadas jinetas que la talla de San Marcelo portaba al cinto.

El alto valor artístico-histórico de la pieza dio lugar a la realización de importantes gestiones o “presiones” por parte del ahora director D. José Amador de los Ríos, teniendo como resultado que, al año siguiente, la espada fuera “donada” por el Cabildo de la Iglesia de San Marcelo al Museo Arqueológico, pasando a formar parte de los tesoros artísticos leoneses que se localizan, por una u otra causa, en Madrid. Ver entrada: fonsado / 11 de noviembre de 2009: La jineta de San Marcelo (http://www.fonsado.com/2009/11/la-jineta-de-san-marcelo.html).

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El origen de la espada leonesa es una incógnita. Es muy probable que llegara a León junto con el cuerpo de San Marcelo y que fuera una ofrenda al santo realizada por Fernando el Católico, que estuvo presente en la ciudad en los actos de marzo de 1493. Si fuera así, la espada pertenecería a algunos de los altos personajes nazaríes tras la conquista de Granada.

Después de pasar cerca de cuatro siglos colgada al cinto en la imagen de San Marcelo presidiendo el retablo del altar mayor de la iglesia leonesa, le esperaba su nueva y definitiva ubicación en Madrid para ser exhibida en el recién creado Museo Arqueológico. Pero no iba a finalizar ahí su historia, a la jineta leonesa le esperaba una nueva e inesperada aventura.

Como ya hemos señalado, la sede del nuevo Museo se decide construir en un solar existente entre el Paseo de Recoletos y Serrano. Hasta la finalización de lasobras del nuevo edificio, el Museo se ubicó, como ya hemos dicho, en el Casino de la Reina, al sur del Madrid de la época. Se trataba de un pequeño jardín con palacete y unos pequeños pabellones, que habían sido casa de recreo de la reina Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII.
  
Amadeo I inaugura el Museo en 1871, todavía en su instalación provisional en el Casino de la Reina, en la madrileña Glorieta de Embajadores. En aquellos momentos el panorama político español resultaba desolador. En Madrid los motines y algaradas populares eran frecuentes. El 11 de diciembre de 1872, un grupo de insurgentes republicanos salieron a la calle siendo uno de sus objetivos el Museo Arqueológico.

Manifestación del pueblo de Madrid en la Puerta del Sol durante la revolución de 1868, obra de J. Casado del Alisal_thumb[2]_thumb[1]

El asalto al Museo no formaba parte de la acción político-revolucionaria de los alborotadores, sino que, únicamente, se trataba de conseguir cualquier tipo de arma allí expuesta. D. Antonio García Gutiérrez, director en aquel momento del Arqueológico, relató los sucesos de aquella noche:

"Entraron en el denominado Salón Árabe, sin que se les pudiera oponer resistencia. Los cinco individuos del cuerpo de orden público que guardaban el establecimiento no tenían otras armas que tres revólveres por lo que, notando la insistencia con que los amotinados les buscaban, creyeron prudente ocultarse. El conserje del Museo trató de calmar la violencia de los amotinados, ebrios en su mayor parte, haciéndoles algunas concesiones, como un revólver de su propiedad y una carabina del jardinero. No pudo impedir que otros se apropiaran de unas armas antiguas de poco valor, salvo una espada granadina que es la única pérdida importante a lamentar."

La llegada de los soldados provocó la huida de los asaltantes que rápidamente desaparecieron por las calles adyacentes al Museo. Uno de aquellos revolucionarios se llevó con él la jineta de San Marcelo, hecho que pudo haber sido el final de la historia de la pieza. Sin embargo, la suerte quiso que durante su ronda habitual dos civiles militarizados, miembros del 10° Batallón de Voluntarios de la Libertad, escuchasen gritos y vivas a la República.

Localizados los alborotadores, los militares les dieron el alto efectuando uno de ellos un disparo al aire que produjo la huida instantánea de los dos amotinados y abandonando lo que llevaban en las manos: una vieja bayoneta y una espada antigua, espada que resultó ser la jineta de San Marcelo, robada momentos antes del Museo y que de esta manera pudo regresar a los fondos del mismo.


A finales del siglo XIX el Museo se traslada a su nueva sede en Recoletos, una vez finalizado e inaugurado el edificio del Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales por la reina regente María Cristina y los reyes de Portugal.
  
Es una nueva e interesante etapa, protagonizada por las nuevas adquisiciones, los importantes hallazgos arqueológicos y, sobre todo, por la guerra y la pérdida de las colonias, que generan una nueva ideología nacional cerrada al mundo y centrada en la historia y los orígenes propios. Esta tendencia se extiende también al Museo Arqueológico que cobra un nuevo sentido ajustando su montaje a la historia y arte español, filosofía que mantendrá durante todo el s. XX y que se ha subrayado asimismo en la última y reciente remodelación.

La guerra civil paralizó por completo la actividad y proyectos del Museo. En previsión de daños, se retiraron las piezas de pedestales, salas y vitrinas, guardándose en cajones apilados dentro de un andamiaje.

Finalizada la guerra civil se hizo cargo en la dirección del Museo de 1939 a 1951, D. Blas Taracena Aguirre que, una vez solucionados los problemas surgidos de la contienda, consiguió abrir al público y hasta 1951 una instalación provisional, conocida como “Museo resumido” o “Museo breve”, en el que se mostraban las piezas más representativas de los fondos.

Taracena_thumb[1]De 1952 a 1966, bajo la dirección de D. Joaquín María de Navascués, se consolida un nuevo proyecto museístico adecentando salas y empleando nuevos e innovadores materiales expositivos. De 1968 a 1981 con el nuevo director, D. Martín Almagro Basch se remodela totalmente el edificio pasando a tener cinco plantas y a partir de 1988 se plantea una nueva remodelación: se amplía espacio bajo el jardín existente en la fachada de la calle Serrano, se reorganiza el archivo y comienza su informatización.

Entre 2008 y 2013, bajo la dirección de D. Rubí Sanz Gamo y de D. Andrés Carretero Pérez, se ha desarrollado la última e significativa reforma del edificio en el que se ubica el Museo Arqueológico Nacional y la reinstalación de su exposición permanente. Según se indica en la página web del MAN: “El edificio se ha acondicionado logrando que sus espacios se distribuyan más racionalmente, sean más accesibles, dispongan del equipamiento tecnológico necesario y respondan a los criterios de confortabilidad y seguridad requeridos para hacer cómoda y placentera la estancia en él.

La ampliación de las áreas públicas permite ofrecer a los visitantes una zona de acogida en condiciones idóneas, exponer nuevas colecciones, ofertar una amplia variedad de actividades simultáneamente y poner a su disposición nuevos servicios.

La renovación museográfica de las salas de exposición incorpora todos los medios técnicos y de comunicación que pueden favorecer la puesta en valor de las colecciones y la comprensión del discurso expositivo histórico propio del Museo, convenientemente actualizado y reinterpretado a la luz de los nuevos descubrimientos científicos.”

Pero volvamos a los orígenes. Como ya hemos señalado con anterioridad y tras su creación administrativa en marzo de 1867, unos años más tarde, concretamente en 1871, tuvo lugar la inauguración del Museo Arqueológico Nacional, en el palacete conocido como Casino de la Reina. El acto comenzó a las 5 de la tarde con la asistencia de autoridades y del propio monarca D. Amadeo de Saboya.

Como se puede leer en el recorte de prensa de la época, los jardines del palacete se engalanaron para la ocasión. Se realizó la lectura del discurso inaugural y, seguidamente, comenzó a sonar, interpretado por la banda del Regimiento de Cantabria con la participación de un coro de cuarenta miembros y las voces de cincuenta alumnos del Conservatorio, un himno para la ocasión cuya partitura fue compuesta por el maestro D. Emilio Arteta.

Tras seis años de reforma integral, en marzo de 2014 el MAN reabría sus puertas. A las 7 de la tarde, la cantata de la inauguración en 1871, “Cantata a la Patria”, volvía a ser interpretada esta vez por la Banda Sinfónica de Madrid y el Coro Nacional de España en la escalinata de entrada al Museo, entre las características esfinges de bronce.

31 de marzo de 2014 Inauguración del nuevo Museo Arqueológico Nacional_thumb[1]

- MAN
- Primera piedra del Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales.
- Pedro Felipe Monlau.
- Sala de Numismática. Casino de la Reina.
- Casino de la Reina.
- Piezas expoliadas de San Isidoro. Ver entrada.
- San Marcelo y jineta. Ver entrada.
- Manifestación Puerta del Sol en 1868. José Casado de Alisal.
- Inauguración Museo en el Casino de la Reina, 1871.
- Sala Museo durante la Guerra Civil.
- Joaquín María de Navascués.
- Recorte prensa. Inauguración 1871.
- 2014: el MAN abre de nuevo sus puertas. Cantata de Arriola.